La Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires inicia mañana su edición número 14, y continúa hasta el domingo. De Borges a Nostradamus, volúmenes increíbles por miles de dólares o solo por unos pesos: así es la fiesta del papel amarillento en la era de las pantallas táctiles.
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Louis Éconches Feuilléé, que se destacó entre los exploradores del siglo XVIII como botánico, geógrafo y astrónomo, emprendió en 1707, con el aval del rey Luis XIV, un viaje por América del Sur para llegar hasta el cabo de Hornos y registrar observaciones de flora y fauna. A su regreso publicó, entre 1714 y 1725, tres volúmenes. Y no se privó de mencionar al Monstruo de Buenos Aires. En una ciudad que ha sido poblada históricamente por varios seres horribles, el Monstruo de Feuillée no debería causar sorpresa. Sin embargo al observar su cabeza orejuda y unicornia, su ojo ciclópeo, su sonrisa cínica y su cuerpo equino, el espanto es inevitable.
La última vez que fue visto en público, el Monstruo de Buenos Aires se hallaba en una vitrina del stand de la Librería Fernández Blanco, en la Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires, hace algunos años. No era la única curiosidad que se podía ver en esa reunión de bibliófilos, pero tal vez era la más aterradora. Mañana la Feria inicia su edición número 14, y continúa hasta el domingo.
Este año se hará de forma virtual a través de esta página web con muy buenas fotografías. El encuentro tendrá a 25 libreros y está organizado por A.L.A.D.A., la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina. Ofrecerá una diversidad de obras, desde el siglo XV hasta primeras ediciones y piezas de colección del siglo XX para coleccionistas y bibliófilos.
Un libro antiguo no es lo mismo que un libro usado. “Se caracteriza”, explican desde ALADA, “por su rareza o escasez, su singularidad, por la exquisitez de su concepción, por las ilustraciones originales de un artista o la dedicatoria manuscrita de su autor, y sus ediciones habitualmente son limitadas y de corta tirada. Incluso algunas ediciones ilustradas o cómics de hace un siglo adquieren en la Feria el status de pequeñas obras de arte”.
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En esta edición, la Feria también incluye un programa de charlas, entrevistas y presentaciones que contará con el librero Víctor Aizenman, quien abrirá la Feria con una charla sobre bibliofilia, y Carlos Vertanessian, quien compartirá su mirada sobre los daguerrotipos y los letrados en nuestro país (vía Telam).
Sergio Pujol abordará al biógrafo como historiador cultural; Sol Rébora, Flor Goldztein, Fermina Ziaurriz y Elena Padín hablarán sobre la encuadernación, restauración y conservación del libro; Natalia Méndez, Juan Olcese y Daniel Zachariah abordarán la historia del libro infantil; y el director, autor, traductor teatral y actor Rafael Spregelburd disertará sobre “Lo ilegible”.
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“La sola antigüedad de un libro no alcanza para valorarlo”, me dijo una vez Alberto Casares, expresidente de A.L.A.D.A. “La imprenta que lo hizo, las ilustraciones, el tipo de encuadernación, el autor, el tema que trata y el estado físico del libro: todo ese conjunto determina el interés”.
Jorge Luis Borges hizo en la librería de Casares su última aparición pública, el 27 de noviembre de 1985, antes de partir a Ginebra. Aquella tarde se exponían sus primeras ediciones. “Entiendo a la librería como un servicio donde uno tiene que responder a la demanda de un cliente”, me dijo Casares. Pero cuando le pregunté si Borges le pidió alguna vez libros antiguos, respondió: “¡Ojalá me hubiera pedido alguno! En una oportunidad estuvo en mi librería, pero no era habitual que viniera”.
Entre tantos textos poderosos, quizás los más significativos son los manuscritos de Jorge Luis Borges que ha tenido Víctor Aizenman, un librero señalado por muchos de sus colegas como “el príncipe de los anticuarios”. Su colección es un conjunto de manuscritos de algunos de los textos más importantes de Borges, en sus primeras versiones. “Es interesante ver su proceso creador”, me dijo Aizenman, “con sus alternativas léxicas y sintácticas. Borges era muy prolijo y obsesivo, inclusive en los tachones, y ya concebía las variantes de una frase o de un adjetivo, de modo que usaba un sistema de corchetes para enumerarlas y elegirlas después, en una versión posterior”. Entre los cuentos manuscritos estaban “La muerte y la brújula” y “Emma Zunz”.
Elena Padín Olinik, de la librería Helena de Buenos Aires, aprendió el oficio al lado de un librero francés y durante muchos años fue la niña mimada del gremio de los anticuarios. Entre muchos textos singulares, hace unos años en su stand destacaba Les Propheties de M. Michel Nostradamus, dos tomos editados en Lyon en el año 1655. Allí, en cuartetos, el visionario contó las catástrofes que atravesaría el mundo hasta el año 3797, cuando finalmente llegara su fin.
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Bueno, pero ¿cuánta plata se mueve? 💰 Ningún librero está interesado en referirse abiertamente a los precios, pero en un remate inglés se pagó, en 2003, una fortuna de 27.000 dólares por un manuscrito de Borges de “El verdugo piadoso”.
Un ejemplar de la primera edición de Fervor de Buenos Aires, el primer libro del mismo autor, puede llegar a costar 15.000 dólares…
Ánimos: también hay libros a 100 pesos.
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“En toda gran biblioteca hay una sala que se denomina ‘el tesoro’ y es donde se guardan las piezas de gran valor. Por supuesto que esto no sólo no amilana al ladrón, sino que lo potencia. Él sabe que tiene que robar allí, ya que lo que está fuera no tiene valor. Hace algunos años se robaron Fervor de Buenos Aires. ¿Recuerdas que te he hablado de su valor?”. Camilo Rodríguez Aldao habla sin parar. Quiere convencer a su jefe, el empresario Rodrigo de Atchuel, de que vale la pena montar el operativo “el gran Georgie”: una carrera imposible para formar una colección de piezas de Borges a rematar por varios millones de euros. Y si hay que recurrir al robo y a la falsificación para lograrlo, lo harán. Esto es lo que Alejandro Vaccaro, uno de los mayores coleccionistas de Borges, escribió en su novela El manuscrito Borges.
Pero el caso realmente existió: robos y falsificaciones son dos de los males que aquejan a los coleccionistas y a los anticuarios que buscan los libros más valiosos del mercado.
“En el campo literario los valores son infinitamente más bajos que en el arte pictórico, y por consiguiente el mercado es mucho más chico, de modo que no se justifica para los estafadores”, me dijo hace tiempo un anticuario bien ubicado que prefirió mantener su identidad en reserva porque, explicó, “cada vez que sale una nota de nuestro rubro pasamos a ser todos sospechosos de algo”. Agregó: “En general, los que intentan falsificar son profesionales del rubro, ayudados por artesanos o artistas que, necesitados de dinero, copian dedicatorias con parámetros que les dan los libreros”.
- De la Biblioteca Nacional se han robado, según estimaciones de los especialistas, unos 200.000 ejemplares en los últimos 50 años 😱
“Determinar si un libro fue robado o no es una cosa bastante compleja”, me dijo Alejandro Vaccaro, sentado a la mesa de una sala señorial de la Sociedad Argentina de Escritores. Ninguna de las grandes bibliotecas argentinas estuvo a salvo de los amigos de lo ajeno: además de la Nacional, la del Congreso, la del Banco Ciudad, la del Banco Central, la del Archivo General de la Nación, la del Museo Mitre, la del Teatro General San Martín y la del Maestro también fueron robadas.
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