Memorias de un psiquiatra
Irvin Yalom
Emecé
Uno (mi comentario)
Irvin Yalom fue un lector precoz de biografías. A los 12 años se impuso el desafío de leer de la A a la Z todas las biografías de la biblioteca que estaba a 40 minutos de bicicleta de su casa en Washington, a la que iba cada sábado a renovar los seis tomos que leía por semana. Obviamente lo cumplió. ¿Qué buscaba? Los lectores de biografías somos buscadores de tesoros. No resistimos la tentación de rastrear los indicios que expliquen el genio: ese punto de viraje, ese día, esa conversación, ese encuentro, ese descubrimiento que lo cambió todo. Pero las buenas biografías (y las buenas vidas) suelen tener poco de eso y la de Yalom, sin duda, lo es. Poco de epifánico y mucho de voluntad incansable y trabajo duro, resistencia a la adversidad, determinación, rebeldía y autenticidad. Apostador compulsivo, acomplejado, obsesivo, vanidoso, celoso y emocionalmente dependiente de su compañera, la historiadora feminista Marilyn Yalom (con quien lleva casado más de seis décadas), el novelista y referente número uno de la psicoterapia grupal se muestra en estas memorias como en ningún otro libro podría haber hecho: con sus desilusiones, sus fracasos, sus oscuridades pero también con las grandes preguntas y elecciones que lo llevaron a ser quien es y a desplegar un vida profesional plena de privilegios y de los merecidos reconocimientos que tanto anhelaba.
Dos (la selección)
Siempre tuve un resentimiento tácito hacia mi padre… que nunca, ni siquiera una vez, enfrentó a mi madre. En todos los años que mi madre me menospreció y me criticó, mi padre nunca manifestó ningún desacuerdo con ella. Nunca se puso de mi lado. Me decepcionaba su pasividad, su falta de hombría.
Tres
¿Qué me atraía de ella? Mientras escribo estas memorias y vuelvo a acercarme a mi yo más joven, y me percato de qué lío era y de cuánto me he quejado toda mi vida de no tener un mentor, de pronto observo: ¡sí tuve una mentora! Fue Marilyn. Mi inconsciente advirtió que ella estaba absolutamente capacitada para la tarea de civilizarme y elevarme.
Cuatro
Desde afuera me iba espléndidamente: me había casado con la mujer que amaba, había conseguido que me admitieran en la Escuela de Medicina, y me desempeñaba bien en todos los aspectos, pero en lo profundo de mi ser nunca estaba cómodo, nunca tenía confianza, y nunca identificaba la fuente de mi ansiedad. Tenía una sensación poco clara de haber sido herido profundamente en la primera infancia y sentía que no pertenecía, que no era tan digno o no lo merecía tanto como otros.
Cinco
Después de meses de estudio y contemplación llegué a la conclusión de que el enfrentamiento con la muerte tendría que ser el foco principal del enfoque existencial de la terapia. Creí que esto era por la intensidad y la universalidad de nuestro miedo a la muerte, pero ahora, cuando estudio retrospectivamente esa decisión, no puedo descartar la posibilidad de que mi enfoque no debió haber sido imparcial debido a mi propia angustia personal ante la muerte.
Seis
La fuerza de cambio en la terapia no es la interpretación intelectual, ni la interpretación, tampoco la catarsis, es, en cambio, un profundo y auténtico encuentro entre dos personas.
Siete
A veces me siento como un guía que escolta a otros a través de las habitaciones de sus propias casas. Qué gusto es verlos abrir puertas de habitaciones a las que nunca nadie ha entrado, descubrir alas cerradas de sus casas que contienen bellos y creativos pedazos de identidad.
Fernanda Longo es psicóloga y periodista.
En SIETE PÁRRAFOS, grandes lectores eligen un libro de no ficción, seleccionan seis párrafos, y escriben un breve comentario que encabeza la selección. Todos los martes podés recibir la newsletter, editada por Flor Ure, con los libros de la semana y novedades del mundo editorial.