Mediante prácticas en empresas, una ONG de Uruguay logró aumentar un 120% la probabilidad de estudiantes que terminan el secundario - RED/ACCIÓN

Mediante prácticas en empresas, una ONG de Uruguay logró aumentar un 120% la probabilidad de estudiantes que terminan el secundario

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Ánima es una asociación civil que ofrece cursar el bachillerato con foco en las competencias para la inclusión laboral. La propuesta, por la cual ya pasaron 467 jóvenes, integra a más de 96 empresas formadoras, estudiantes y a sus familias con la institución educativa. La iniciativa busca beneficiar especialmente a estudiantes de bajos recursos económicos, entre quienes la tasa de abandono escolar es más alta. Más del 83 % de sus egresados consiguen un trabajo.

Mediante prácticas en empresas, una ONG de Uruguay logró aumentar un 120% la probabilidad de estudiantes que terminan el secundario

Intervención: Marisol Echarri.

“Cuando entré por primera vez a las prácticas formativas de Ánima en Agrocentro, entendí el valor del trabajo de mi madre y que trabajar no es tan simple. Mi mamá trabajaba un montón de horas para que a mi hermana y a mí no nos faltara nada. Entendí el valor de la plata, del esfuerzo que hacía ella”. Quien habla es Bruno Campero, tiene 21 años y vive en Cerrito de la Victoria, un barrio de Montevideo, Uruguay. Es egresado de Ánima, donde hoy trabaja como auxiliar administrativo.

Ánima es una asociación civil que ofrece educación técnico-profesional en el bachillerato (los últimos tres años del secundario, con orientación específica), enfocada en el desarrollo de competencias profesionales y humanas para la inclusión laboral y social de jóvenes en situación de vulnerabilidad social. 

Ánima significa “alma” en latín, y eligieron ese nombre por su objetivo de promover las condiciones para que los jóvenes desarrollen sus potencialidades. 

Desde su nacimiento, en 2016, llevan brindadas 333 prácticas formativas en empresas. Además, tienen alianzas estratégicas con organizaciones internacionales y locales. Gracias a este trabajo, los estudiantes tienen un 120 % más de probabilidades de terminar el bachillerato. El 75% de los egresados sigue estudiando terciario o universitario y más del 83 % de ellos participa del mercado laboral.

La organización funciona en un edificio en el centro de Montevideo que les cedió la congregación argentina de los franciscanos menores conventuales y que ellos remodelaron. Allí, por año ingresan 50 nuevos estudiantes que transitan el final de su escolaridad con un formato que combina la formación teórica con la práctica. “Egresé de Ánima en 2019 después de cursar tres años. En 2020 entré a la facultad y en 2022 se me presentó la oportunidad de volver a Ánima, que abrió una vacante laboral, me postulé y entré”, cuenta Campero.

Pese a que finalizar el secundario es obligatorio por ley, el abandono escolar es alto en Uruguay. El bachillerato tecnológico de Ánima motiva a los estudiantes al mostrarles la relación entre lo que aprenden y sus posibilidades en el mundo laboral. (Imagen: gentileza Ánima. Intervenido por Marisol Echarri).

El origen

Ximena Sommer tiene 38 años y vive en Montevideo. Es contadora, licenciada en Administración con un posgrado en Políticas Sociales y directora ejecutiva de Ánima. Hace nueve años, después de trabajar en el ámbito corporativo, decidió enfocarse en su otra pasión: el servicio social. Creó este proyecto junto a Ignacio Puppo, Dolores Buján, María Noel González y Maximiliano Pérez: un grupo de profesionales unidos por valores cristianos y por la idea de construir un puente entre la educación y el trabajo, para que adolescentes de contextos vulnerables desarrollen su potencial.

La visión de Ánima es la de una sociedad comprometida con la educación inclusiva y de calidad, que permita a los jóvenes ser ciudadanos responsables y libres. Se inspira en la fe católica y se basa en el exitoso modelo del Liceo Jubilar en Uruguay, el primero que, desde la sociedad civil, armó un programa educativo de gestión privada y de acceso gratuito en barrios periféricos muy carenciados. Este método sirvió de base para cerca de doce liceos (secundarios) similares, que son financiados con donaciones y enfocados en la personalización y el vínculo cercano con los jóvenes.

Bachillerato con sentido

Aunque terminar la secundaria es obligatorio por ley, en Uruguay, el nivel de deserción es muy alto, especialmente entre jóvenes de bajos ingresos. De acuerdo a indicadores del Ministerio de Desarrollo Social, solo el 40 % de los adolescentes termina el bachillerato, y entre los más desfavorecidos, solo 2 de cada 10. Esto se traduce en una elevada tasa de desempleo juvenil, que triplica la media. La empleabilidad de los jóvenes suele depender de sus redes de contacto: según un informe del mismo ministerio el 75 % consigue trabajo a través de esas conexiones.Este panorama fue el puntapié para crear una propuesta educativa que motivara a los adolescentes a valorar el aprendizaje y les ofreciera mejores oportunidades. Sommer lo explica así: “Junto a dos de los cofundadores veíamos cómo los jóvenes dejaban el liceo. No veían el sentido de estudiar; las empresas no necesariamente pagan más por terminar el bachillerato. Los chiquilines no ven para qué aprender esas cosas”, cuenta. “A su vez, en nuestros trabajos veíamos todas las oportunidades de aprendizaje de crecimiento personal y profesional que habíamos tenido. Formábamos equipos de trabajo y contratábamos a jóvenes que estaban en la primera semana de facultad. No eran más que bachilleres; pero tenían proyección de seguir estudiando. Una proyección que muchas veces te da tu entorno, tu contexto socioeconómico o cultural”. A partir de eso, en 2013 Sommer se puso a estudiar políticas sociales. Fue cuando conoció la formación dual; una modalidad educativa que reconoce que aprendemos trabajando. La Fundación Bertelsmann, con quienes Ánima hoy trabaja, son los expertos en modalidad dual en España y uno de los referentes mundiales en la materia.

Sommer se formó en políticas sociales para generar puentes entre la educación y el trabajo y motivar a los jóvenes más vulnerables a no abandonar los estudios. Luego buscó replicar la formación dual, un modelo que estaba muy desarrollado en España pero que aún no se practicaba en Uruguay. (Imagen: gentileza Ánima. Intervenida por Marisol Echarri).

Formación dual como camino

“Cuando lo vi, me dije ‘esto es obvio’. Lo viví, todos lo viven cuando empiezan a trabajar. Empecé a imaginarme cómo sería en Uruguay, por qué no estaba implementada, y cómo permitiría que los jóvenes conectasen con una motivación intrínseca. Que pudieran ver que lo que aprenden es aplicable, que es parte de una propuesta, y no solo la promesa: ‘Terminá el liceo que después vas a conseguir trabajo’”, cuenta Sommer. “Siempre me pregunto por qué esperamos que los jóvenes terminen de estudiar para vincularse al trabajo —donde hay que seguir aprendiendo— cuando vemos que muchos no completan el ciclo escolar”.

Los cofundadores de Ánima hicieron un estudio para identificar las competencias que los chicos necesitaban para ser empleables en el sector de la administración y la tecnología. Diseñaron una propuesta de tres años para desarrollar estas habilidades y que terminen el bachillerato con experiencia laboral y redes de contacto. Buscaron apoyo de empresas con las que ya tenían vínculos, como Deloitte, One Tree, Take Off, Montevideo Shopping y Tres Cruces, que se convirtieron en organizaciones fundadoras y brindaron respaldo económico. La organización se constituyó legalmente.

El aprendizaje dual combina el aula y la empresa como espacios de formación. La Fundación Bertelsmann de España, con quienes Ánima trabaja, son los expertos y referentes mundiales en la materia.

En su modelo, Ánima y las empresas colaboran con roles definidos. Se diseña un plan de formación mediante una consultoría con la empresa, y se firma un contrato entre empresa, aprendiz y centro educativo con seguimientos y evaluaciones. La asociación brinda apoyo a las empresas, forma a los tutores y acompaña a los jóvenes durante todo el proceso.

Los requisitos para anotarse en Ánima de Uruguay son tener entre 14 y 17 años, vivir en un hogar con un nivel socioeconómico bajo, querer cursar 1.° o 2.° año de bachillerato en Administración o Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) y tener aprobado o estar cursando 9.° grado (3.° de ciclo básico) en secundaria.

Este Bachillerato Tecnológico en modalidad dual dura los tres años del ciclo de bachillerato y tiene dos orientaciones: en TIC y en Administración . En Administración aprenden sobre los procesos de negocio y cuentan con las herramientas para realizar tareas administrativo-contables, gestión humana y marketing. En TIC aprenden a programar, testear aplicaciones de software y dar soporte en infraestructura y administración de redes.

Para las empresas que participan como formadoras, su tarea va más allá del marco de la responsabilidad social empresarial (RSE), sino que también les permite captar talentos jóvenes. (Imagen: gentileza El País. Intervenida por Marisol Echarri).

Los pilares

Este proceso educativo tiene cinco pilares: basado en competencias, trabajo por proyectos, prácticas formativas en empresas, apropiación del aprendizaje y vínculo con las familias y una gestión educativa enfocada en la mejora continua y la transparencia. Los alumnos desarrollan competencias técnicas y transversales a través de proyectos y prácticas en empresas y reciben feedback de docentes y tutores. Se les da una laptop para los tres años. Se trabaja de cerca con sus familias, y se revisa, mejora y decide en el proceso.

El primer año es solo aula, con diferentes asignaturas, algunas transversales a ambas orientaciones, como Historia y Matemáticas, y en función de la orientación, otras técnicas como Programación, Contabilidad, Gestión Humana, etc. Si bien todas las asignaturas abordan el desarrollo de sus competencias transversales, también trabajan el desarrollo personal. Encuentros grupales individuales para el autoconocimiento, la empatía, el trabajo en equipo, su historia de vida. Conectan con ellos mismos para poder salir al mundo. En el segundo y tercer año de bachillerato empiezan las prácticas formativas.

Santiago Dirón tiene 16 años y vive en el barrio Cerro de Montevideo. Cursa el penúltimo año del bachillerato en la orientación de Administración de Empresas en Ánima y es pasante en BASF Uruguay (una multinacional química). “Acá siempre me sentí escuchado. Es muy difícil para los jóvenes conseguir un primer trabajo, pero en las prácticas formativas conseguimos nuestras primeras herramientas, acompañados por profesionales que se fijan en que recibamos un buen trato, y estemos haciendo cosas que nos interesen”, cuenta.

El compromiso de Ánima es encontrar las mejores empresas para los aprendizajes de los estudiantes. “Al principio, fue un desafío porque no existía la cultura de formación dual, pero ahora contamos con más de 100 empresas formadoras. Ser parte de este modelo genera un ecosistema para el desarrollo del talento, para los jóvenes y las empresas. Así, los formadores ven la importancia de ser espacios de aprendizaje y mejorar el liderazgo de los tutores. Además, les permite conocer y captar talento”, explica Sommer.

Valor compartido

Las prácticas duran dos años, el joven va 12 horas semanales a la empresa, aporta al negocio y desarrolla competencias. No “ocupan” un puesto, sino que suman valor, explican desde Ánima. No es necesariamente una acción de responsabilidad social, sino que busca la conexión con el modelo de negocio de la empresa, con su desarrollo, con la generación de valor compartido. Y como una política de desarrollo de talento para la captación, porque eso lo hace más sostenible. 

“Compartiendo conocimiento podemos formar y ser parte del crecimiento de adolescentes que necesitan empezar a vincularse en un entorno laboral”, cuenta Horacio Santeugini, gerente de Recursos Humanos en el diario El País, una de las empresas formadoras de este bachillerato.

Ánima ve a la formación dual como una solución a largo plazo que requiere un cambio cultural en las empresas y las personas. Según indicadores de la asociación, el 97 % de los jóvenes terminan el ciclo. 

“Esta formación me ayudó a descubrir lo que no quería hacer, y me dio la oportunidad de conocer profesiones y generar contactos. Además, me ayudó a entender otras perspectivas y a sentirme valorado en el mundo laboral”, reflexiona Campero. “Resuelve la falta de experiencia laboral que obviamente tenés a los 18 años y que, sin embargo, te piden para un primer trabajo. Es el mismo discurso de siempre, pero ¿cómo voy a conseguir dos años de experiencia a esa edad? ¿O dónde? A su vez, contribuye a terminar el bachillerato cuando se te hace muy difícil”, agrega

En cuanto a la proyección del programa, Sommer explica: “Sabemos que al financiarnos con donaciones nuestro alcance es limitado. Entonces, desde el día uno, sistematizamos nuestros procesos de trabajo y transferimos esto con éxito, para que se integre en las políticas educativas de Uruguay. Algunas instituciones estatales incorporaron la formación dual en ciclos superiores”.

El bachillerato de Ánima cuenta con dos orientaciones: en administración y el tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Por año ingresan 50 nuevos estudiantes. (Imagen: gentileza Ánima. Intervenido por Marisol Echarri).

Problemas y desafíos

Para Ánima, un gran desafío es el financiamiento con donaciones. Algunas de las empresas aliadas, además de formar jóvenes y pagarles por su trabajo, aportan económicamente, pero esto no es una condición. 

“Ahora estamos promoviendo el desarrollo del primer bono de impacto social en Uruguay, que va a salir en agosto y que impulsamos junto con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y varias organizaciones estatales. Esto nos podría dar más sostenibilidad, ya que probamos con emprendimientos, pero es difícil”, cuenta Sommer.

Resultados

Cada año, Ánima mide sus principales indicadores de resultados (la finalización del bachillerato) y de impacto (la inserción laboral y la continuidad educativa). En una evaluación de impacto independiente, se compararon con una población de iguales características y vieron que aumentan un 120 % las probabilidades de terminar el bachillerato. Pero desde la asociación creen que su trabajo, sobre todo, influye en el desarrollo personal de los jóvenes. “Vemos cómo muchos hablan de la libertad que les dio el poder sostener y lograr objetivos. Ser bachilleres, trabajar, generar contactos, sentir que pueden elegir dónde trabajar y qué estudiar. A veces están estudiando administración, hacen su experiencia en un estudio contable y se dan cuenta de que no es por ahí. Entonces terminan, y después cambian. Vocacionalmente es muy valioso. Me acuerdo de Ayelén, una joven que cuando le preguntaron ‘¿Qué es Ánima para vos?’ dijo: ‘Es apoyo y oportunidades para poder ser la persona que me guste ser cuando sea grande’. El poder conocerse e identificar quiénes quieren ser, qué quieren hacer. Trabajamos mucho en estas dos dimensiones: el ser y el hacer”, cuenta Sommer.

Hay un aspecto inclusivo que Sommer también destaca: “Otro joven me decía que Ánima le había dado la oportunidad de integrarse a otras formas de vida y conectar. Me decía: ‘Yo antes me sentía del mundo de los pobres y que nunca me iba a vincular con el de los ricos. La práctica formativa me permitió acercarme a otras personas y conocerlas, sortear ese prejuicio y esa barrera y darme cuenta de que teníamos intereses comunes, que a los dos nos gustaba programar o el fútbol’”, cuenta.

Estos resultados les valieron el reconocimiento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Soluciones para el empleo juvenil (S4YE, Banco Mundial) y Uruguay Circular (Naciones Unidas), entre otros. También fueron elegidos para ser parte del grupo Skill Innovations Network.

Para Ánima se trata de “promover el desarrollo y el aprendizaje de las personas. Que la educación y las empresas tienen ese objetivo común. Si no, no hay desarrollo económico ni crecimiento posibles”, sintetiza Sommer.

Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.