Marina Dal Poggetto es Licenciada en Economía de la UBA y Master en Políticas Públicas de la Universidad Torcuato Di Tella. Desde hace más de 10 años se dedica a la consultoría económico financiera, co dirigiendo durante doce años el Estudio Bein y a partir de julio de 2017, dirigiendo Eco Go. En este diálogo la también consultora del BID apunta a las históricas distorsiones de la economía argentina (“las dos personas más importantes de una empresa eran el gerente financiero y el de relaciones públicas”), elogia el compromiso de Javier Milei con el ajuste fiscal, describe su política económica como una “heterodoxia del pragmatismo” y critica el desarme del Banco Central: “linda con la mala praxis”. Además, asegura que el contexto demanda “ordenar el Estado, no destruirlo”.
—Vamos a situarnos en diciembre del 2023. ¿En qué acertó el Gobierno en su programa económico inicial?
—Creo que la magnitud de la devaluación estuvo bien: había que estar en ese momento para devaluar semejante magnitud y sobrevivir políticamente. Pero creo que el haber amplificado el shock con el Impuesto País fue un error. La idea de ofrecer liquidar exportaciones en el modelo blend, 80 % al oficial y 20 % al Contado Con Liquidación, me parece que fue un seguro demasiado caro, porque generaste una nueva deuda comercial, que hoy se está pagando.
—Pero fue un shock controlado, que era probablemente la única receta posible.
—Sí, pero este modelo hoy te hace más dependiente del cepo, no menos. Al haber priorizado el atraso del tipo de cambio como ancla inflacionaria, y al haber bajado agresivamente la tasa de interés, de nuevo, estás más lejos de sacar los controles, no más cerca. El programa inicial decía que quería ir a la dolarización, pongamos “Ushuaia”, pero apuntaba a La Quiaca.
—¿Por qué?
—Porque lo que generaste fue una desdolarización, no una dolarización, fue al revés. Hoy no tenés hiperinflación, pero tenés tasas de inflación todavía altas, más parecidas a las de los 80, con la necesidad de un programa de estabilización también parecido al de los 80. Acá necesitás un programa fiscal, de superávit, como ancla, que está, pero además un programa financiero que te baje el riesgo país y te abra el acceso al mercado de crédito.
—Volviendo a diciembre del 23, ¿de dónde veníamos?
—De un modelo previo que era inviable y recontra perverso, porque era un modelo de brechas: cambiaria, de tasas, de precios... Pensá que las empresas tomaban todos los pesos baratos que te ofrecía el sistema financiero, porque la tasa de interés era muy negativa, para comprarle todos los dólares baratos que podía al Banco Central, y después venderlos en el mercado de precios descuidados. La acumulación originaria fue extraordinaria. Ese modelo vació el Banco Central, que nunca iba a poder comprar dólares, y aceleró la inflación.
—Un mercado plagado de distorsiones.
—A las empresas que no les importaba ni el nivel de actividad ni el costo, lo único que les importaba era la nominalidad y cómo se cubrían frente al aumento de la nominalidad. Sólo miraban la inflación, el dólar oficial, el financiero, la tasa, y la relación con el regulador. Las dos personas más importantes de una empresa eran el gerente financiero y el de relaciones públicas, porque lo único que había que hacer era conseguir dólares baratos del Banco Central a como dé lugar.
—¿Cuál es la principal virtud del escenario actual?
—El compromiso de Milei con el ajuste fiscal. Un compromiso muy interesante para la política, primero porque es inédito, pero fundamentalmente porque la sociedad se lo banca. Estamos viendo que hay una tolerancia al ajuste mucho mayor de la que todos los políticos en Argentina creían que existía.
—¿Y el principal defecto?
—Que para bajar la inflación el Gobierno primero intentó recomponer el dólar, pero ahora está usando el dólar como ancla. Se está pasando de rosca, y al no darle flexibilidad al tipo de cambio, le pasa o que le pasó a la convertibilidad. Acá respetaste los contratos, lo cual para mí estaba bien, pero tenías que construir una demanda de pesos. Atrasando el tipo de cambio, bajando la tasa de interés, y aumentando la deuda de corto plazo del Tesoro, la verdad es que generaste unos costos distributivos que no fueron homogéneos, porque al jubilado lo partiste al medio.
—¿Cuán difícil será perforar el nivel de 5 puntos de inflación mensual?
—Muy. En mayo, para que la inflación fuera del 4,2 %, las tarifas subieron 0,8 %. Tuviste que bajar la incidencia de las tarifas para bajar la inflación. La inflación núcleo también bajó, pero menos: del 6,2 al 3,7 %. En junio, tenemos aumentos tarifarios anunciados, que al bolsillo le van a impactar en julio o agosto. Eso impactará entre 1,5 y 2 puntos de inflación.
—¿En cuánto calculan hoy la inflación de junio?
—Nos da 5,7 %. Para julio y agosto también tenés aumentos pendientes en transporte. Es decir que todavía te falta recomponer los precios relativos. Si no recomponés los precios relativos tenés dos impactos. Un impacto fiscal, y el otro impacto son los balances de las compañías. Si el ajuste fiscal lo hacés acumulando deuda que creás con bonos, y los intereses de los bonos no los registrás contablemente, lo convertís en un ajuste contable. Hoy Argentina tiene 40.000 millones de dólares más de deuda total entre el mercado y de organismos, que es la que tenía en 2019. Ese año pagaba 3,4 puntos del PIB de intereses y hoy paga 1,7.
—¿Cómo se explica?
—Pasó la reestructuración Guzmán, los pesos que quedan en tasa negativa y el cambio de criterio de registro de la deuda de pesos, porque hoy no se registran los intereses. Ahora, si querés un esquema de mayor movilidad de capitales, es decir de menos CEPO, la pregunta que tenés que hacer es cuál es la tasa de interés a la cual se puede financiar la Argentina. Hoy en Argentina el riesgo país bajó mucho, pero todavía está muy alto en un mundo de tasas altas.
—¿Y los intentos por reactivar la demanda?
—Cuando uno los escucha, si cierra los ojos, percibe un enorme resabio kirchnerista. Primero, la promesa de que el salario le va a ganar a la inflación y segundo que el crédito a tasa negativa va a expandir el consumo. Cuando te mandaste semejante ajuste en el arranque de un gobierno con una sociedad paciente, la verdad que era para plantear mojones para generar un programa que dure en el tiempo. Porque la sensación es que acá te generaste varios cuellos de botella.
—¿Por ejemplo?
—El Central en junio no está comprando dólares, y el propio acuerdo con el fondo te dice que tus reservas a fin de año van a ser menores que las que tenés hoy. Empieza a aparecer la presión sobre la brecha cambiaria, aún cuando estás tirando el 20% de la exportación al mercado de contado con liquidación. ¿Es un problema ya? No necesariamente, porque todavía hay margen.
—De lejos el programa de Milei-Caputo parecía ortodoxo, pero es heterodoxo.
—Sin dudas. Tiene la heterodoxia del pragmatismo. Pero el desarme acelerado del Banco Central es de una heterodoxia que linda con la mala praxis.
—El documento del FMI a raíz de la octava revisión del acuerdo, que se publicó esta semana, pareciera que le pone límites muy claros a la eventual dolarización.
—Sí. El Fondo lo que dice es vamos a ir a una competencia de monedas a la peruana. Pero ojo que esa era una economía que estaba dolarizada de facto, en hiperinflación, y el programa de Fujimori, que entre otras cosas cerró el Congreso, apuntó a construir un ancla monetaria. Ellos fueron a un programa monetario, y construyeron la credibilidad del Banco Central, pero fue un proceso que duró muchos años.
—Sin embargo, para salir del cepo una parte del Gobierno está pensando en un nuevo acuerdo con el Fondo.
—Un nuevo acuerdo implica pasar por el Congreso, implica aceptar las condiciones de ese nuevo acuerdo, y este tipo de cambio no es un tipo de cambio para un nuevo acuerdo. Todos los programas de estabilización parten de una recomposición de precios relativos, y arrancan con el dólar arriba, no abajo.
—Ese documento proyecta una caída del 3,5 % del PBI para este año, y un aumento del 5 % para el año que viene. ¿Los números y proyecciones de EcoGO coinciden con este pronóstico?
—No son muy distintos. Pensá que la economía en marzo cayó 8,5 %, así que habrá un rebote, que será lento. El documento proyecta para el 2025 un 5 % de crecimiento en las importaciones y un 13 % de crecimiento en las exportaciones, con superávit de cuenta corriente. Y después augura un crecimiento tendencial entre el 3,5 y el 4 % anual, por los siguientes 3 años. Y siguen teniendo superávit en la cuenta corriente. Difícil.
—¿Por qué?
—El año que viene vos tenés casi USD 3.000 millones de vencimientos de intereses con el fondo, y en 2026 arrancan los vencimientos de capital. O sea, a principios de 2026 necesitás acceso al mercado de crédito o un nuevo programa con el fondo para poder pagarle las cuotas de capital.
—¿Qué debería pasar mientras tanto con la economía real?
—Acá falta un trabajo muy fuerte sobre la productividad sistémica de la economía, que incluye la desregulación, pero también un ordenamiento macroeconómico. Nuestro ordenamiento macroeconómico sigue siendo el de la convertibilidad. Llevamos 20 años de inflación, pero el sistema tributario está pensado por una economía sin inflación, y el sistema financiero está pensado por una economía sin inflación. Hoy ves la pelea entre los bancos y las fintech por el manejo de los pesos, pero los bancos todavía no remuneran las cajas de ahorro, en una economía que tuvo 200% de inflación… algo raro hay ahí. Y además en varios órdenes estamos peor que hace un año.
—¿Por ejemplo?
—Hoy tenés más deficiencia en infraestructura que la que tenías hace un año, más impuestos provinciales y municipales que los que tenías hace un año, tenés también más impuestos nacionales, tenés el impuesto país. Las empresas, por más que sean muy eficientes de la puerta para adentro, operan en el entorno y el costo argentino, que son altísimos. En una estructura tributaria inviable.
—¿Por qué?
—El principal lobby en Argentina es que la mitad de cualquier producto son impuestos, y eso convive con una masiva evasión. Como decía Miguel Bein, a veces se convierte en la principal ventaja competitiva de una PyME. Eso rompe el contrato social, con clases medias que ven la calidad deficiente de los bienes públicos y también evaden. En este contexto vos tenés que ordenar el Estado, no destruirlo.
—Cuando el presidente en el Foro de Llao Llao elogió a los que fugan capitales recibió el aplauso de esa audiencia.
—La verdad es que Argentina es un país hostil para vivir, y un país donde la acumulación de capital está asociada finalmente a las transferencias directas o indirectas del Estado. Como también decía Miguel Bain, el mayor deporte nacional es sacarle todos los pesos al Tesoro y todos los dólares del Banco Central. La acumulación de capital no está definida en función de proyectos de inversión duraderos en el tiempo con reglas del juego estable y una tasa de descuento razonable.
—¿Cuánto impactará la aprobación Ley Bases, prevista para el próximo jueves?
—Por un lado es importante que el Gobierno muestre caudal político. Por otro lado, algunas medidas del RIGI, como la libre disponibilidad de divisas, mejoran objetivamente las condiciones para algunos sectores. Pero la clave es si un verdadero salto exportador te permite acumular dólares, porque la competencia de monedas en países como Zimbabue o Ecuador no son el paraíso.