“Estuve junto a él siete años. Cada vez que me quería separar me hacía sentir culpable. Siempre haciéndome sentir menos, insultándome, golpeándome. Me animé y le dije chau una noche que me pegó mucho, muy fuerte, frente a mi sobrina de siete. No quería que ella pensara que estaba bien estar al lado de un golpeador. Cuando lo dejé, me siguió durante ocho meses: al trabajo, al instituto en el que estudiaba, por la calle. Una noche me acerqué a su auto a decirle basta, que siguiera con su vida. A golpes me subió, me llevó a su casa, me ató a un ropero y me violó. Traté de hacer la denuncia pero me dijeron que no tenía pruebas suficientes. ¿Qué más pruebas eran necesarias que los moretones y golpes que llevaba en mi piel?”, nos contó Amparo, una tucumana de 25 años, a partir de una encuesta que lanzamos, el año pasado, entre nuestros seguidores de Instagram para hablar de la violencia en el noviazgo.
Lucía Sucari, una miembro de RED/ACCIÓN que integra la Fundación Kaleidos (una organización que trabaja en la promoción de los derechos de los niños, niñas y adolescentes) cuenta que “la violencia en los noviazgos es una de las causas del embarazo no intencional en la adolescencia”.
Sigue: “En nuestra experiencia cotidiana con los y las adolescentes que son padres y madres, la violencia de género aparece en cada una de las historias de maneras más o menos explícitas: desde formas naturalizadas e invisibilizadas (celos, control, maltrato psicológico, microviolencias, mitos del amor romántico) hasta otras más reconocidas socialmente (violencia física)”.
Y agrega: “Una encuesta hecha por la provincia de Córdoba reveló que el 95,25% de los y las jóvenes reconoció al menos uno de los indicadores de violencia en sus relaciones de pareja, considerando violencia física, psicológica y sexual. La violencia psicológica es la que mayor incidencia tiene y tiende a ser la más frecuente, aun cuando es la más invisibilizada”.
A raíz de esto, en Instagram hicimos un sondeo con siete preguntas para responder por sí o por no, y con posibilidad de ampliar las respuestas. Mil personas contestaron y estos fueron los resultados:
- 421 marcaron que su pareja las o los hizo sentir culpable.
- 335 dijeron que su pareja las o los ridiculizó o hizo sentir inferior.
- 286 aseguraron que su pareja quería saber todo el tiempo dónde estaba o qué hacía.
- 274 personas dijeron que su pareja les había revisado el celular
- 245 respondieron que su pareja les cuestionó la forma en la que se vestían.
- 178 respondieron que su pareja les limitó el contacto con sus amigas y amigos.
- 89 sufrieron algún tipo de violencia física.
Casi todas las personas que respondieron se reconocieron mujeres. Algunas quisieron compartir sus experiencias para alertar a otras personas que estuvieran atravesando situaciones similares.
Amparo fue una de ellas.
“A cada pregunta [de la encuesta de Instagram] contesté sí”, dice, y confiesa que exceptuando su pareja actual y su mejor amiga nunca había hablado de esto con nadie: “Jamás. Fue superdifícil salir de eso”.
Amparo se puso de novia con Matías a los 18. Él tenía la misma edad. Durante los siete años de relación ella intentó dejarlo varias veces porque no se sentía bien. Él empezó a celarla cada vez con mayor intensidad. La seguía cuando iba a la facultad. Si ella salía, él tenía que estar, siempre. Cuestionaba lo que se ponía. Incluso llegó a romperle la ropa. “Pero después caía con regalos: ‘Te rompí el pantalón, sin querer, pero te traje este nuevo que sé que te gustaba’'', le decía.
No la apoyaba en nada de lo que emprendía. Ella había empezado a estudiar Educación Inicial y él le decía que iba a terminar siendo niñera. Cuando consiguió un trabajo que deseaba muchísimo, de atención al público, él no quería que fuera, no quería que hablara con los clientes, no quería que vistiera uniforme porque decía que los hombres la iban a mirar y hacía lo posible para que faltara o llegara tarde, especulando con que le llamaran la atención o la despidieran.
Como le sucede a muchas chicas atrapadas en relaciones violentas, al comienzo Amparo pensó que los celos significaban amor.
Cuando trataba de dejarlo la hacía sentir culpable, la manipulaba, amenazaba con matarse, hacía que su mamá y sus amigos la llamaran a decirle que él estaba muy mal. Y ella volvía.
También vivió un lugar común en los noviazgos violentos: durante los siete años Amparo tuvo esperanzas de que él cambiara.
La noche que dijo basta, después de que él le pegara, supo que quería algo mejor para su vida.
Amparo quería irse de la capital tucumana, no quería tener más miedo de salir y encontrarse con su auto siguiéndola. Entonces conoció a Elías, un jujeño que estaba estudiando en Tucumán. Se hicieron amigos y después se enamoraron. Cuando él se recibió se fueron a vivir a Jujuy. Tras un año de convivencia Amparo dice que es “otra vida”. Que ahora puede verlo con claridad: “Una pareja tiene que ser un compañero, no un carcelero”.
4 de cada 10 mujeres son víctimas de un noviazgo violento
Un estudio realizado por la Defensoría del Pueblo bonaerense en 2019 demostró que 4 de cada 10 mujeres son víctimas de un noviazgo violento. La encuesta fue respondida por casi 11.000 personas: el 90% eran jóvenes de entre 14 y 33 años, y el 90% mujeres.
Según las respuestas, 2 de cada 10 vivieron alguna situación de violencia física; 2 de cada 10 mencionaron que su pareja dijo que tenía ganas de golpearla o matarla; el 16% al menos una vez fueron lastimadas por su pareja; 2 de cada 10 señalaron que en alguna oportunidad su pareja demostró intenciones de lastimarse o matarse culpándolas de la situación; 2 de cada 10 al menos alguna vez se encontraron en una situación de violencia sexual, cediendo frente a los deseos de sus parejas por temor o presión (el 31% de los casos), habiendo sido obligadas a tener prácticas sexuales no deseadas (el 16%).
El relevamiento también indicó las acciones que causan daño emocional, psicológico y disminución de la autoestima mediante amenazas, acosos, hostigamiento, humillación: 4 de cada 10 sufrieron episodios de este tipo. El 33% fue criticada al menos una vez por su apariencia o ropa; 4 de cada 10 dijeron que al menos una vez su pareja menospreció sus opiniones; 3 de cada 10 señalaron haberse distanciado de sus familias o amigos por estar en pareja; el 47% dijo que sus parejas se molestaron al menos una vez porque salieron con sus amigos; el 53% respondió que incluyen a sus parejas en las salidas para que no se enojen; 3 de cada 10 respondieron que su pareja les revisaba el celular y las redes sociales.
Eso fue lo que le sucedió a Sara, una santafecina de 45 años que también respondió nuestra encuesta en Instagram. Ella creció en una familia católica muy religiosa. Nunca tuvo educación sexual. Nunca nadie le habló de anticonceptivos. Llevaba menos de un año de novia cuando, a los 19, quedó embarazada. Se casó para no escandalizar a las familias y tuvo un matrimonio que duró casi 20 años.
Pero a lo largo de esas décadas sufrió microviolencias: “Muchas relacionadas a circunstancias y situaciones que tenemos muy naturalizadas las mujeres con respecto a la ropa que nos ponemos, qué hacemos o qué decimos”.
Sara, como muchas de su generación, era presionada por su marido, noche a noche, para tener relaciones sexuales aunque no lo deseara. Buscaba todo tipo de excusas pero eso siempre desencadenaba peleas, gritos, discusiones y hostigamientos, con lo cual terminaba cediendo. Eso hizo que la relación se resquebrajara y que ella se sintiera poco valorada y presa de un vínculo roto.
“Con quién hablás, mandame capturas de pantalla”
Para la violencia no hay edad. En el caso de Nazarena comenzó con su primer novio, a los 14 años de los dos. Ella es de Berazategui pero en su adolescencia se había mudado con su familia a Misiones. Allí, en el colegio, conoció a Matías. Iban al mismo curso. Apenas comenzó la relación él empezó a celarla.
“Se ponía celoso y no me dejaba que mirara a mis compañeros de curso, literalmente. Llegó un punto en que yo llegaba al colegio, me sentaba y miraba para abajo. Estaba todo el día mirando al piso y después volvía a mi casa con dolor de cuello. También iba a Inglés, a un instituto, y no me dejaba hablar con nadie. Si tardaba dos minutos en responderle un WhatsApp me pedía que le mandara fotos de donde estaba. Me decía que yo era una mala persona o me trataba de trola. Yo lo quería muchísimo y no quería terminar con él porque para mí las cosas se arreglan hablando, pero con él no se podía hablar”, cuenta.
Si él la veía online en WhatsApp, la increpaba: “¿Con quién hablás? Mandame capturas”. Después le pidió la contraseña de Facebook, la seguía en la calle, la controlaba compulsivamente pidiéndole fotos para saber dónde estaba, la acusaba de hablar o mirar a sus compañeros. “Estaba empecinado en hacerme la vida imposible”, dice Nazarena, que ahora tiene 19 años.
La relación duró dos años. El punto límite fue un día que él la siguió, volviendo de Inglés, porque le había parecido verla hablar con alguien, la enfrentó y ella llegó a su casa y se puso a llorar. Su madre se enteró y fue al colegio a averiguar qué era lo que pasaba. Después siguió una charla con el rector y cada uno de los profesores. Ahí, Nazarena pudo percibir todo aquello de lo que no se había dado cuenta. Y se alejaron. Terminaron el colegio sin hablarse. Él jamás le pidió perdón ni demostró arrepentimiento o haber aprendido algo de todo eso.
Ella sí aprendió. Si bien le costó volver a iniciar una relación, hoy está en pareja y dice que no se compara en absoluto con lo que vivió antes.
Como ella, 3 de cada 10 adolescentes sufren violencia en el noviazgo (según la Organización Mundial de la Salud).
En los últimos años se llevaron a cabo iniciativas para prevenir e identificar los noviazgos violentos. Ante los datos alarmantes, la Defensoría bonaerense ofrece el taller de concientización “Cortá a Tiempo” para adolescentes de entre 15 y 19 años. Son encuentros que buscan desnaturalizar el maltrato e identificar una relación violenta.
También la Ciudad de Buenos Aires ofrece el programa Noviazgos Sin Violencia dirigido a adolescentes y jóvenes de entre 14 y 21 años.
Además, la Iniciativa Spotlight —una alianza de la Unión Europea y las Naciones Unidas para eliminar la violencia contra mujeres y niñas en todo el mundo— lanzó en 2020 la campaña #Amiga Date Cuenta, protagonizada por Lali Espósito, para detectar y prevenir situaciones de violencia. Y, luego, su continuación, #Amigo Date Cuenta, dirigida a los varones.
“Este tipo de conductas [violentas] están tan naturalizadas que creo que es muy difícil, muchas veces, darte cuenta”, dice la socióloga y politóloga Lucía Martelotte, que fue directora ejecutiva adjunta del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) y ahora integra ONU Mujeres, donde trabaja con Spotlight. “Sobre todo cuando una es la protagonista. Por ahí la gente que está afuera lo está viendo y vos que estás adentro no te das cuenta”.
Martelotte señala la importancia de “trabajar en la prevención y en la transformación de las normas culturales”, sobre todo en la adolescencia: “Es un momento crucial en el que hay que hablar de esto porque lo que nos muestran los datos es que las situaciones de violencia que sufren las mujeres suelen ser de larga data y comienzan en el noviazgo. Entonces, se debe repensar dónde está la base de esa violencia y, desde la Educación Sexual Integral (ESI), cambiar este paradigma que, muchas veces, presenta que el amor romántico y la pareja nos convierten en mujeres plenas”.
Si crees que estás viviendo una situación de violencia por razones de género y necesitas contención o asesoramiento, llamá al 144. Si estás en riesgo inminente de ser atacada llamá al 911.
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