“Estoy convencida de que todo está guardado en la memoria, así que lo que le dieron acá quedó en él para siempre. Para todo ser humano, lo más importante es la necesidad de sentirnos amados. Y cuando sos tan chiquito, es simplemente vital. No hay forma de expresar la gratitud por quienes cuidaron a mis hijos cuando apenas habían nacido”, dice Jimena, mamá de Ciara (cuatro años) y Daniel (tres años).
Fundada en 2016, esta organización sin fines de lucro trabaja para “garantizar la nutrición afectiva a bebés con alta médica que, por distintas razones temporarias o definitivas, están desvinculados de sus familias de origen y permanecen dentro de los centros hospitalarios”, explica Pamela Moreira, su fundadora y presidenta. Esta tarea se realiza mientras se espera una resolución judicial que defina quién quedará a cargo del menor.
Moreira es abogada, tiene 50 años y vive en Montevideo. Lleva adelante esta misión junto a otros 429 voluntarios —principalmente mujeres, aunque también hay varones—. Entre ellos, 388 lo hacen en la Sala Canguro, dentro del Centro Hospitalario Pereira Rossell (CHPR), la maternidad más grande de Uruguay, ubicada en la capital nacional. Otros 41 trabajan —desde el 2021— en el Hospital de Maldonado Dr. Elbio Rivero. Durante todos esos años, entre ambos sitios han acompañado a más de 600 bebés .
“Empecé con la fundación porque hacía un tiempo que estaba yendo a ayudar como voluntaria los fines de semana a un hogar del Instituto del Niño y Adolescente de Uruguay (INAU). Y cada vez que preguntaba de dónde venían esos bebitos, la respuesta era siempre la misma: ‘Del Pereira Rossell’. Esa sala era donde más me gustaba estar y me llamaba mucho la atención que, a sus meses de vida, algunos no sonreían ni hacían contacto visual, otros no demandaban nada, parecían no tener ni hambre ni sueño, otros lloraban mucho. Algunos incluso tenían la cabecita chata atrás, como si hubieran estado mucho tiempo acostados”, recuerda Moreira.
“Investigué hasta saber que todos habían nacido en el CHPR y estaban allí hasta que un juez solicitaba el amparo del INAU, y ahí eran trasladados. Un día simplemente fui al hospital y encontré esta realidad de bebés privados del cuidado de su familia de origen casi todo el tiempo. En ese momento se me ocurrió algo muy simple: armar un grupo de personas para acompañarlos. Teníamos que llegar antes, no cuando tuvieran más de dos meses. Ese fue el motor y con el tiempo establecimos la Fundación Canguro”.
Ese acompañamiento es lo que en la fundación llaman “nutrición afectiva”, la acción o efecto de nutrir emocionalmente. En la práctica, se compone de tener a upa, mimos, miradas, juegos, palabras, canciones, caricias. Durante décadas lo describió la psicología y luego lo comprobó la neurociencia: el afecto aumenta las habilidades de la inteligencia emocional. Incluso repone y hasta repara áreas del cerebro deterioradas o no tan desarrolladas como consecuencia de un entorno poco propicio o negativo, en este caso, para el recién nacido.
Acompañar realidades complejas
Estos bebés están lejos de sus familias por distintas circunstancias. “Al nacer, algunas madres en situaciones personales o familiares complejas deciden delegar el cuidado de su bebé”, cuenta Moreira. El recién nacido ingresa al programa cuando recibe el alta médica y permanece ahí a la espera de una resolución judicial que determine quién se hará cargo de él. Esto puede tardar un promedio de treinta días. Algunas veces menos. En otros casos, hasta cuatro o cinco meses.
“Otras situaciones pueden darse con mamás que, al momento de ir a tener a su bebé, hayan presentado cierta debilidad en el cuidado, producto de distintas circunstancias vitales, como el consumo de drogas, alguna enfermedad mental, vivir en situación de calle, de extrema pobreza, violencia, abuso, trata, etcétera”, explica Moreira. La situación se le informa al juez, quien determina si esa madre tiene capacidad de cuidado, si solicita a otros familiares que se hagan cargo o si resuelve ponerlo en adopción.
La fundación considera fundamental que, siempre que no haya una restricción legal, se promueva y preserve el vínculo del bebé con la familia de origen, que consideran central para su desarrollo. Por eso, habilitan y contribuyen a que las madres, padres y familiares que quieran acompañar lo hagan.
Natalia, mamá de Naithan (tres años), recuerda: “Cuando él nació, ya tenía otros niños, pero no estaban a mi cargo. Las autoridades del hospital no sabían si yo iba a poder cuidarlo, si iba a seguir consumiendo”. Y explica: “Las canguro —las voluntarias— me orientaron y alentaron en todo. Desde decirme: ‘Vamos, que vos podés salir adelante, él es chiquito y te necesita’, hasta ofrecerme guía para salir adelante. Hoy ya ni siquiera fumo un cigarro”.
La fundación trabaja para cambiar el paradigma sobre un prejuicio: cómo es que la gente puede tener hijos y dejarlos. Busca soluciones sin juzgar a personas que —en algunos casos— no recibieron los cuidados y la educación necesarios.
Aunque existen otras organizaciones similares en el mundo que cuidan recién nacidos en estos contextos, la fundación uruguaya no aplica como tal el denominado “método Canguro”, ideado por la Fundación Canguro de Colombia. Este método, por ejemplo, especifica cómo tratar con bebés de bajo peso durante la internación, mientras que en Uruguay se enfocan en la nutrición afectiva de bebés que, en su gran mayoría, ya tienen el alta médica.
Canguros en acción
“Esta labor garantiza que la deshospitalización de bebés que permanecen en una institución tras su alta médica se realice, pero de una forma mucho más parecida al calor de un hogar, que favorece su bienestar y desarrollo”. Quien habla es Agustina Montequin. Tiene 25 años, vive en Montevideo, es acompañante terapéutica, trabaja en educación, estudia Magisterio y es voluntaria de la Fundación Canguro desde sus inicios. “Tenía 18 años y me llegó un pedido de donaciones físicas para bebés. No tenía recién nacidos en mi entorno ni nada para donar, pero igual consulté para qué era. Cuando me contaron, me di cuenta de que lo quería donar ahí era mi tiempo. Tuve la capacitación y nunca más dejé de ir. Sé que hacemos una diferencia real en esas vidas y ellos en las nuestras”.
La capacitación —que dura entre 16 y 24 horas en total— parte de la premisa de que los voluntarios nunca estuvieron al cuidado de un bebé. Empieza con una formación teórica donde se abarca desde el porqué de la fundación hasta los cuidados del bebé: cómo cambiarlo, bañarlo, alimentarlo, contenerlo. Luego, el o la canguro tiene una evaluación para verificar si pudo integrar los conocimientos y rever lo que haga falta. Por último, está la formación práctica en la sala, que es individual y a cargo de un canguro formador.
Los voluntarios coinciden en que al pasar por la puerta de la fundación los invade una sensación de haber entrado en otro mundo. Se deja atrás el ruido y el movimiento acelerado de la calle y del hospital, para ingresar a un lugar con otro ritmo, de calma y amabilidad. La Sala Canguro es un ambiente sereno y luminoso donde la música suave de fondo invita a querer quedarse y acunar.
Los 429 voluntarios se dedican a acunar, calmar, mirar, cantar, susurrar, mimar y asegurarse de que ningún bebé esté solo. El trabajo está organizado en seis áreas, de las cuales la central está enfocada en brindar nutrición afectiva y sucede en ambos hospitales. En Montevideo, está representada en la Sala Canguro del Centro CHPR, que tiene una capacidad actual de nueve bebés, atendidos por seis voluntarios en cada momento. Durante el mes que permanecen —en promedio— en la sala, reciben contención física y emocional que se traduce, entre otros beneficios, en un aumento de peso promedio de 1,125 kg.
Por otra parte, en el CHPR la fundación también desarrolla otras tareas.
Los grupos prematuros nuclean el acompañamiento de mamás y familias de bebés prematuros de alto riesgo médico (siempre de casos judicializados). Además, en la Sala de Lactancia se brinda la infraestructura y apoyo en lactancia para mamás con niños hospitalizados, cuyos bebés van a entrar en el programa de la fundación (reciben asesoramiento, contención emocional y un área tranquila para sacarse leche, junto con todos los insumos, incluyendo extractoras eléctricas). A su vez, el grupo Piel a Piel, que surgió en una segunda etapa, garantiza cuidados a unos pocos recién nacidos, también privados de la compañía de su familia, que aún no tienen alta médica y están internados en áreas críticas.
Por último, hay un grupo que recibe, clasifica, gestiona y entrega donaciones de artículos para bebés. A propósito, la fundación se sustenta con aportes económicos, tanto de personas como de empresas, con los cuales pagan insumos de los bebés, honorarios profesionales de una psicóloga, una psicomotricista y una administrativa y el mantenimiento de la sala.
Una característica distintiva de la Fundación Canguro es el “diario del bebé”. Desde su ingreso, cada uno de los recién nacidos tiene el suyo, donde queda registrado todo el acompañamiento, con fotos y detalles de su vida en esos primeros meses. Para la fundación, esto representa una herramienta fundamental para proteger y garantizar el derecho del bebé a conocer su identidad: “Cuando tú naciste estaba tal persona, tu mamá se llama así, cuando te tuvo a ti tenía tantos años, tal día que te vino a conocer tu hermanito, tal otro tu abuela”, ejemplifica Moreira.
Los voluntarios también registran qué mimos les gustaba recibir, si decía “ajó”, o balbuceaba, cómo dormía. Muchos papás, mamás, abuelos y abuelas escriben en ese diario. “Todo está ahí. Cuando sea grande se lo voy a dar, para que él mismo lo lea”, cuenta Natalia, la mamá de Naithan. Pamela también es mamá en el programa y coincide: “Creo que es un gran acto de amor. Poder dejar por escrito lo que sintió, lo que otros sienten por él, lo que significa para su mamá en su vida haber tenido a ese bebé, aunque no lo vuelva a ver más”.
La importancia de la nutrición afectiva
Este es el eje central de la labor y Moreira lo expresa así: “Un bebé recién nacido no solo necesita alimento orgánico, sino que es fundamental para su construcción y desarrollo recibir nutrición afectiva”. Con la contención posterior al estrés del nacimiento, se regula la fisiología, el ritmo cardíaco, la temperatura, la liberación de hormonas y hasta el hambre.
Tal como explica Moreira, los bebés que reciben amor y son bienvenidos al mundo logran manejarse mejor, reducir los umbrales del miedo y la excitación y aumentar la sociabilidad, la seguridad y la audacia, al sentirse acompañados. Más adelante, esa misma nutrición afectiva favorece la adquisición del lenguaje, las habilidades sociales, las capacidades cognitivas, el fortalecimiento del sistema nervioso e inmunológico, entre otros logros.
El Dr. Ruben Omar Sosa es médico pediatra e infectólogo y embajador de la paz por la Fundación Mil Milenios de Paz (ONU). Para él, “los fundamentos de la nutrición afectiva son sólidos, muy conocidos y tienen una base científico-psicológica. Desde el punto de vista pediátrico, sabemos que aquellos bebés que están cuidados, hablados y mimados van a tener un desarrollo más sano”.
La fundación trabaja sostenidamente con la Administración de los Servicios de Salud del Estado uruguaya (ASSE) para que todo lo aprendido en estos años pueda compartirse con maternidades de todo el país. El objetivo es que no haya ningún bebé sin la nutrición afectiva necesaria para cambiar su presente y su futuro.