Desde muy pequeño, a Abel Cruz le tocó conocer el significado de vivir sin agua. En su natal Cusco, como en muchas zonas peruanas, la escasez de este recurso hídrico lo obligaba a cargar grandes baldes de agua desde un manantial hasta su vivienda. Siendo solo un niño, esa fue su labor diaria por muchos años para que su madre pudiera lavar y cocinar.
A los 21 años llegó a Lima para estudiar y trabajar; se mudó al distrito de Ancón (al norte de la capital) y ante la inseguridad del lugar decidió proteger su vivienda cercándola con mallas raschel. Jamás imaginó que los resultados de esa medida de protección le cambiaría la vida.
Una noche, al regresar exhausto después de una jornada de trabajo, Abel encontró goteras en toda su casa, en mayor cantidad en las mallas. Abel se lanzó a la tarea de contener el líquido vital con baldes. En medio del caos, una chispa de inspiración surgió en su mente: ¿Podrían estas mismas mallas, que ahora combatían el ingreso de ladrones, servir también para llevar el agua a quienes más lo necesitaban?
En ese momento Abel Cruz decidió que no permitiría que otros sufrieran la misma escasez que él había experimentado. Con determinación y pasión, se propuso utilizar su conocimiento y recursos para llevar agua a las comunidades más necesitadas, utilizando las mismas mallas que alguna vez lo protegieron a él.
Así, en el 2005, nació la ONG ‘Movimiento Peruano sin Agua’, una organización sin fines de lucro que brinda acceso al agua de calidad para sectores vulnerables mediante soluciones integrales innovadoras bajo un modelo sostenible que reduce el impacto medioambiental.
Inspirados en la experiencia de Abel y con la ilusión de llegar a las familias que más lo necesitan, crearon el ‘atrapanieblas’, una malla fabricada con material plástico con pequeños agujeros que, colocada de manera idónea y en un lugar estratégico, permite producir hasta 400 litros de agua diarios por panel mediante la condensación del vapor de agua atmosférica, sin necesidad de utilizar agua líquida ni fuentes de energía externa.
El agua es posteriormente recolectada por un sistema de tuberías y tanques con fines domésticos y productivos. “Las microgotas se impregnan en la malla que tiene una especie de pelusa. Entonces, el viento pasa y hay un 30% de microgotas que siguen su curso, pero hay otro 70% de moléculas que se quedan. Así recolectamos el agua”, explica Abel.
Grandes retos
La ONG empezó a instalar los atrapanieblas en el 2006. Desde entonces, Abel Cruz ha dedicado su vida a esa noble causa, llevando consigo el recuerdo de sus propias luchas y el deseo ferviente de hacer del mundo un lugar más justo y habitable para todos.
A la fecha, se ha logrado colocar unos 3600 de estos innovadores productos no solo en Perú, también están en Ecuador, Colombia, Bolivia y México. No obstante, tienen un reto muy grande de cara a este año: colocar 2000 atrapanieblas en el Serpentín de Pasamayo.
Pasamayo es una carretera de 22 kilómetros que une el distrito de Ancón con la provincia de Chancay, tristemente conocida por el alto registro de accidentes fatales a causa de la neblina y la humedad. Abel indica que es necesario colocar aquí los atrapanieblas porque, principalmente, ayudará a disipar la densa neblina y así los conductores podrán tener una mejor visión de la carretera. “Los atrapanieblas tendrán funciones esenciales como captar agua para las familias que carecen de este recurso hace más de 30 años y reforestar las laderas al lado de las pistas para aminorar los accidentes, pues los atrapanieblas se convierten en cortanieblas”, detalla.
Con el trabajo de la ONG, son más de 30 mil familias las que se han visto beneficiadas de forma directa e indirecta, para quienes los atrapanieblas cumplen la función de ayuda en cuanto a reforestar huertos, biohuertos e incluso, hay zonas en las que emplean el agua captada para consumo humano.
Algunos de los beneficiarios se ubican en San Juan de Lurigancho, el distrito más poblado del Perú. Allí, asentadas en cerros, las familias debían librar una batalla por conseguir agua pagando -incluso- precios muy altos.
Germán Huarhuachi, portavoz de las 62 familias beneficiadas, relata cómo estos atrapanieblas han transformado sus vidas. «Actualmente tenemos 13 atrapanieblas instalados. Cada dos días, cuando la neblina se cierne sobre nosotros, logramos recolectar 1350 litros de agua. Esto nos permite regar las plantas que cultivamos en lo alto de los cerros y realizar tareas de limpieza», explica.
Aunque el agua obtenida aún no es apta para el consumo humano, representa un alivio significativo para estas comunidades marginadas. No obstante, Germán afirma que están trabajando para conseguir los tanques especiales que les permitirá tener agua bebible.
Pero la labor de todo el equipo no termina ahí. Abel y la organización también trabajan para concientizar a los vecinos y vecinas sobre la importancia del agua en el planeta. Cuando instalan los atrapanieblas, capacitan a las personas de la zona beneficiada, los ayudan a entender los beneficios de un trabajo en conjunto para mejorar la calidad de vida. Además, está convencido de que con su invento se puede empezar a sembrar árboles en plantas altas y hasta crear pisos ecológicos, así como hacer agricultura con el agua de la neblina.
¿Te gusta el trabajo que realiza la organización ‘Movimiento Peruano Sin Agua’ y quieres ayudar?
La ONG mantiene ‘las puertas abiertas’ a todas las personas interesadas en ayudar a las familias que, a la fecha, no cuentan con agua en sus hogares. La organización acepta donaciones económicas y también materiales muy específicos que se requiere para las instalaciones de los atrapanieblas. Si deseas contribuir pueden contactarse con ellos a través de sus plataformas y saber más sobre el trabajo que realizan en: