Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN
Irma llegó a la casa de Mercedes González del Pino para hacer tareas de limpieza cuando ella tenía 5 años y se quedó hasta que cumplió 22.
Mercedes tiene cinco hermanos y su mamá es ama de casa. “A las mujeres que trabajaron en casa con las tareas de limpieza y cuidado siempre se les dio mucho lugar y poder. Tomaban decisiones y estaban a cargo de la gestión de la casa”, cuenta Mercedes, que es lectora de RED/ACCION.
Irma compartía el almuerzo con ellos, ponía límites y les contaba historias. “Era una relación re linda y generosa”, agrega Mercedes, cordobesa de 33 años.
Como anécdota, Mercedes recuerda: “Irma te escondía las zapatillas si las dejabas tiradas. Así aprendimos a guardarlas”.
Finalmente, Irma tuvo que dejar de trabajar porque tuvo una enfermedad terminal. "Gracias a que la relación laboral era formal, su hija menor de edad pudo contar con una obra social y cobrar una pensión hasta los 18 años", cuenta Mercedes.
Ahora Mercedes vive sola y una vez por semana, Gabriela va a su casa a hacer tareas de limpieza. Otro día, Gabriela va a la casa de sus padres. “Tanto Irma como Gabriela siempre estuvieron en blanco”, dice.
En la Argentina, alrededor del 35% de los asalariados no están registrados. Pero en el caso de las y los trabajadores del servicio doméstico la tasa llega a casi un 74%.
La gran mayoría de las casi un millón de personas que se dedican a este trabajo en el país no cuentan con derechos laborales básicos y casi el 98% son mujeres. Estos datos se desprenden de un procesamiento que hizo Economía Femini(s)ta en base a datos de la Encuesta Permanente de Hogares.
“Las trabajadoras de este sector ponen en juego el cuerpo todo el tiempo. Es un trabajo intensivo. No contar con obra social afecta directamente la calidad de vida de las personas”, asegura Natsumi Shokida, economista e integrante de Economía Femini(s)ta.
Además, Shokida menciona que las trabajadoras de casas particulares suelen tener ingresos que están por debajo del promedio, e incluso inferiores a la Canasta Básica Total, que en diciembre, para una familia tipo, fue de $38.960. “El ingreso promedio de estas trabajadoras no supera los $ 8.500”, señala Shokida.
En marzo de 2013 se aprobó la Ley 26844. que estableció un Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares. Esa normativa se pensó para terminar con la discriminación histórica sufrida por las trabajadoras de casas particulares, excluidas de los derechos y obligaciones establecidos en la Ley de Contrato de Trabajo.
“A partir de ese año hubo un aumento del registro de las trabajadoras. Se pasó de una informalidad del 90% a una del 74%. La amplísima mayoría de las trabajadoras de este sector no cuentan con derechos laborales básicos con lo cual era una ley necesaria, pero su implementación fue insuficiente”, opina Shokida.
En este sentido, la oficial en Mercados de Trabajo Inclusivos de la OIT Argentina, Elva López Mourelo, dice que la informalidad, además de impedirles acceder a derechos laborales como un salario mínimo, un horario de trabajo, vacaciones, licencia por maternidad, indemnización en caso de despido, aguinaldo, protección social, entre otros, también las invisibiliza. “Como consecuencia, tienen dificultades para recibir atención o dar a conocer casos de violencia y abuso laboral”, explica.
Cómo registrar a la persona que trabaja en tu casa.
La organización de estas trabajadoras suele ser difícil porque no suelen verse entre ellas ni se establecen lazos de solidaridad porque trabajan en el interior de los hogares.
“Creo que un buen caso para contrastar este límite es lo que pasó el año pasado con las trabajadoras de Nordelta”, dice Shokida. En aquella oportunidad, las trabajadoras denunciaron que la empresa privada de transportes Mary Go se negaba a trasladarlas hasta el complejo de barrios privados porque muchos de los propietarios no querían viajar con ellas.
"Ella era muy amorosa conmigo"
Tola cuidó a Mario Bottarlini cuando tenía cuatro años. Su mamá, maestra, y su papá, quiosquero, estaban fuera de casa durante la mañana y no tenían parientes para que se quedaran con él. “Ella era muy amorosa conmigo. Me hacía dibujos, cocinaba al mediodía, limpiaba y tendía las camas”, cuenta Bottarlini, que tiene 37 años y vive en Entre Ríos.
Bottarlini recuerda que durante un viaje en auto vio un camión con ganado y que lo sorprendió una vaca que se asomaba. Cuando llegó le hizo un dibujo a Tola para contarle todo lo que había visto en la ruta.
“En Estados Unidos y Europa contar con servicio doméstico en el hogar es sinónimo de un poder adquisitivo alto. En la Argentina los propios trabajadores tienen que contratar a otras trabajadoras porque de otra forma no podrían asistir a sus trabajos”, explica Shokida.
"Yo la llamaba abuela"
Gladys trabajó en la casa de Candela Atencio, desde que nació hasta sus 14 años. “Los primeros seis años se dedicó a cuidarme y cuando pasé a la primaria, hacía las tareas de limpieza. Ella me levantaba para ir a la escuela. Yo volvía al mediodía, ella me cocinaba y se quedaba conmigo hasta las 14. Mientras comíamos, hablábamos sobre la novela, mirábamos la tele, hacíamos dibujos y pintábamos. Después ella se iba y venía mi mamá. Fue importante para mí. Ahora ella se jubiló”, dice Atencio.
Además, la joven de 17 años consideraba a Gladys como una abuela postiza. Dice: “Yo la llamaba abuela. Un día me presentó a sus nietos, que vinieron a mi casa”.
Juana del Carmen Brítez, secretaria de Actas y Organización de la Unión del Personal Auxiliar de Casas Particulares (UPACP) menciona: "La trabajadora doméstica pasa a ser una parte importante de la vida familiar. Pero hay que tener en cuenta que la trabajadora doméstica tiene su propia familia. Sale de un hogar para seguir trabajando en otro hogar y atender a sus propios hijos”.
Durante 7 años, Natividad Obeso, que encabeza la Asociación Civil de derechos humanos Mujeres Unidas Migrantes y Refugiadas en Argentina (Amumra), se dedicó a trabajar en casas particulares ofreciendo servicio de limpieza. Luego, se dedicó a defender los derechos de trabajadoras de casas particulares migrantes. Ella migró desde Perú.
“Al migrar, uno no suele tener redes de contención familiar. Muchas veces la empleadora pasa a ser como una madre o familia. Y vemos a esos hijos como si fueran nuestros hijos. Se va generando un vínculo de afecto. Sin embargo ese sentimiento a veces se termina convirtiendo en bronca porque a uno lo quieren explotar o ningunear. La señora un día me dijo que como era una mucama no tenía por qué faltar el 25 de Mayo. Ahí me fui”, dice Obeso.
Otro punto que marca Obeso es el resentimiento que se genera en los propios hijos. “Ellos suelen echar en cara a los padres por dejarlos tanto tiempo. Muchas veces no entienden que van a cuidar a los hijos de otros para darles una mejor calidad de vida a ellos”, agrega.
Según la referente de OIT, López Mourelo, muchas de las mujeres del sector de servicio doméstico son especialmente vulnerables porque provienen de hogares de bajos ingresos y muchas de ellas migrantes. “Es necesario que los empleadores cumplan con el registro y las trabajadoras se empoderen para reclamar sus derechos”, opina.
"Es como una madre, está en el grupo de WhatsApp de la familia"
Edith empezó a trabajar en la casa de Feli García Olano cuando ella tenía 6 meses. Exactamente 44 años después sigue trabajando con ella. “Mi mamá murió de cáncer y Edith cumplió un rol muy importante. Es parte de la familia”, asegura García Olano.
“Edith es como una madre, un pilar y un sostén. Ella está en el grupo de WhatsApp de la familia”, dice Feli.
En 2001, Edith migró a España porque necesitaba aumentar sus ingresos para pagar los estudios de su hija. Estuvo seis años en el exterior y luego volvió a trabajar a la casa de García Olano. Allí hace tareas de limpieza, lava la ropa y plancha. Pero lo que más le gusta a Feli son las milanesas que hace Edith.
Para María Luz, la hermana mayor de Feli, Edith, que es paraguaya y empezó a trabajar en casas de familia cuando tenía 10 años, ella siempre la escuchaba. Dice: “Nos cuidó mucho en la etapa que papá quedó viudo. Ella nos protegía”.
Hoy es Aleida quien trabaja en la casa de María Luz y cuida a los hijos de ella hace más de 10 años. “Aleida nos invitó al bautismo de su hija. Era un domingo de lluvia torrencial. Después de la celebración religiosa, llegó la fiesta en medio del agua, que ya había hecho estragos en la zona (vive en la parte más abnegada de Troncos de Talar). Era la primera vez que íbamos a la casa de Aleida. En medio de la lluvia y el barro, empezó a vislumbrarse la fiesta: dos parrillas repletas de carne; vecinos y parientes que llegaban con bandejas de empanadas, pizzas, tortas y pasta frola”, cuenta María Luz.