Me acuerdo
Joe Brainard
Eterna Cadencia
Uno (mi comentario)
“Me acuerdo” es una máquina perfecta, una invención literalmente increíble: no se puede creer que a nadie se le hubiera ocurrido antes. Cada vez que lo leo, y ya lo leí como tres o cuatro veces, es como si se me hubiera olvidado y lo estuviera descubriendo de nuevo. Y, por supuesto, me da ganas de imitarlo. De hecho, el primer imitador resultó más famoso que el creador original: Georges Perec, el gran escritor-teórico francés, publicó “Je me souviens” en 1978, después de haber descubierto el librito de Brainard, publicado originalmente en 1970, como “libro de artista”. Brainard era un artista Pop del círculo de Andy Warhol en los años 60, nunca llegó a ser demasiado célebre como artista, aunque he visto algunos de sus collages (su especialidad) y son preciosos. Se podría contemplar “Me acuerdo” como una especie de collage de recuerdos sueltos de su propia vida.
Con el mantra de “I remember…”, Brainard hila pedazos de su infancia y primera juventud en Oklahoma en los años 50, mezclados al azar con recuerdos más recientes, de su vida entre poetas y artistas en New York en los 60. Parecen recuerdos anotados a vuelo de pluma, y tienen siempre la virtud de la brevedad, casi como haikus, pero el conjunto de pedacitos de memoria termina configurando una autobiografía íntima y potente, con extraordinaria resonancia emocional. Y, como dije al principio, da ganas de abrir rápido un cuaderno para imitarlo. En estos días, cuando empecé a leerlo una vez más, se me ocurrió dar “I remember” como consigna para los trabajos prácticos de un taller de cine. Los resultados fueron uniformemente notables, una mezcla insólita de frescura y verdad emocional en cada “imitador”: el modelo de Brainard es como un software que permite encontrar lo que tiene de único la experiencia de cada uno. Y sin embargo, por más imitado y transitado, la originalidad y singularidad del librito de Brainard sigue brillando, como una luz inextinguible, que ilumina la vida de cada lector.
Dos (la selección)
Me acuerdo de que un día tomé un autobús para el centro, en Tulsa, y un chico al que conocía un poco del colegio vino a sentarse al lado mío y empezó a hacerme preguntas del estilo: “¿Te gustan las chicas?”. Era un asqueroso, realmente. Cuando llegamos al centro (donde están todos los negocios), me estuvo siguiendo por todas partes hasta que finalmente me dijo que lo acompañara al banco, donde tenía que guardar algo en su caja de seguridad. Cuando llegamos al banco un empleado bancario le dio su caja y nos llevó a su cabina con cortinas doradas. El chico abrió la caja y sacó una pistola. Me la mostró y yo traté de mostrarme impresionado, y después la metió de nuevo en la caja y me preguntó si quería bajarle el cierre de los pantalones. Dije que no. Me acuerdo de que me temblaban las rodillas. Después de que salimos del banco le dije que tenía que ir a Brown-Dunkin’s (la tienda por departamentos más grandes de Tulsa) y él dijo que también tenía que ir. Para el baño. En el baño de hombres intentó algo más (ya no recuerdo exactamente qué) y yo salí corriendo y eso fue todo. Es muy extraño que un chico de once o doce años tuviera una caja de seguridad. Con una pistola dentro. Tenía una hermana mayor de la que se decía que era “fácil”.
Trres
Me acuerdo de cuando pensaba que si hacías algo malo, los policías vendrían a llevarte a la cárcel.
Cuatro
Me acuerdo de una noche muy fría y muy negra, a solas con Frank O’Hara en la playa. Se metió corriendo desnudo en el mar y me dio un susto mortal.
Cinco
Me acuerdo de los relámpagos.
Me acuerdo de unas amapolas silvestres muy rojas, en Italia.
Me acuerdo de que iba a vender sangre cada tres meses en la Segunda Avenida.
Me acuerdo de un chico con el que una vez hice el amor y después de que todo terminó me preguntó si creía en Dios.
Me acuerdo de cuando pensaba que cualquier cosa vieja era muy valiosa. Me acuerdo de Azabache.
Me acuerdo de cuando pensaba que Betty Grable era hermosa.
Seis
Me acuerdo de las fiestas “Venía así como estés”. Todos hacían trampa.
Siete
Me acuerdo de la manera de caminar de Frank O’Hara. Liviana y resuelta. Con un saltito y un giro ligero. Era una hermosa manera de caminar. Segura de sí. “Qué me importa”, y a veces, “Sé que me estás mirando”.
Andrés Di Tella es cineasta. Dirigió las películas Montoneros, una historia (1995), Macedonio Fernández (1995), Prohibido (1997), La televisión y yo (2002), Fotografías (2007), El país del diablo (2008), Hachazos (2011) ¡Volveremos a las montañas! (2012), Máquina de sueños (2013), El ojo en el cielo (2013) y 327 cuadernos (2015).
En SIETE PÁRRAFOS, grandes lectores eligen un libro de no ficción, seleccionan seis párrafos, y escriben un breve comentario que encabeza la selección. Todos los martes podés recibir la newsletter, editada por Flor Ure, con los libros de la semana y novedades del mundo editorial.