Los dueños del futuro, comentado por Alejandro Horowicz- RED/ACCIÓN

Los dueños del futuro, comentado por Alejandro Horowicz

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Los dueños del futuro, comentado por Alejandro Horowicz

Los dueños del futuro
Hernán Vanoli - Alejandro Galliano
Planeta

Uno (mi comentario)

“Los dueños del futuro” recorre los bordes, las canaletas y pliegues de la historia argentina. Vanoli y Galliano no escatiman en datos. Nos presentan a 6 empresarios, voraces y ambiciosos en los negocios, pero también humanos. Desde las viejas familias patricias  a los nuevos jugadores del capital tecnológico, pasando por coleccionistas de arte y viejos amigos del Partido Comunista Argentino, el libro muestra una detallada fotografía de la clase dominante argentina. Sus gustos y particularidades, sus objetivos, lo que asumen y de lo que no se hacen cargo, su cosmovisión. Nuestros “dueños” no se disfrazan de corderos, pero tampoco se asumen dueños al final de cuentas. Los dominantes que no dominan, el amo que juega al esclavo, los grandes capitalistas de la Argentina muestran su mano con prudencia, ante dos minuciosos investigadores que hacen del periodismo escuela.

Dos (la selección)

Los dueños del futuro son: Hugo Sigman, uno de los mayores empresarios farmacéuticos argentinos, vanguardia en biotecnología, con una red de empresas difundidas por América, Asia y Europa, y diversificado desde la cría de cocodrilos en el Litoral hasta la producción de éxitos cinematográficos; Gerardo Bartolomé, desarrollador de una quinta parte del germoplasma de soja transgénica que se usa en el mundo; Eduardo Costantini, inversor inmobiliario, dueño y creador de Nordelta, cuyo reino se extiende hasta la también húmeda Miami; Federico Tomasevich, administrador de activos financieros y principal colocador de deuda en Argentina, Paraguay y Uruguay, además de parco polista; Federico Braun, dueño de La Anónima, la segunda cadena de supermercados argentina, heredero de la familia que conquistó primero el desierto y luego los océanos azules del comercio minorista federal; Marcos Galperín, dueño de Mercado Libre, paladín del e-commerce y cráneo de una multinacional digital que sueña con disputar la hegemonía latinoamericana con los titanes del norte; y los creadores de Globant, Martín Migoya, Guibert Englebienne, Nestor Nocetti y Martín Umaran, proveedores de servicios tecnológicos y de desarrollos informáticos que combinan el nuevo marketing digital con el mesianismo emprendedurista a lo largo y a lo ancho del mundo.

Tres

Exitosos en un país que no lideran ni respetan demasiado, proyectados a un mundo que ofrece más oportunidades que garantías, estos empresarios se acostumbraron a funcionar en un territorio hostil, reaccionar rápido ante cambios imprevistos, mirar el entorno con desconfianza. Los dueños del futuro no se sienten representados por la dirigencia política, sueñan con una desregulación del mercado de trabajo y, más aún, con una transformación cultural de la sociedad argentina que la amigue de una vez por todas con los valores del sacrificio, la constancia y el respeto a las reglas. La llegada de Cambiemos al gobierno alienta diferentes niveles de expectativas en este sentido.

Cuatro

Sus lecturas de Marx le habían enseñado las crisis cíclicas del capitalismo; las de Keynes, el valor de las expectativas: <<Me di cuenta de que la Argentina se comportaba en forma ciclotímica, un cambio de gobierno o de ministro gatillaba un proceso de estabilidad prometido que era percibido como tal, entonces el dólar bajaba, bajaban las tasas, subían los bonos públicos, subía la Bolsa, subían los inmuebles. Después lo que ocurría lamentablemente era que ese programa tenía sus inconsistencias y uno tenía que ir leyendo en qué medida iban creciendo para saber retirarse a tiempo. Generalmente se gatillaba la crisis con una corrida hacia el dólar: había déficit fiscal, subían los precios, empezaban las huelgas y los aumentos de sueldos generalizados, las cuentas del gobierno no daban, se le cortaban los créditos en el exterior. Cuando el dólar empezaba a aumentar le ganaba a todo, caía el valor de los inmuebles, caían la Bolsa y los bonos, y terminaba con cierre de mercado de cambios, devaluación, cambio de ministros. Y cuando entraba un nuevo ministro de Economía que era bien visto, la percepción de riesgo disminuía, entonces el dólar bajaba, subían los bonos, subían las acciones, subían las propiedades y yo pasaba todos mis dólares a pesos de la noche a la mañana, estaba 100% argentino: todo, todo lo invertía en Argentina. Y cuando las cosas eran inconsistentes, y siempre eran inconsistentes en determinado tiempo, a veces duraba 5 años, a veces 2, a veces lo que fuere, yo siempre estaba preparado para no guiarme por la codicia o la ambición desmedida. Fui una persona absolutamente fría y aséptica, tomaba las decisiones más o menos correctas.

Cinco

La historia de la familia Braun es un buen observatorio para reflexionar sobre la conformación siempre plebeya de las elites argentinas, su vinculación con la violencia política, con la ingobernable densidad del territorio, y la tortuosa posibilidad de un capitalismo exitoso. Hoy, en el siglo xxi, podría decirse que a algunos de los Braun les fue bien. Miguel Braun, creador de la neoliberal Fundación Pensar, think tank del PRO, es economista y se desempeña actualmente como secretario de Comercio de la Nación. Quienes lo conocen dicen que, después de los sacrificios realizados, Miguel no quedó demasiado contento con el puesto que le tocó, posición desde la cual debe controlar a viejos amigos de sus años locos en el sector privado y a su propio tío, Federico. Sobrino y tío fueron socios en el emprendimiento de quesos gourmet Pampa Cheese, junto a Gustavo Lopetegui, ex CEO de la empresa chilena LAN. La empresa se malogró por las políticas lecheras del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno y por la vocación de servicio público de Miguel y de Lopetegui, cerebro del gabinete de CEO del macrismo, un auténtico trotskista de derecha. De hecho, Federico considera que la Argentina tiene la oportunidad histórica de haber encontrado en las filas del PRO, casi de casualidad, una clase dirigente que no se producía desde 1920.

Seis

<<Yo cada vez me he hecho más liberal respecto a que el Estado no tiene que meterse en todo aquello que los privados pueden hacer mejor>>, dice Federico Braun Seeber, gerente general de La Anónima, en su oficina de Ituizangó, en la provincia de Buenos Aires. <<La oferta y la demanda es una ley, pero como la ley de gravedad, es una ley física, es igual que la física. A mí me gusta o no me gusta pero esto se cae, con una aceleración de 9,81 m/s²…>> Federico toma sus anteojos y los suelta sobre una carpeta, a modo de ejemplo de la ley de gravedad, ejemplo a su vez de la ley de la oferta y la demanda. Pero los anteojos rebotan en la carpeta y se estrellan en el piso de su oficina.

Siete

Estamos frente los niños mimados del resto del empresariado, que los admira y envidia por su performance en zonas de la producción que considera de vanguardia y orientadas al futuro. Sin la voracidad de Jeff Bezos (Amazon.com), a quien temen, ni la inteligencia de Elon Musk (creador de PayPal y de los automóviles eléctricos automatizados Tesla), a quien admiran, nuestros chamanes del mundo digital no sueñan con la conquista del espacio, sino que más bien se conforman con disciplinar a una fuerza de trabajo vernácula que perciben talentosa pero demasiado cara, dinámica pero también volátil, y más cercana a los valores del nomadismo, el ocio y el hedonismo que a los de la disciplina, la eficiencia y el compromiso que ellos pretenden pese a la verborrea posmoderna y amigable con la que intentan autodiseñarse.

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