Berenice tiene 44 años, es madre de tres y hermana de dos. Tiene una sonrisa amplia, se ríe fácil, y se define como enemiga de la injusticia, lo que la llevó a estudiar derecho. Hasta mediados de 2018, se puede decir que Berenice llevaba una vida normal en Isla Margarita, al norte de Venezuela, ejerciendo su carrera de abogada y cuidando de su familia.
Pero en los últimos meses la vida de Berenice dió un vuelco. En julio del año pasado fue diagnosticada con un cáncer de mama de Grado II. Luego de una operación y 6 ciclos de quimioterapia, hoy Berenice tiene apenas energías para salir de su cama. Como miles de otros venezolanos, su lucha contra la enfermedad es una lucha que, a raíz de la crisis económica y política que atraviesa el país, es cada día más árdua.
“Berenice siempre fue la más fuerte de los tres, la que salía en defensa de nosotros en cualquier situación, la peleadora. Siempre tuvo un espíritu de guerrera”, cuenta José Jesús Gómez, el hermano menor de Berenice, desde Uruguay, donde migró a principios de 2018.
No es el único de la familia de Berenice que decidió irse de Venezuela en búsqueda de mejores oportunidades laborales. También a principios de 2018, antes de que Berenice fuese diagnosticada, su marido e hijo mayor migraron hacia Perú en búsqueda de trabajo.
Por casi una década, el Programa Nacional de Cáncer de Venezuela garantizó el acceso gratuito a medicamentos oncológicos y tratamientos de quimioterapia en centros públicos de salud. Sin embargo, en 2016, en el marco de la creciente crisis económica, el Estado redujo la lista de medicamentos prioritarios a comprar, dejando afuera enfermedades crónicas complejas como el cáncer de mama.
La acotación del programa nacional oncológico significó para Berenice tener que buscar tratamiento en instituciones privadas. Desde Uruguay y Perú respectivamente, el hermano y esposo de Berenice pudieron facilitar la mayor parte de los costos de la cirugía, unos $1.000 dólares estadounidenses.
“En la Isla Margarita teníamos una de las unidades oncológicas más importantes del país, pero hace años que no está funcionando”, cuenta Berenice. “A nivel nacional, solo queda un hospital que está aplicando los tratamientos, pero la lista de espera es de 6 a 8 meses. Pero yo no tengo ese tiempo. Por eso no nos queda otra opción que recurrir a las clínicas privadas”.
A pesar de haber finalizado sus tratamientos de quimioterapia a principios de este año, ahora Berenice debe recibir 33 sesiones de radioterapia, un tratamiento para asegurar que no queden células malignas en su cuerpo. El tratamiento, que debe recibir lo antes posible en Caracas, tiene un costo de $3.500 dólares.
“La primer fase del tratamiento la pudimos costear gracias a toda la ayuda de amigos y familiares. Pero con la segunda fase nos vimos obligados a abrir una campaña de recaudación pública, porque el costo es demasiado alto”, dice José, el hermano de Berenice.
La decisión de hacer público su pedido en la plataforma de recaudación GoFundMe no fue fácil para Berenice. Pero de a poco, la campaña está dando sus frutos. Hasta el día de publicación de esta nota, lleva recaudados $1,500 dólares.
“No estoy acostumbrada a pedir nada a nadie”, cuenta con lágrimas en la voz. “Toda la vida he trabajado y he ganado mi dinero. Me da muchísima vergüenza estar recurriendo a los demás, porque sé que cada uno tiene sus realidades. Pero no sé qué más hacer para salir de esto”.
Para Berenice, su lucha no es solo para ella misma, sino también para sus hijos.
“Necesito curarme para estar con ellos, dependen completamente de mi. Yo quiero vivir. Y cada donación suma. De a granito a granito, haremos una montaña”.
Hacé tu donación para que Berenice pueda completar su tratamiento