En el histórico Acuerdo de París, adoptado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 (COP21), 196 países decidieron que el mundo debía limitar el aumento de la temperatura global muy por debajo de los 2 °C respecto a los niveles preindustriales, y a 1,5 °C por encima de los niveles actuales a ser posible.
Los distintos países debían fijar objetivos nacionales de emisiones teniendo en cuenta este objetivo global pero, en aquel momento, ninguno se consideró suficiente para hacer realidad un futuro acorde con el Acuerdo de París. No obstante, desde entonces los estados han incrementado sus ambiciones en materia de emisiones.
En las negociaciones de la COP26, celebradas en Glasgow en noviembre de 2021, se produjeron avances considerables. Más de 120 países mejoraron sus objetivos para 2030. Y, lo que es más importante, los principales emisores, que representan más del 70 % de las emisiones mundiales de CO₂, anunciaron o incluso adoptaron compromisos de transición hacia economías climáticamente neutras.
A la cabeza de esta carrera, tanto la Unión Europea como Estados Unidos se han comprometido a reducir sus emisiones a cero neto (un equilibrio global entre las emisiones de gases de efecto invernadero producidas y eliminadas de la atmósfera) para 2050. Otros grandes emisores se han comprometido a objetivos posteriores: China para 2060 e India para 2070.
Nuestro nuevo análisis, publicado en Nature Climate Change, sugiere que, si se cumplen en su totalidad, estos compromisos de emisiones netas cero podrían bastar para estabilizar el calentamiento global en torno a 1,7–1,8 °C en este siglo. Esta cifra se acercaría al objetivo de “muy por debajo de 2 °C” del Acuerdo de París, aunque 1,5 °C seguiría estando fuera de nuestro alcance.
Si bien esto parece una noticia relativamente buena, también advertimos de que alcanzar compromisos de cero neto en unas décadas implicaría acelerar las medidas de mitigación hoy.
Hemos evaluado hasta qué punto las políticas energéticas y climáticas actualmente en fase de implementación o planificación están alineadas con los objetivos de 2030 y a más largo plazo a nivel nacional, y hasta qué punto son alcanzables las trayectorias de descarbonización necesarias para cumplir los objetivos prometidos, en términos de retos socioeconómicos, tecnológicos y físicos.
Nuestro análisis del impacto de las políticas y promesas de las principales economías del mundo sugiere explícitamente que el cumplimiento de sus promesas a largo plazo requiere esfuerzos de descarbonización a una velocidad y escala sin precedentes.
Una larga lista de casillas que marcar
Al proyectar los resultados de temperatura de las políticas actualmente en vigor, los objetivos para 2030 (contribuciones determinadas a nivel nacional, o CDN) y los objetivos a largo plazo (incluidos los compromisos de cero emisiones netas), el estudio desglosa primero la brecha total de la acción climática en tres brechas individuales:
- Una brecha de aplicación, que refleja la diferencia de temperatura entre las políticas actuales y las CDN.
- Una brecha de ajuste a largo plazo, que muestra la diferencia de temperatura entre las CDN y los objetivos a largo plazo.
- Una brecha de ambición, que captura la diferencia entre el resultado de temperatura de los objetivos a más largo plazo y el objetivo final de 1,5 °C del Acuerdo de París.
El estudio concluye que los objetivos actuales manifestados por las políticas aplicadas van camino de aumentar la temperatura global hasta 2,1-2,4 °C por encima de los niveles preindustriales en 2100, dependiendo del modelo utilizado. Por otro lado, los objetivos declarados en las actuales CDN limitan ligeramente este aumento a 2,0-2,2 °C.
En ambos casos, se prevé que el calentamiento continúe después de 2100, ya que para entonces las emisiones mundiales de CO₂ aún no habrán alcanzado niveles netos cero. Si los países también cumplen sus objetivos declarados a largo plazo después de cumplir sus compromisos actuales de CDN en 2030, el aumento de la temperatura podría limitarse aún más y estabilizarse en torno a 1,7-1,8 °C.
Teniendo en cuenta la incertidumbre sobre cómo afectan las emisiones a las temperaturas globales, esto se traduce en una probabilidad del 75 % de que el aumento de la temperatura global se mantenga por debajo de los 2 °C, lo que podría considerarse compatible con el objetivo de “muy por debajo de los 2 °C” del Acuerdo de París.
También hemos analizado regiones concretas. Por ejemplo, observamos que EE. UU. y Japón han presentado CDN ambiciosas, pero al mismo tiempo sus políticas van a la zaga (la Ley de Reducción de la Inflación de EE. UU. era demasiado reciente para incluirla en este estudio), mientras que países como China, India y Rusia muestran poca ambición en sus objetivos para 2030. En cambio, la Unión Europea, pionera en la lucha contra el cambio climático, ya cuenta con políticas ambiciosas.
De las palabras a la acción
Nuestro análisis sugiere que existen diferentes rutas “óptimas” hacia la reducción a cero neto, aunque cada una de estas vías se enfrentaría a diferentes obstáculos y en diferentes momentos de aquí a 2050.
Por ejemplo, una de las rutas hacia el balance neto cero podría suponer un reto importante a la hora de aumentar la expansión de las energías renovables en la medida necesaria, mientras que otras parecen enfrentarse a más retos en términos de cargas socioeconómicas. Como era de esperar, algunos caminos hacia el cero neto requieren –y por tanto presentan retos dominantes en términos de– aumentar el suministro de bioenergía sostenible y las tecnologías de captura de carbono.
Lo interesante, sin embargo, es que las principales economías se enfrentan a retos muy diferentes a la hora de cumplir su objetivo común de mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C.
Por ejemplo, India y Japón se enfrentan a limitaciones a largo plazo en materia de bioenergía y almacenamiento de carbono, Estados Unidos tendría dificultades para lograr los recortes necesarios en el consumo de energía a largo plazo, mientras que la Unión Europea debería encontrar la manera de impulsar el despliegue de tecnologías limpias en esta década.
Esto nos demuestra que realmente no existe un enfoque político o tecnológico único para garantizar que el objetivo del Acuerdo de París se mantenga vivo en todo el mundo.
Nuevas bases en el debate sobre el clima
Una nota positiva es que la acción climática parece dar sus frutos. En un estudio similar anterior, publicado hace dos años, habíamos constatado un aumento de la temperatura de 2,3-2,7 °C como resultado de las políticas actuales. Esa cifra ha disminuido, lo que implica que las políticas climáticas se han reforzado drásticamente en los últimos años.
Sin embargo, la conclusión más deprimente es que, aunque ya no tenemos que preocuparnos por que los objetivos de los gobiernos sean escasos, probablemente deberíamos empezar a preocuparnos por las promesas vacías y dejar de exigir compromisos más audaces. Evidentemente, desde el proceso de Glasgow de la COP26, el factor más relevante para evitar una catástrofe climática es garantizar el cumplimiento de las promesas existentes de los países.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.