Dado que tienen apenas menos de 5 milímetros de diámetro (son más chicos que una semilla de sésamo) podrían pasar inadvertidos. Pero se están convirtiendo en un problema cada vez más tangible en el mundo de plástico que estamos construyendo. Los microplásticos son pequeñas piezas que ya se han encontrado en los océanos, en las cimas de las montañas y también en nuestros cuerpos.
Diferentes investigaciones científicas los detectaron en los pulmones, en la placenta, en la leche materna humana y en la sangre. “Durables, versátiles y baratos de fabricar, están en nuestra ropa, cosméticos, electrónicos, llantas, paquetes y muchos más artículos de uso diario”, explica este artículo de Science News.
Se estima que al cuerpo humano ingresan a través del aire que respiramos y de los alimentos y líquidos que bebemos, principalmente aquellas piezas que son indetectables al ojo humano. Aun así, no sabemos cuántas partículas estamos consumiendo. Algunos estudios sugieren que se trata de alrededor de decenas de miles de microplásticos por persona por año.
Ahora bien, la respuesta a la pregunta de cómo nos puede estar afectando es compleja. Como suele suceder, hay estudios que asocian a las partículas plásticas con los más diversos efectos: alteran el microbioma intestinal, inflaman, reducen la calidad del esperma, perjudican el aprendizaje y la memoria, entre tantos más.
Ante estos hallazgos, es importante tener precaución. En primera instancia, suelen ser investigaciones en animales de laboratorio que no se han replicado en humanos. Además, se suelen usar concentraciones de microplásticos irrisorias que no son relevantes en el mundo real y cotidiano.
“La complejidad involucrada en el análisis de la combinación interminable de tamaños, formas y firmas químicas de los microplásticos significa que actualmente hay poca investigación sobre sus impactos en la salud”, explica en un artículo de The Conversation sobre el tema el investigador francés Martín Henseler.
No obstante, esto no significa que la evidencia científica incipiente no esté encaminada a demostrar que no son para nada benignos. De momento, los estudios sobre los efectos en la salud están en proceso y las preguntas más importantes todavía no encontraron respuestas satisfactorias.
Como advierte la Fundación Plastic Soup, “debido a que los humanos ingieren microplásticos, no es de extrañar, por ejemplo, que se encuentren en nuestras heces. Sin embargo, el cuerpo humano apenas ha sido estudiado por posibles riesgos para la salud. Hay fuertes indicios de posibles riesgos para la salud, pero todavía hay muchas incertidumbres y lagunas de conocimiento”.
Frente al problema creciente y la falta de información, la organización propone:
- Comprobar si los cosméticos contienen ingredientes plásticos en la lista de ingredientes y disminuir su consumo.
- Reducir la huella plástica usando la aplicación My Little Plastic Footprint.
- Iniciar acciones, como la limpieza de una reserva natural o parques.
- Concienciar a las infancias en las escuelas y en casa sobre el problema del plástico.
- Realizar donaciones a organizaciones que se dediquen al problema.