Ni en Dios ni en Cristo: cómo fue que los argentinos terminamos creyendo en “la energía”- RED/ACCIÓN

Ni en Dios ni en Cristo: cómo fue que los argentinos terminamos creyendo en “la energía”

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Una encuesta del CONICET sobre religiones revela que Jesucristo, Dios, la Virgen, el Espíritu Santo, los santos, el Gauchito Gil y los ángeles han perdido seguidores. Mientras tanto, los que creen en “la energía” treparon en más de 10%. El retorno de la New Age y la caída de las religiones dogmáticas.

Ni en Dios ni en Cristo: cómo fue que los argentinos terminamos creyendo en “la energía”

Ilustración: Pablo Domrose

La Segunda encuesta nacional sobre creencias y actitudes religiosas en Argentina, realizada por el CONICET, revela que la fe en Jesucristo y en Dios ha caído casi un 10%, en comparación con lo que se vio en la primera encuesta, en 2008. Esto no significa que el cristianismo se haya empequeñecido tanto, porque Jesucristo (con 82,5%) y Dios (con 81,9%) siguen siendo las principales entidades de creencia en 2019. Pero lo que ha aumentado fue la creencia en la astrología (trepó de 25,9% a 33%) y, especialmente, en la energía, que pasó del 64,5% al 75,9%: 11,4 puntos de alza.

Fortunato Mallimaci, doctor en sociología de la religión y ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, es uno de los directores de la encuesta. “Venimos trabajando transversal y horizontalmente estos temas con grupos que investigan catolicismo, judaísmo y demás; y hemos visto que muchas personas hablan de la energía, que la buscan, que la necesitan”, dice. “La energía es un significante importante para una mayoría de las personas y al mismo tiempo cada cual lo resignifica según su historia de vida, su grupo social o sus experiencias. Es un concepto amplio que no entra en contradicción con las creencias religiosas y que abarca a quienes dicen no tener ninguna religión”.

Ranking de creencias 2008 vs 2019. Imagen: Segunda encuesta nacional sobre creencias y actitudes religiosas en Argentina

Hablar de “la energía” no hubiera sido posible sin la revolución de la New Age, el movimiento post-hippie que llegó a la Argentina en la década de 1980, recargado de sesiones de meditación y de libros de Carlos Castaneda. La New Age abrevaba de fuentes muy variadas, como el hinduismo, el budismo, el reiki, la metafísica, la física cuántica, el ecologismo, la vida extraterrestre. Y sus contornos eran difusos.

La encuesta del CONICET se realizó entre 2.421 familias y en 89 ciudades, y muestra cambios en las creencias, las prácticas y las actitudes religiosas de la Argentina, además de las opiniones de la gente sobre el Papa Francisco, el aborto, la eutanasia y la legalización de las drogas. “Que se crea más en Jesucristo que en Dios es interesante”, dice Mallimaci. “Vemos una sociedad con múltiples combinaciones de subjetividades y religiosidades, que dialoga e intercambia, cuyos núcleos duros van disminuyendo”.

“La energía es un significante importante para una mayoría de las personas y al mismo tiempo cada cual lo resignifica", dice Fortunato Mallimaci. Foto: Unsplash/Marc-Olivier Jodoin

La encuesta repone información que hasta el año 1960 se recogía en los censos nacionales: la religión de la sociedad. En 1895, cuando se realizó el segundo censo nacional, se preguntó por primera vez sobre religión. En esa época hubiera sido extraño hablar de “la energía”. Había un 99,14% de católicos. Hoy, los católicos siguen siendo el primer grupo religioso, pero han caído a 62,9% (hace diez años eran 76,5%). Los que no tienen religión son la primera minoría, con un 18,9%: ahí están incluidos los que responden que no tienen ninguna (9,7%), los ateos (6%) y los agnósticos (3,2%). Los evangélicos representan el 15,3% de la población. Otras religiones: el 1,2%.

Abrimos el debate en Instagram y muchos de nuestros lectores quisieron saber más. “¿Cuántos de esos católicos lo son por default, por herencia familiar?”, preguntó @sofibou_. “Quizá plantear la diferencia entre quienes practican una religión y quienes la heredan. Creo habría muchas diferencias cambiando la pregunta”, comentó en el mismo sentido @manulinaws. “¿Y el judaísmo?”, puso @nanibauza.

Para los católicos, la energía no es una categoría: "Nosotros hablamos del Espíritu Santo como dador de vida: sería un paralelo a 'la energía', pero en realidad no", dice el cura Lucas Jerez, de Chacabuco. "La energía es impersonal, pero el Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad".

A Jerez no le preocupa la caída de fieles católicos y recuerda una frase del Papa Benedicto XVI: "La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción". "Quiere decir que no buscamos más creyentes sino que nos fijamos cómo vivimos el Evangelio", explica. "Nos enfocamos en la relación con la gente y no en un número abstracto. La estadística no nos preocupa".

“En los años '70 existía un presunto sistema racional que hacía que la gente no creyera en nada y cuando nosotros salíamos a la calle a hacer evangelismo nos la pasábamos argumentando que Dios existía”, dice por su parte el pastor evangélico Rodolfo Polignano, “pero hoy es diferente: el común de la gente cree en algo, y creer en la energía puede ser una manera de salirse de lo tradicional, que pudo haber defraudado. Con la energía cualquiera puede armar su propia fe, sin normas de la fe religiosa como los diez mandamientos”.

Polignano es predicador y profesor de institutos bíblicos, estuvo a cargo del Departamento Nacional de Evangelismo de la Unión de las Asambleas de Dios en la Argentina y fue parte del Consejo Directivo de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina. Y no cree en la energía, sino en Dios: “Nuestras reuniones son muy efusivas, pero no es ‘la energía’, sino que Dios está presente en la iglesia y va tocando el ser interior de la gente. Después, cada cual lo manifiesta hacia afuera como lo siente, de una manera personal, de acuerdo a su carácter. La mayoría de la gente, después de eso, va a experimentar un cambio: esa es la diferencia entre el accionar de Dios y ‘la energía’”.

El rabino Daniel Goldman –uno de los líderes más activos de la colectividad judía y copresidente del Instituto de Diálogo Interreligioso– cree que la idea de “la energía” es posmoderna. “La adjudicaría a las cuestiones de las búsquedas del yo y del desarrollo de uno mismo”, dice.

“Y, por otro lado, hay algo que es propio de los vaivenes de la historia: el debate entre religión y religiosidad; o sea, el problema entre espiritualidad e institución. La institución siempre vive en crisis, es cuestionada, tiene una limitación respecto de quién queda adentro y quién queda afuera”.