—¿Qué te movió a escribir sobre el crimen de Aramburu?
—En mi libro anterior [Born], conté que mientras los hermanos Born estaban secuestrados recibían publicaciones de Montoneros para leer. Y en una de esas se contaba el operativo que habría hecho Paco Urondo para robar el cadáver de Aramburu de la Recoleta. “No les bastó con haberlo matado”, les dijo uno de los Born [a los secuestradores]. Yo no conocía esa historia, que buscaba terminar con un intercambio inconcluso: cuando matan a Aramburu, supuestamente esconden el cadáver exigiendo que la dictadura de ese momento trajera el cuerpo de Eva Perón del extranjero. Como finalmente descubren el cadáver de Aramburu en Timote, cuatro años más tarde [los montoneros] se lo roban del cementerio de la Recoleta. Ese intercambio de cuerpos, con lo que significaron cada una de estas figuras, Aramburu y Evita, y la incomodidad de la historia de Aramburu (¿asesinato? ¿fusilamiento? ¿ajusticiamiento?), esta imposibilidad de usar un verbo que nos quede cómodo a todos me hizo sentir que ahí había algo incómodo. Y a mí me gustan los temas incómodos porque me parece que es donde hay que indagar y entender por qué.
—¿Qué dilemas te trajo la investigación y cómo los resolviste?
Uno de los dilemas fue qué hacer con un mail que me había mandado [Mario] Firmenich: ¿era un mail privado o podía publicarlo? Yo sentí que podía publicarlo. Por otro lado, mi relación con la mujer de Firmenich fue muy interesante porque, si bien ella nunca se propuso como intermediaria, cuando él decidió no cooperar más, ella siguió hablando conmigo y [el dilema fue] saber cómo hacer para sostener ese vínculo. En la investigación hubo cosas que yo no podía resolver porque no contaba con los testimonios para saber si en Timote todo había ocurrido como contó Firmenich en [la revista] La causa peronista, que es la única versión que se conoce. Tengo la información de que había una persona más y tengo el nombre, pero no lo publiqué porque esa persona nunca lo admitió públicamente y no pude hablar. Decidí que iba a poner todas las versiones posibles de las cosas que no pudiera resolver por el lado de la información, para que el lector sacara sus propias conclusiones y yo fuera honesta.
—¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
Me gustó mucho Confesión, de Martín Kohan; ahora estoy leyendo La hija única, de Guadalupe Nettel; me encantó Teoría de la gravedad, de Leila Guerriero; también Periodismo: instrucciones de uso, una antología de Reynaldo Sietecase que tiene muchos ángulos. Y tengo ganas de leer el Gardel de [Felipe] Pigna, el personaje me parece muy maradoniano.
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