¡Hola amigos! Hoy voy a ser caprichosamente autoreferencial y voy a compartirles mi lista de lecturas planeadas para el año. Es una buena práctica que recomiendo: ponerse objetivos literarios estrictos para no dejarse llevar por la marea del mercado.
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Libros que quiero leer en el año. Ya sé que a finales de diciembre les conté los libros que me daban más ilusión para este año, pero esta semana volví a hacer un repaso mental de los libros que se vienen y me di cuenta de que se sumaron algunas novedades a mi lista de posibles favoritos. Todavía no tengo muy en claro de qué se van a tratar concretamente, pero lo que sé es que muchos autores que me gustan van a publicar libros. Reuní acá abajo una lista, lean con atención así no se los pierden ni bien los vean en su librería amiga:
- Somos luces abismales, de Carolina Sanín (co-edición de Eterna cadencia y Blatt&Ríos): a la autora la descubrí en un FILBA leyendo un texto buenísimo. Cuando terminó, con Fresán (que había sido parte de ese mismo panel y tampoco la había leído) corrimos a comprar Los niños (Blatt&Ríos) ahí mismo en el hall del Malba. Ella recibía educadamente felicitaciones hasta que se le acercó Guebel y le dijo algo así como “muy bien, pibita”, ante lo que ella largó una diatriba feminista. Ahí yo ya estaba entregada, me gustaba lo que escribía y me gustaba cómo ubicaba a los hombres. La poesía y la firmeza. Los niños es una novela excepcional y este nuevo que está en la frontera de la ficción seguramente también lo sea.
- Specimen Days, de Michael Cunningham (Fiordo): tenía una edición viejísima de Una casa en el fin del mundo de Biblioteca del sur/Planeta) que dirigía Juan Forn (el mejor editor de ficción que conozco). Me la llevé a un viaje y entré a Cunningham como por un tubo. De carne y hueso es de mis novelas preferidas, hasta dudo si no me gusta más que Pastoral americana. El más flojo de él me parece Cuando cae la noche (Lumen) no ayuda que la traducción sea un horror e incluso así me parece muy bueno.
- Papel para envolver verdura, de Fabián Casas (Emecé): con Casas me pasa como con Kohan: me gusta todo. Leo hasta cuando escriben de fútbol aunque es el tema que menos me atrae del mundo. La literatura de ambos tiene un poder sanador sobre mí. Los leo y se me clarifican las ideas.
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Una pausa. Sigo con la lista, pero ahora salto al punto dos porque mientras leer un libro es un ejercicio de fluidez, hacerlo online parece que es un deporte de interrupciones.
- Una nueva novela sin título aún, de César Aira (Literatura Random House): es de mis autores preferidos. Leí Canto Castrato (mi edición es Javier Vergara)a los 18 y no paré. Creo que fatigué casi toda su obra. Me gusta hasta cuando me resulta flojo porque siempre encandila con alguna genialidad.
- A Wreath of Roses, de Elizabeth Taylor (La Bestia Equilátera): Prohibido morir aquí no me enloqueció, pero me gustó mucho. Descubrir libros buenos me da un entusiasmo loco. Espero ansiosamente el nuevo.
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Sigo con las interrupciones. Diario de Bretaña, de Pedro Mairal (Emecé) con ilustraciones de Cucurto: caí a sus pies con Salvatierra (Emecé). No soy hiper fan de todo, pero cuando me gusta, me encanta. Su último libro de cuentos Breves amores eternos (Emecé) lo regalo y recomiendo mucho. Este que viene con ilustraciones de Cucurto, me da mucha intriga. Una dupla explosiva.
- Lake life, David James Poissant (Edhasa): El cielo de los animales me pareció uno de los mejores libros de 2015, a pesar de eso, cuando lo conocí personalmente me pareció un gringo durito, formal, más parecido a Donald Trump (tampoco tanto, pobre) que a lo que me había imaginado, pero qué importa si lo quiero para leer lo que escriba.
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Corolario. Seguramente termine leyendo todo lo nuevo que se publique (al menos a todo lo que llegue), pero este año tengo la misión de releer. Es algo que hago muy poco y que cuando ocurre, me encanta. Lo cierto es que no es lo mismo leer Stendhal a los 20 que a los 40. El otro día un amigo me decía que estaba harto de leer libros que le recomiendan y que le parecen una porquería, y que abandonó la tarea de descubrir jóvenes para abrazarse a Dickens, que nunca defrauda por más que se lo lea mil veces. Es un extremista, pero hay algo cierto. Reflexionando, yo quedé un poco contaminada de novedades este año pasado. Así que a ver si cumplo: me meto a terminar Knausgård y luego a releer a Iris Murdoch y Flaubert (Eterna Cadencia saca una nueva traducción de Madame Bovary).
Y aquí, los libros de no ficción de la semana:
Colón: teatro de operaciones, de Gustavo Fernández Walker, comentado por Laura Ramos. "El teatro Colón como territorio en disputa, donde se suceden experiencias musicales sobrecogedoras, como la única visita del director italiano Claudio Abbado al frente de la Orquesta Sinfónica de Berlín, o atentados anarquistas, tragedias domésticas, la Cavalleria Rusticana cantada por el Gran Caruso, discursos de Perón, intentos de homicidio. El Colón, con una historia colmada de significaciones, desde el emplazamiento mismo de su estructura de palco, platea, cazuela, tertulia y paraíso, es menos un símbolo de la ciudad-puerto que una encarnación, en miniatura, de toda la sociedad argentina. Colón: teatro de operaciones es un ensayo afilado y riguroso que arranca con la bomba que estalló en la platea el 26 de junio de 1810, durante una imponente función de Manon con la soprano Rosina Storchio y el tenor Giuseppe Anselmi. Un tratado sobre la música llamada clásica, los rituales de la etiqueta y los aplausos, las epifanías que no conocen de clases y la estructura de clases". Aquí, el comentario completo.
Diccionario amoroso del psicoanálisis, de Élisabeth Roudinesco, comentado por Ana D'Onofrio. "Doctora en letras, psicoanalista y escritora de renombre mundial, amiga de Derrida y discípula de Barthes y Foucault, Elisabeth Roudinesco nos trae ahora el Diccionario amoroso del psicoanálisis (Debate). A lo largo de 89 entradas, comenzando por la del “Amor”, nos sumerge en la historia cotidiana de la humanidad bajo la lupa aguda y ácida de la ciencia creada por Sigmund Freud. Con profundidad y ostensible sabiduría, bajo ella pasean la mitología, la religión, los tabúes, los arquetipos y los grandes personajes. Los complejos, las perversiones y los deseos ocultos son analizados por la autora en los distintos contextos y a la luz de diversos paradigmas, del mismo modo que aparecen Buenos Aires y París, Nueva York y Viena en una secuencia atrapante y alocada, acaso caprichosa, pero con un exhaustivo conocimiento de fondo y forma que le permite a la autora “casar un concepto con una ciudad: el ello con París; el deseo, con Roma”, según palabras de Le Huffington Post". Aquí, el comentario completo.
Hasta acá llegamos por hoy amigos. Espero les haya gustado el envío de hoy. Los leo siempre, que para eso estamos en esta vida.
Fuerte abrazo,
Flor.