Esteban Martín tiene varias decenas de colmenas y una casa sencilla sobre el arroyo El Laurel, en una de las centenares de islas en la provincia argentina de Entre Ríos. Las islas conforman el humedal del Delta del río Paraná, unos de los más extensos, poblados, bellos y biodiversos del mundo.
“Yo soy islero y apicultor”, dice Martín, de 66 años. “Toda la vida viví acá, mi vida es esto, y nunca vi este lugar como ahora, todo seco y quemado. El paisaje de antes ya no existe, después del fuego cambió para siempre. Esto era un humedal y lo están convirtiendo en un campo”.
Los humedales cubren más del 20% de Argentina. Son ecosistemas con agua superficial o suelos saturados con agua de forma temporaria o permanente, como bañados, esteros y bosques fluviales. Brindan importantes servicios ecosistémicos, desde mitigar sequías a absorber carbono.
En los últimos tres años, la isla donde vive Martín se incendió dos veces: en 2020 ardió su casa, el galpón donde guardaba sus herramientas y parte de sus colmenas. “Tuve que empezar de cero porque no me quedó nada”, recuerda. A finales de 2022, el fuego volvió y quemó toda su producción de miel. “Fue muy duro, todavía estoy intentando volver a producir porque perdí todas las abejas. El fuego me afectó la salud y el trabajo”, cuenta.
El Delta, con 1,7 millones de hectáreas de extensión, está siendo afectado por una histórica crisis de incendios que, en los últimos tres años, llegó también a los Esteros del Iberá, otro humedal en la provincia de Corrientes con 1,3 millones de hectáreas.
Los incendios afectaron a más de la mitad de la extensión del Delta en los últimos tres años. En los Esteros, ya ardieron más de 100 mil hectáreas en 2023.
Esto ha traído impactos negativos a los ecosistemas, sus suelos, hábitats y especies, mientras que la contaminación del aire y el humo han planteado graves problemas de salud pública para las ciudades ribereñas como Rosario, con un millón de habitantes. “La quema de humedales se configura como uno de los peores desastres ecológicos de la región y afecta gravemente la salud de nuestra población”, explica un documento de la facultad de medicina de la Universidad de Rosario.
Los incendios coinciden con una sequía histórica que ya lleva tres años en Argentina, cuyos efectos son potenciados por el cambio climático. Los prolongados periodos de sequía, combinados con una serie de intensas olas de calor, han creado las condiciones ideales para que se inicien —y propaguen— los incendios forestales.
Para organizaciones ambientales, los incendios son intencionales y tienen que ver con un cambio de uso del suelo provocado por la ganadería, que busca quemar la vegetación natural y reemplazarla por pasturas para las vacas. Para ordenar los usos de esos territorios, reclaman desde hace años la sanción de una Ley de Humedales que mejore la protección de esos ecosistemas.
Demanda de carne, impulso a las pasturas
La ganadería en los humedales es una actividad muy antigua en Argentina, un país con 53 millones de cabezas de ganado, según datos oficiales de stock bovino. El 71% del rodeo está en la región pampeana y la provincia de Entre Ríos —bajo cuya jurisdicción está el 80% de las islas que componen el delta del Paraná— tiene 2,8 millones de cabezas distribuidas en tierra firme y en zona insular, según el Censo Agropecuario de 2018.
Una parte importante del total de la producción ganadera del país, que en 2022 fue de alrededor de tres millones de toneladas, se exporta: el año pasado las exportaciones llegaron a 625.700 toneladas, un 9,5% más que en 2021. China es el mayor comprador y compró carne vacuna y huesos con carne por 485.700 toneladas en 2022, un 14,4% más que en 2021. Ocho de cada diez kilos de carne se dirigieron a China, con ingresos por 2.269 millones de dólares, según la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes de la República Argentina (CICCRA).
Con el aumento de la demanda y la expansión de la producción, los humedales argentinos se han convertido cada vez más en pastizales, incluso en el marco de programas respaldados por el Gobierno nacional, lo que ha generado controversias y debates.
“La ganadería puede ser la actividad económica más adecuada en los humedales del Paraná, pero sólo si se hace de forma sustentable, no de forma industrial”, explica Rubén Quintana, biólogo y presidente de la Fundación Humedales, sede regional de la ONG Wetlands International.
La ganadería en los humedales cambió de escala en las últimas décadas. Luego de contar de explotaciones pequeñas o de subsistencia, la mayoría son hoy de tipo industrial.
También hubo un notable crecimiento de cabezas de ganado en los últimos años, correlacionado con el caudal del Paraná: como el río sufre prolongadas bajantes que alcanzaron los niveles más bajos en casi 80 años, nuevas tierras quedaron disponibles para los productores. Según datos del SENASA, el servicio nacional de seguridad agroalimentaria, el número de cabezas de ganado en el Delta del Paraná creció un 46% entre 2017 y 2022, pasando de 130.992 a 191.662.
Para el ingeniero agrónomo Ernesto Massa, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el pico en la cantidad de hacienda en el Delta fue en 2007 con 1,5 millones de cabezas, una cifra que nunca se repitió y que oscila mucho. “Desde 2010 el stock está más bien a la baja, aunque es cierto que con la bajante del río subió la carga general de animales. Hoy estamos en un 60 o 70% de los niveles récord de 2007”, evalúa.
Algo parecido dijo Leonardo Scarparo, productor ganadero en esa zona. “Estamos al 10% de lo que fue la carga ganadera de los mejores momentos. Las islas estaban bastante vacías antes de los incendios”, dijo este empresario que trabaja 800 hectáreas con unos 200 animales, cuya carne va mayoritariamente a exportación.
Fuego y vacas
Para organizaciones ambientalistas, los incendios en los humedales fueron mayormente originados por productores ganaderos para “limpiar” la vegetación seca durante el invierno y así permitir el rebrote de pasto para la hacienda en primavera, una práctica frecuente por parte de los productores.
“El avance de la frontera ganadera y la mayor cantidad de vacas en los humedales explican muchos incendios. Luego hay otros actores como los negocios inmobiliarios y también los cazadores furtivos de fauna silvestre”, dice Ivo Peruggino, de la Multisectorial de Humedales, una organización que reúne a ciudadanos y organizaciones sociales y ambientales.
Para académicos y técnicos, la respuesta del origen de los recientes incendios no es tan sencilla. “Es una suma de factores y no responsabilizaría sólo a los ganaderos, aunque muchos de ellos prenden fuego los campos y en estas condiciones ambientales excepcionales usar esa herramienta es mucho más grave”, subraya Quintana.
Desde su isla en Entre Ríos, Esteban Martín tiene su propia interpretación. “Antes el que prendía fuego era el islero, el habitante, pero ahora no, ahora cualquiera viene y prende y no les importa nada empezando por los que arrendan los campos para ganadería. En la isla donde estoy yo debe haber más de 3 mil animales”, cuenta.
Para Ernesto Massa que haya vacas no significa que sea malo porque están desde hace 250 años, aunque no con esta cantidad. “El fuego se usa para renovación de la vegetación, es una práctica cultural de manejo de pasturas que es barata y fácil, pero hay que saber manejarla bien”, agrega.
Scarparo rechaza las críticas y sostiene que los incendios fueron intencionales para “generar un malestar social” con los productores.
El eterno proyecto de una Ley de Humedales
A la par de la crisis de los incendios, creció el reclamo a favor de la sanción de una Ley de Humedales como herramienta para ordenar los usos productivos del territorio. Pero por cuarta vez en una década, ese proyecto no avanzó en el Congreso argentino en 2022.
Para los ecologistas, los sectores con gran poder económico frenan cualquier posibilidad normativa: “el agronegocio corre permanentemente su frontera sin preocuparse por lo que deforesta. Esta conjunción de intereses contra la Ley de Humedales provoca que las resistencias políticas y mediáticas sean enormes. Son el lobby del fuego”, dice una carta pública de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas.
Para las entidades agropecuarias, una ley así iría en contra de la producción y generaría más pobreza. En noviembre de 2022 publicaron un comunicado titulado “No hace falta otra ley de política ambiental” que señala que esa propuesta “atenta contra su actividad” y “pone en riesgo el arraigo rural y el desarrollo del país”.
La conjunción de intereses contra la Ley de Humedales provoca que las resistencias políticas y mediáticas sean enormes. Son el lobby del fuego
Después de cuatro intentos fallidos, quienes han seguido de cerca el debate ven poco probable que el proyecto de Ley de Humedales vuelva a discutirse en el Congreso este año. “Es un año electoral y no creo que ningún partido se ponga a ver esto. Tenía esperanzas que avanzara el año pasado, pero no”, admite Quintana.
Producir de forma sustentable, el desafío
Desde la Fundación Humedales están trabajando junto a algunos productores para introducir prácticas más sustentables. Se propone un protocolo de trabajo que garantice la mejora ambiental de los predios ganaderos, incorporando un programa de monitoreo con evaluación de indicadores.
Aplicar mejores prácticas que incluyan mayor conservación del ecosistema es la clave. Para eso es importante que los productores puedan recibir una mayor retribución. “Pensamos en un sello distintivo que identifique a esa ganadería sustentable”, dice Quintana.
La ONG ya está trabajando con 12 establecimientos en diferentes puntos del Delta en temas como mantenimiento de pasturas, mejor calidad forrajera, manejo del suelo, el agua y la vegetación, control de la cantidad de animales y convivencia con la fauna silvestre.
“El modelo de ganadería extensiva implica una transformación drástica del humedal”, sostiene Quintana. “Hubo antes una ganadería tradicional de los humedales, pero probablemente tampoco sea lo más adecuado ahora. Hay que buscar modelos intermedios que permitan producir sin alterar la hidrología profunda del humedal”.
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