Las alergias estacionales —rinitis— no son nada nuevo, pero están empeorando con el paso del tiempo, principalmente a causa del cambio climático. La World Allergy Organization (Organización Mundial de Alergia) estima que entre el 30 % y el 40 % de la población mundial padece una o más condiciones alérgicas y, como señala a RED/ACCIÓN la médica especialista en Alergia e Inmunología Anahi Yañez, “se estima que para 2050 el 50 % de la población mundial podría contraer algún tipo de alergia”.
El fenómeno podría darse por dos motivos relacionados a los patrones del polen, según especifica Scientific American. La primera es que alarga la temporada libre de heladas, cuando las plantas pueden producir flores y brotes sin riesgo de sufrir daños, pueden recibir a las abejas y otros polinizadores para recolectar néctar y distribuir polen.
En segundo lugar, el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera también está aumentando la cantidad de polen que producen las plantas, lo que se explica porque “con altas concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre, las plantas pueden permitirse el lujo de utilizar menos energía para absorber dióxido de carbono para la fotosíntesis; en cambio, invierten esa energía en producir más polen”, precisa el artículo del sitio especializado.
Yañez, quien también es asesora científica de la Asociación Argentina de Pacientes con Asma (AApasma), explica: “El cambio climático puede hacer que la cantidad de polen producida durante la temporada de floración aumente hasta un 40 %. A la contaminación del aire se suman otros factores que generan más alergias, como la mala alimentación, el uso inadecuado de medicamentos y la carga genética, que favorece que algunos organismos hagan que el sistema inmunológico genere una respuesta exagerada y negativa”.
En 2021, 1 de cada 4 adultos y 1 de cada 5 niños en Estados Unidos informaron sufrir alergias estacionales, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Aunque fue el primer año que el organismo recopiló estos datos, los médicos alergistas han informado de aumentos anecdóticos en el número de pacientes que buscan tratamiento para alergias estacionales en los últimos años, informó la Association of American Medical Colleges.
En la Argentina, “tenemos pocos datos acerca de la prevalencia de enfermedades alérgicas. Sin embargo, el país participó en un estudio internacional sobre asma y enfermedades alérgicas en niños, el cual documentó que el 16,4 % de los niños entre 6 y 8 años tienen asma (que es un tipo de alergia)”, informa Yañez.
De acuerdo con una investigación citada en Nature, en condiciones de laboratorio al duplicar las concentraciones de dióxido de carbono se aumentó la producción de polen en un amplio rango de 60 a 1.299 %. Según produndiza Yañez: “La industria y el tránsito vehicular en las grandes ciudades son algunos de los factores de riesgo para los alérgicos, fundamentalmente debido a la emisión de gases contaminantes producidos por el tráfico, la industria, la agricultura y la incineración. Junto al efecto invernadero, contribuyen al cambio climático y hacen que empeore el calentamiento global que interviene, obviamente, en el proceso de fotosíntesis, favorece la floración y, de esta manera aumenta la concentración de polen en el aire”.
El problema de las alergias estacionales va más allá de la picazón en los ojos, secreción nasal y estornudos que puede generar. Es un problema de salud mundial que genera grandes perjuicios económicos debido a gastos médicos, días de trabajo y escuela perdidos y muertes prematuras. Al respecto, investigadores en Suecia realizaron un estudio en 2016 analizando el impacto económico de la rinitis alérgica y descubrieron que incide ampliamente en la productividad; concretamente, cuando una persona no está lo suficientemente enferma como para faltar al trabajo, pero sí lo como para tener una productividad reducida. Los investigadores estimaron que el impacto económico fue de alrededor de 1.430 millones de dólares sólo en el país escandinavo.
“Las alergias están situadas en el cuarto puesto de las enfermedades inflamatorias crónicas no transmisibles y ocupan un lugar relevante en todo el mundo”, concluye Yañez.