Malvinas, crónicas de cinco siglos, comentado por Flavia Tomaello- RED/ACCIÓN

Malvinas, crónicas de cinco siglos, comentado por Flavia Tomaello

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Un especialista invitado comenta un libro de no ficción y elige los seis párrafos de ese libro que más le hayan llamado la atención.

Malvinas, crónicas de cinco siglos, comentado por Flavia Tomaello

Malvinas, crónicas de cinco siglos
Alejandro Winograd  
Ediciones Winograd   

Uno (mi comentario)

Malvinas es un abismo de conocimiento para la mayoría de los argentinos. De la guerra hay sobreabundancia de datos y relatos. Del espíritu reivindicatorio nacionalista existen argumentos. Sin embargo, de las vivencias que atravesó el archipiélago a lo largo de su historia, hay poca memoria. Lo que se cuenta se repite. Hay poco novedoso. Este libro es todo lo contrario. Es una lectura que zarpa hacia el descubrimiento. Un gran trabajo de artesano ha realizado Alejandro Winograd para componer este texto que, cumple -sin defraudar- con la meta que se propone.

Un relato que parte del 1600 y enhebra cada perla de la historia a partir de una cuidadosa recuperación de bitácoras y anotaciones, escritos de época, documentos de conquista y textos epistolares… un puntilloso trabajo de orfebre que se surtió de detalles hallados en cientos de fuentes diferentes. 

Una obra faraónica de un espíritu obsesivo por encontrar la forma de contar las Malvinas desde todos los frentes posibles. El relato propone un camino que, además de cronológico, construye en el lector una experiencia de acercamiento al mito con múltiples voces. Algunas imprecisas para los históricos ortodoxos, pero todas ellas con la honestidad genuina del relato personal.

Lo más valioso de este ejemplar, se compone de una trilogía de aciertos. El primero: la honesta convocatoria de materiales originales, que no han sido cernidos por una edición homogeneizante. El segundo: la inquietud solvente de reunir diversidad, con un cariz heterogéneo que va desde fuentes a épocas, de estilos a protagonistas, de probritánicos a nacionalistas a ultranza. El tercero: el rastreo e incorporación de material inédito. No solo
se han curado textos precedentes, sino que se han incorporado algunos nunca antes compendiados.

Una obra con el honesto criterio de hacer saber.

Dos (la selección)

A la noche, los ingleses iniciaron el ataque. Cuando empezaron a disparar, López me dijo que lo último que faltaba era que Miño volviera y nos gritara:

-¡A la carga, mis valientes!

Por supuesto, eso no pasó; pero lo que sí hizo el teniente fue acercarse a cada uno de nosotros y preguntarnos si estábamos bien.

Después, a las cuatro o cinco de la mañana, tuvimos que replegarnos y fuimos hasta el sitio en el que estaban las dos cocinas de campaña, unos tres kilómetros detrás de la que había sido nuestra posición anterior. Había mucha confusión y mucha gente. Miño y otros tenientes se hicieron cargo de la situación y dijeron que todavía no habíamos terminado. Nos hicieron reagrupar y nos llevaron de vuelta sobre nuestros pasos para recuperar el terreno que habíamos perdido. Para entonces, las águilas se habían dispersado y López y yo estábamos solos. Escondimos nuestras mochilas y recogimos un par de ametralladoras, algunas granadas y una caja de municiones. Esas armas, una lata de corned beef  y las cartas que habíamos recibido durante los dos meses anteriores era todo lo que teníamos cuando fuimos a pelear nuestra última batalla.

Tres

Para el sargento, eso fue suficiente. Despertó a sus soldados y les ordenó que se alistaran. Yo había vuelto a mi posición. Solo nos separaban unas pocas decenas de metros pero apenas podía verlos y tenía que interpretar los sonidos que producían para saber qué estaban diciendo. De pronto oí claramente el chasquido que hizo la ametralladora cuando el sargento llevó la primera munición a la recámara.

“Va a empezar” pensé. El silencio de la noche revela todos los sonidos, y el sonido de las ametralladoras acalla cualquier silencio.

La primera andada duró tres o cuatro minutos. El agua siempre tranquila de la bahía se levantaba como una cortina que sumaba el chapaleo de su caída al tableteo de la ametralladora. La noche, que hasta entonces había sido tan oscura, se llenó de luz. A un lado, los fogonazos que despedía la ametralladora y al otro, las líneas luminosas y fugaces que señalaban el camino que seguían las balas trazadoras después de rebotar sobre la superficie del agua.

“Parecen fuegos artificiales” pensé. Aunque la verdad es que no se parecía a nada que no fuera eso: una ametralladora de la Segunda Guerra disparando en medio de la noche. Era una escena extraña y, de alguna manera, bella.

Cuatro

La batalla de las Termópilas se convirtió rápidamente en un símbolo; en la verificación de que, cuando se combinan el coraje, la inteligencia y el amor por la propia tierra se puede lograr lo imposible; como, por ejemplo, que los muertos vivan para siempre y que los que han sido derrotados sean invencibles. Desde entonces han transcurrido dos mil quinientos años, y la batalla ha sido recreada infinidad de veces. Una de las más recientes de esas recreaciones ha sido la que hizo Zack Snyder en la película 300, basada en un cómic de igual título creado por Frank Miller y Lynn Varley. Los personajes, tanto en la película como en el cómic, son arquetípicos. Jerjes y sus hombres son exóticos, amanerados y crueles; los nobles espartanos, timoratos, y en algunos casos, intrigantes; los sacerdotes, mezquinos y corruptos, y Leónidas y sus guerreros son los héroes perfectos que siempre saben los que deben hacer y que no dudan en hacerlo. Seguramente, esta forma de representar a los héroes y villanos forma parte de las reglas del género y ayuda (o, al menos, a mí me ayuda) a sumergirse en la historia con la confianza de que nadie va a defraudarnos. pero vale la pena tener en cuenta que, cuando no se trata de personajes de un cómic sino de seres de carne y hueso, lo normal es que la regla se invierta y que todos (reyes, cortesanos, nobles, soldados e incluso héroes) hagan cualquier cosa menos lo que uno esperaría.

Cinco

El único cuadrúpedo nativo de las islas es un gran zorro con aspecto de lobo (Canis antarcticus), que es frecuente tanto en East como en West Falkland. No tengo duda de que se trata de una especie singular confirmada en este archipiélago, porque muchos foqueros, Gauchos que han visitado estas islas sostienen que nunca han visto un animal similar en ninguna parte de Sudamérica y Molina pensó que se trataba del mismo animal que su “culpeo” a partir de una similitud de hábitos. Pero he visto ejemplares de los dos y son bien distintos. Estos lobos son bien conocidos a partir de los relatos hechos por Byron acerca de su domesticidad y de su curiosidad, que los marinos, que se arrojaban al agua para evitarlos, confundían con fiereza. Sus hábitos permanecen sin cambios hasta el presente. Se los ha visto entrar en una carpa y tomar un pedazo de carne guardado bajo la cabeza de un hombre que dormía. Los gauchos los matan frecuentemente durante la noche, sosteniendo un trozo de carne en una mano y un cuchillo listo en la otra. Hasta donde yo sé, no hay un caso similar en ningún otro lugar del mundo en que una masa de tierra tan aislada tan pequeña, distante de cualquier continente posea un cuadrúpedo autóctono de ese tamaño.

Seis

Quisiera que se me permita señalar especialmente que Hawkins y Strong no sólo vieron tanto Falkland del Este como Falkland del Oeste sino que en 1690 Strong fondeó repetidamente entre ellas y desembarcó. Y si insisto es porque se ha puesto tanto énfasis en el hecho de que Beauchesne Goüin haya fondeado en su costa este en 1700.

En el año 1600, las islas que ahora se llaman Jason, Salvages o Sebaldinas, situadas en el extremo noroeste de las Falkland, fueron vistas y bautizadas por Sebald de Weert. Y durante los dos siglos siguientes, muchos otros navegantes navegando hacia o desde el Pacífico, vieron las Falkland. Pero no parece que haya habido ningún otro desembarco y ni siquiera, que algún barco, salvo el Saint Louis, de Saint Malo haya fondeado allí después de Beauchesne hasta que M. de Bougainville desembarcó para fundar su colonia en febrero de 1764.

Siete

Los caiquenes, que hace pocos años eran muy numerosos, ahora apenas si se ven; de modo que los únicos suministros con que se puede contar son patos y gansos que se alimentan del pescado y sustancias afines que hay en la costa, y que por ello no tardan en hacerse nauseabundos al gusto. Por lo tanto, es adecuado mencionar qué pueden proveer las islas ahora, pues los informes de hace muchos años no se aplican al presente. Un ejemplo de esto ocurrió en el caso de un barco francés que llegó al puerto de Egmont en el año 1820 en busca de una carga de cueros de lobo marino y aceite. El capitán era un teniente de la armada francesa y su barco estaba elegante y costosamente equipado. Al parecer, proyectó su viaje basándose en que su padre había estado en ese puerto hacía cuarenta y dos años, y que en esa ocasión había visto las playas cubiertas de elefantes marinos y focas. El hijo esperaba que esto continuara siendo así; pero como no encontró ni un animal, abandonó el viaje, indudablemente causando grandes pérdidas a sus empleadores.


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