"Dejá de bolichear", fue el pedido de Daniel Gollan, ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, la semana pasada, cuando ya era evidente que la segunda ola había llegado.
El mensaje apuntaba claramente a los jóvenes y generó polémica por el tono acusatorio del tweet. Pero Gollan tenía una razón concreta por preocuparse (quizás, no para enojarse): en el último mes, la edad promedio de las personas contagiadas es 39 años y un tercio de esos casos corresponde a menores de 30. Al Gobierno y a las autoridades sanitarias les preocupa porque son a los que más cuesta convencer de respetar los confinamientos y restricciones.
Y no solo en la Argentina. Las reuniones y salidas de adolescentes fueron el principal factor detrás de los rebrotes en Europa. Los centennials y millenials son señalados por entidades como la Organización Mundial de la Salud y autoridades sanitarias como aceleradores de estos rebrotes de coronavirus porque son una población que menos se cuida y la más difícil de disuadir.
“El relajamiento social continuó. Todos hemos visto cómo durante la Semana Santa se repitieron fiestas y reuniones que contradijeron todos los protocolos”, dijo el presidente Alberto Fernández la semana pasada cuando se preparaba para anunciar las nuevas restricciones.
En la primera ola fueron nuestros abuelos, pero ahora son los jóvenes los que más sufren la fatiga mental del confinamiento. Ahora, con el endurecimiento de las medidas y la prohibición de reuniones sociales, la mirada está sobre los grupos de menor edad.
“Ha bajado mucho la edad media de los pacientes, la gente piensa que si los jóvenes se contagian no les pasa nada y no es así”, advirtió hace unos días la ministra de Salud, Carla Vizzotti.
La voz de los jóvenes
Quisimos hablar con los jóvenes de la comunidad RED/ACCIÓN para escuchar su versión y saber por qué muchos de ellos eligen no cuidarse. En estos momentos, es importante salir de la lógica binaria, la que se desdobla en responsabilidad/irresponsabilidad, distancia social/contagio o precaución/egoísmo y en la que como sociedad podemos perdernos y enemistarnos. Caer en absolutismos no contribuye a enfrentar el dilema.
Con eso en mente, y para entender mejor qué siente y piensa esa generación, les preguntamos: ¿Son conscientes de los riesgos? ¿Por qué muchos de ellos ignoran las restricciones?
- “Me levanta física y anímicamente. Cambiar de aire, reírme, contar anécdotas”, dice Martina.
- “No se trata de beneficios. Se trata de libertad, del derecho que tiene cada uno de cuidarse como considere”, es como lo explica otro de los jóvenes que respondió a la pregunta sobre los beneficios te trae asistir a eventos sociales.
- “Estoy emocionalmente devastada. Lo necesito”, confiesa Julieta.
Estas tres respuestas son parte de las casi 1.500 que recibimos a una serie de preguntas que hicimos desde RED/ACCIÓN para escuchar, y aprender. Para algunos es tomar un riesgo consciente, donde los beneficios superan los potenciales peligros. Para otros es una necesidad mental.
Un estudio publicado en estos días revela que el 52% de los trabajadores argentinos, especialmente los más jóvenes, extraña la interacción con colegas y les resulta difícil el home office. La falta de interacción afecta especialmente a quienes tienen entre 18 y 24 años, según el informe de la consultora Randstad.
Dos psicólogas nos explicaron que para los jóvenes socializar tiene un rol emocional protagónico. Y que el distanciamiento social los golpea justo en un momento en que ellos mismos están en crisis de crecimiento, algo natural para los adolescentes, es decir con un movimiento interno muy fuerte.
“En los adolescentes el grupo de amigos cumplen funciones clave a la hora de conocerse, explorar sus intereses, en el desarrollo del sentido de pertenencia y en la conformación de su identidad. Necesitan de sus pares para enfrentarse a otras formas de ver el mundo, cuestionar lo aprendido en su familia, armar sus ideologías, pensamientos e incluso para acompañarse en las experiencias que van atravesando”, explica Camila Morbelli, psicóloga cognitiva que se especializa en jóvenes y adolescentes.
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Agrega que en los centennials, que rondan los 20, por ejemplo, “la importancia de la socialización está en desarrollar y fortalecer la autonomía. Aparecen hitos clave como el primer trabajo, mudarse, la vida en pareja y demás que tiene lugar puertas afuera del hogar y, en ese sentido es comprensible la necesidad de relacionarse con otros”.
Morbelli hace hincapié en que la fatiga pandémica, especialmente entre las generaciones jóvenes, se revierte rápidamente mediante el contacto social y la mayoría de ellos consciente o inconscientemente lo saben.
Sus miedos y ansiedades
“Estuvimos un año encerrados. Hicieron marchas, entre otras cosas, y nadie les dijo nada. Ahora déjennos disfrutar un rato”
Lo dice casi con tono de consigna “Juan” en una entrevista en TN en la que no quiere dar su nombre.
Los jóvenes tienen clarísmo que en parte lo que hacen es un poco irresponsable.
Cuando los consultamos desde nuestro Instagram, quisimos que nos contaran sus preocupaciones y temores más grandes. El dato más contundente: de los casi 1.500 que respondieron nuestras preguntas, 1.026 dijeron que su miedo más grande de salir y juntarse con amigos es contagiar a un familiar.
Pero a la hora preguntarles si tenían temor a contagiarse, su respuesta revela un toque de autocomplacencia.
El miedo a estar solo
Fue una de las respuestas que surgió de una conversación por Zoom con algunos de nuestros miembros co-responsables en preparación para esta nota. Rosario hizo hincapié en que nadie está preparado para una pandemia y que es más que un desafío poner límites después de un año, sino algo imposible. Dice que en su familia le encontraron la vuelta para no ser irresponsables: “Yo encontré un método. Si quiero ver a mis papas, antes hago cuarentena de 15 días”.
"En casa hubo una negociación. Mamá quería salir a trabajar, mi hermanita de 8 años empezaba a necesitar contacto con gente de su edad. Mi hermana médica. Entonces negociamos. Pero agarra culpa quien sea que traiga el bicho. En mi caso fue mi hermana de 19, que contagió a toda la familia”, confesó Renata Berra, una de nuestras colegas que estuvo en la charla.
Una de las jóvenes que participó a través de nuestra cuenta de Instagram confiesa que tiene miedo a: “Estar sola en este país y no poder salir o hacer vida normal o sentirme mal”.
‘Solitude’ y ‘loneliness’: las dos formas de la soledad en cuarentena
Rebeldía, irresponsabilidad o necesidad de salud mental
Una nota reciente del New York Times lo puso en perspectiva: ¿es posible y realista cuidarse en un 100%? ¿Será mejor idea pensar en un espectro de riesgo y establecer prioridades a la hora de cuidarse y prevenir el COVID-19?
El impacto de la pandemia sobre la salud mental de los más jóvenes es indiscutible y sus efectos a largo plazo son inciertos. Una encuesta de UNICEF sobre jóvenes latinoamericanos de entre 13 y 29 años, que incluyó a la Argentina, reveló que un 46% siente menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba. Más de una cuarta parte había sufrido ansiedad y un 15%, depresión.
“Los seres humanos son criaturas sociales que anhelan la conexión y el placer y que no pueden minimizar el peligro en todo momento”, dice un experto que cita The New York Times.
La psicóloga Corina Pryor nos dice que eso es más evidente aún en los jóvenes. “Somos todos seres sociales así que es importante para todas las edades el estar conectado con otros. Tener vínculos protege al cerebro pero un cerebro púber o adolescente está en formación así que esta pandemia los afecta especialmente”.
Y agrega que “la angustia que produjo tanto encierro intensificó la desesperación por salir. Creo que es algo que le pasó a mucha gente de todas las edades”. Y aclara que no hay generalizar ni estigmatizar a los jóvenes como irresponsables. “Creo que como todo en la vida hay gente que tienen conciencia de la necesidad de cuidarse y cuidar a la gente con la que viven, a la gente que quieren”.
¿Salir de joda o una válvula de escape?
Socializar tiene un rol protagonico para los jóvenes y adolesecentes, nos explica la psicóloga Camila Morbelli. Y a eso hay que sumar que se sienten más “inmortales” y no tienen miedo de contagiarse: “Es probable que la percepción de riesgo en jóvenes y adolescentes sea menor que adultos mayores y personas de grupos de riesgo. Nuestra exposición a conductas potencialmente dañinas depende en gran medida de la forma en que creemos que eso nos puede lastimar. Entonces, es probable que los grupos que no perciben demasiado peligro en contagiarse tienden a exponerse más que los otros”.
¿Cómo justifican los jóvenes de la comunidad de RED/ACCIÓN sus salidas? La respuesta más escuchada —y por una abrumadora mayoría— es que para ellos salir es una válvula de escape.
Entre los expertos con los que hablamos hay coincidencia en que, probablemente, la irresponsabilidad radical y la clandestinidad seguirán existiendo. Pero creen que el Estado debe trabajar en la creación de espacios de socialización que sean seguros para brindarle alternativas a los jóvenes, para que tengan la opción de cuidarse.
A su vez, Morbelli dice que, teniendo en cuenta el rol que ocupa en los jóvenes el socializar y la baja percepción de riesgo para sí mismos, podemos comprender mejor el hecho de elegir juntarse. “Por eso creo que es importante escuchar con empatía y reconocer tanto las necesidades como dificultades para entender mejor la complejidad de esta problemática”, concluye.