Probablemente aprendiera en el colegio que los seres vivos se clasifican en cinco reinos: animal, vegetal, fungi, protista y monera. Sin embargo, esta división, todavía popular a día de hoy, es una concepción muy simplificada en vista de lo que conocemos en la actualidad.
Con el objetivo de comprender mejor la biodiversidad de la Tierra, los científicos hemos agrupado las especies de manera jerárquica en diferentes categorías taxonómicas siguiendo criterios evolutivos. Las categorías taxonómicas superiores como el dominio o el reino agrupan a otras inferiores como el filo, la división, la clase, el orden, la familia o el género.
Animal, vegetal, protista y monera
A lo largo de la historia se han agrupado a las especies en un número variable de reinos.
La primera división data del siglo IV a. e. c. y comprendió dos grandes grupos de seres vivos: vegetal y animal. En esta clasificación, Aristóteles y Teofrasto dividieron los seres vivos en aquellos que tienen únicamente capacidad de reproducción, crecimiento y nutrición (vegetal) y los que, además de estas características, poseen la capacidad de movimiento y de recibir estímulos y reaccionar ante ellos (animal).
Durante el siglo XIX se comprendió que había muchos organismos con características intermedias entre el reino animal y el vegetal, y se propusieron alternativas que admitían tres o cuatro reinos, destacando el sistema de tres reinos de Ernst Haeckel. Este propuso el reino protista para agrupar a aquellos organismos unicelulares o pluricelulares con características intermedias entre animales y vegetales.
Ya en el siglo XX varios autores fueron conscientes de que entre los organismos unicelulares había seres vivos radicalmente diferentes. Concretamente se observó que algunos organismos unicelulares tienen núcleo mientras que otros carecen de él, afianzando de esta manera la idea de cuatro reinos: planta, animal, protista y monera. Este último reino incluía a las bacterias, que son organismos unicelulares sin núcleo.
Los cinco reinos
Durante la segunda mitad del siglo XX surge de la mano de Robert Whittaker la clasificación de cinco reinos, que ha sido muy popular prácticamente hasta nuestros días y que fue adoptada por científicos tan relevantes como Lynn Margulis.
En esta clasificación se siguen criterios muy prácticos:
- reino planta para los organismos pluricelulares autótrofos (fotosíntesis);
- reino animal para los organismos pluricelulares heterótrofos;
- reino fungi (hongos) para los organismos pluricelulares saprófitos (descomponedores);
- reino protista para los organismos unicelulares nucleados;
- reino monera para los organismos unicelulares anucleados.
Aunque casi desde su publicación se sospechó que dicha clasificación es polifilética o no natural (reinos con más de un origen), ha sido usada casi hasta nuestros días debido a su carácter práctico.
Sirva como pequeño inciso anecdótico que mientras tenían lugar las discusiones académicas sobre la clasificación de los seres vivos, en el bachillerato de la España franquista de los años 60 se clasificaba la biodiversidad en cuatro grupos jerárquicos: planta, animal, hombre y ángel.
A finales del siglo XX, gracias a la revolución que supusieron las filogenias moleculares, se llevaron a cabo reorganizaciones adicionales.
En primer lugar, se pudo apreciar que el tradicional reino monera está formado por organismos unicelulares anucleados de naturaleza radicalmente distinta. Esto desembocó en un sistema de tres dominios y seis reinos.
Los procariotas (unicelulares anucleados) se dividieron en dos dominios: bacteria y arquea, cada uno con un único reino. Los eucariotas conformaban un dominio con cuatro reinos: planta, animal, hongo y protista, cuyas fronteras sufrieron también algunos ajustes con el objetivo de alcanzar la monofilia (origen evolutivo único) de los reinos.
Los seis supergrupos de los eucariotas
A comienzos del siglo XXI, el avance de las filogenias moleculares propició que Thomas Cavalier-Smith clasificara los eucariotas en seis supergrupos asimilables a reinos:
- Archaeplastida: plantas.
- Opisthokonta: animales y hongos verdaderos.
- Amoebozoa: grupo de organismos ameboides antes incluidos en hongos.
- Excavata: antiguos protistas que se caracterizan por un surco ventral de alimentación, utilizado para capturar e ingerir pequeñas partículas.
- Chromalveolata: grupo heterogéneo que incluía desde las (en ocasiones) gigantes algas pardas hasta los antiguos protistas fotosintéticos originados mediante la endosimbiosis secundaria con un alga roja y ciertos organismos unicelulares heterótrofos.
- Rhizaria: antiguos protista que constituyen un linaje sin ninguna característica que los defina.
Esta clasificación en seis supergrupos ha tenido una amplia aceptación entre los científicos a lo largo de los últimos 20 años. El supergrupo Opisthokonta incluye linajes aparentemente tan distintos como los animales y los hongos verdaderos, aunque algunos investigadores sugirieron la conveniencia de agruparlos en supergrupos diferentes.
Si se está preguntado si los humanos estamos más estrechamente emparentados con los hongos de lo que estos lo están con las plantas, la propuesta de Cavalier-Smith y los resultados de recientes estudios evolutivos basados en la comparación de extensos fragmentos del genoma, aconsejan responder que sí.
El panorama se complica
En la actualidad, tras el descubrimiento de numerosos organismos no conocidos hasta hace poco y el uso de estudios filogenómicos para establecer las relaciones de parentesco entre los eucariotas, el esquema de Cavalier-Smith ha sufrido un vuelco considerable.
En la figura que sigue a este párrafo, presentamos el árbol filogenético de los eucariotas teniendo en cuenta los últimos estudios publicados. Dicho árbol divide los seres vivos con células nucleadas en 12 supergrupos (aunque otros investigadores han sugerido recientemente 14 supergrupos).
Aunque somos conscientes de que aún se requieren nuevas investigaciones para extraer conclusiones más definitivas, ya puede deducirse que el escenario de clasificación de los eucariotas en grandes grupos es bastante más complejo de lo que se había supuesto.
Para finalizar, no podemos olvidarnos de los virus, cuya condición de seres vivos es controvertida, pero que podrían constituir un cuarto dominio, junto con las bacterias, las arqueas y los eucariotas.
Comprender mejor la biodiversidad que nos rodea es de capital importancia si queremos proteger todos los linajes del árbol de la vida frente a amenazas actuales como el cambio climático o la sexta extinción masiva en la que estamos lamentablemente inmersos.
Marcial Escudero, Profesor Titular del Departamento de Biología Vegetal y Ecología, Universidad de Sevilla y Modesto Luceño Garcés, Profesor (catedrático) de Botánica, Universidad Pablo de Olavide
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.