Las aplicaciones de delivery coparon las calles de Buenos Aires y ganaron miles de clientes en pocos meses. Los repartidores encuentran en ellas una salida laboral rápida, pero también denuncian condiciones laborales precarias y algunos hasta hablan de servidumbre moderna. Cómo es su modelo de negocios.
Es miércoles por la tarde en Buenos Aires y a pesar del frío y el viento de invierno, una plaza del barrio de Belgrano se va copando poco a poco de personas. Los primeros en llegar son Roger, Julio y Eduardo. Es fácil identificarlos. Los tres llevan puestas camperas de un color naranja chillón, combinadas con gorras y mochilas de delivery del mismo color. Hoy ya se reconoce como el uniforme de Rappi, una de las apps de entrega a domicilio más populares. Sentados en un banco frente a un restaurante de hamburguesas, los tres charlan, fuman y esperan.
“Estoy así desde el mediodía”, dice Julio mientras chequea su celular. “Hasta ahora solo tuve un pedido por el que gané $40. Debe ser que la gente no está pidiendo tanto después del fin de semana largo”.
Eduardo también se lamenta. El domingo anterior estuvo hasta las 3 de la mañana esperando pedidos. Solo tuvo dos y se fue a casa a dormir habiendo ganado $130 en todo el día.
“Es demasiado desgaste estar esperando afuera todo el día con este frío. A veces, ni te dejan entrar al negocio cuando llueve”, cuenta Julio. “A nosotros nos gusta trabajar, lo necesitamos. Pero de a poco sentimos que están usando la tecnología en contra nuestra. Por distintos factores de precariedad laboral, sentimos que es un sistema que avala la esclavitud moderna”.
Cómo es el modelo de negocios
Roger, Julio y Eduardo son algunos de los miles de repartidores que aparecieron por las calles de Buenos Aires en los últimos meses. Una gran mayoría son venezolanos que llegaron recientemente al país y trabajan desde el mediodía hasta pasada la medianoche. Viajan en en bici o en moto, y reparten de todo: desde sushi y hamburguesas, hasta cigarrillos, compras de supermercado, o incluso, las llaves que un cliente tiene que hacer llegar a su mamá.
Los que van con mochila amarilla son repartidores de Glovo, una aplicación de delivery española que llegó al país a principio de año. Pero la mayoría, como Roger, Julio y Eduardo, son “rappitenderos”, mensajeros de la startup colombiana Rappi, que desembarcó en Argentina en marzo y cuenta con más de US$180 millones de inversión de algunos de los fondos más grandes de Silicon Valley.
El modelo de negocios de estas empresas es similar al de Uber. A través de sus apps, los clientes piden productos que son llevados a su casa por rappitenderos. Al completar el pedido, el repartidor gana el costo de envío, que dependiendo de la distancia y tipo de pedido varía entre $40 y $60, más la propina que decida dejar el cliente, que es opcional. Por otro lado, Rappi le cobra al negocio asociado una comisión de entre el 20% y 25% del monto de cada pedido realizado.
“Vos como consumidor le pagás a Rappi y ellos, quincenalmente, nos liquidan las cobranzas de los pedidos que hicieron, descuentan su comisión y nos hacen una factura con ese monto”, cuenta el dueño de uno de los restaurantes asociados a Rappi. “Nos conviene porque nos aumenta mucho la demanda y al mismo tiempo no nos tenemos que hacer cargo del costo de distribución”.
Mientras tanto, a los rappitenderos se les deposita en su cuenta bancaria sus ganancias cada dos o tres semanas (dependiendo de la demora del depósito). En el caso de que el repartidor no cuente con una cuenta bancaria, se le otorga un “saldo a favor” en la aplicación, que puede luego cobrar con los pedidos que se paguen en efectivo.
En las capacitaciones de rappitenderos, los representantes de la empresa indican que en Argentina se realizan más de 50.000 pedidos mensuales a través de la aplicación. En una entrevista con Infobae, Matías Cosoy, general manager de la empresa, indica que hay más de 2.000 repartidores capacitados (sin embargo, en la aplicación para rappitenderos, el número de identificación de repartidores ya supera los 8.300).
Pero a pesar del crecimiento exponencial de estas empresas en los últimos meses, sus operaciones han hecho surgir una problemática común para este tipo de apps alrededor del mundo: ¿cuál es la verdadera relación con sus trabajadores?
Desde las empresas como Rappi, se establece que los repartidores no son empleados sino trabajadores independientes o “microempresarios” que trabajan sin jefe ni horario fijo.
Sin embargo, esta es una afirmación que disputan cientos de rappitenderos, que a mediados de julio se organizaron para hacer la primera huelga de trabajadores de apps del país.
“Te dicen que son un punto de encuentro entre repartidores y clientes, pero es todo mentira. Es cierto que usas tu propio medio de transporte, tus datos, tu celular, pero no pones ni tus precios ni tus condiciones”, dice Roger Rojas, uno de los repartidores de Rappi que demanda mejores condiciones laborales.
Según Enrique Stile y Yamila Lombardo, abogados laborales del estudio Marval, O'Farrell & Mairal, la falta de regulación del empleo en plataformas digitales dificulta determinar la relación entre estas apps y los repartidores. Sin embargo, enfatizan que la manera en la que se presta servicios para plataformas como Uber y Rappi se corresponden más con una relación de dependencia laboral.
“Si la aplicación no establece los precios ni la modalidad, si no establece ninguna condición en la prestación de servicio, eso se puede considerar un trabajo independiente. Pero si fijan un valor, como es en el caso de Uber y Rappi, ahí ya el riesgo es alto”, indican los abogados.
RED/ACCIÓN se comunicó con Rappi, pero la empresa indicó que “no estamos dando declaraciones por el momento”.
Rappitenderos unidos
Los rappitenderos organizados por la causa tienen grupos de WhatsApp a través de los cuales discuten diversos problemas, y hasta crearon cuentas de Twitter y Facebook donde reportan irregularidades con la aplicación.
Una de sus demandas principales es la falta de transparencia en el sistema de asignación de pedidos. Según la mayoría de los repartidores consultados por RED/ACCIÓN, la aplicación de Rappi asigna los pedidos de distancias más cortas a repartidores nuevos en la plataforma, mientras que los más antiguos cada vez reciben menos pedidos o pedidos de mayor distancia al mismo precio.
“Cuando empecé hace un mes con Rappi, mi primer día gané $500. Estaba súper contento, porque calculaba que con eso en un mes podía ganar $15.000, que es más que el salario mínimo del país. Además, viniendo de Venezuela era una opción laboral fácil, porque solo te piden la residencia precaria”, cuenta Eduardo. “Pero después empecé a notar que me llegaban menos pedidos, o que me mandaban muy lejos. Un día por un pedido tuve que hacer 9 kilómetros en bici, desde Congreso de Tucumán hasta Corrientes”, dice, y explica que la precaria es un certificado de residencia provisorio para extranjeros mientras esperan uno permanente.
Otra de las preocupaciones tiene que ver con el sistema de sanción. Una vez aceptado un pedido, los repartidores tienen la opción de “liberarlo” en caso de que hayan tenido algún inconveniente, como un problema con la bicicleta, o que la distancia del pedido sea mayor de la que pensaban. Sin embargo, al liberar un pedido se les bloquea el uso de la aplicación por una hora. En caso de liberar dos pedidos, se los puede inhabilitar por varios días.
“Hay veces en que la aplicación de Rappi te dice que el pedido es a 2 kilómetros, pero después cuando pones la dirección en el navegador, es mucho más lejos”, dice Roger. “Si pides liberar el pedido, te bloquean y no puedes seguir trabajando. De alguna manera te están obligando a tomar un pedido que no quieres o no puedes”.
La falta de cobertura de riesgo laboral es otra de las preocupaciones de los repartidores. Al ser considerados trabajadores independientes, la empresa no se responsabiliza en el caso de accidentes o robos. Según los rappitenderos consultados, la respuesta de Rappi cuando ocurren accidentes en la vía pública es “desearles una pronta recuperación”, y luego asegurarse de que el pedido llegue a manos del cliente.
Este es un mensaje de voz que uno de los rappitenderos mandó al grupo de WhatsApp de repartidores luego de haber chocado contra un auto mientras hacía un pedido:
El rol del Estado
Para Roger Rojas, la intervención del Estado es fundamental para regularizar la situación laboral no solo de los rappitenderos sino también de todos los trabajadores de aplicaciones similares.
“Al final, Rappi, Glovo, Uber, Cabify, son todos iguales. Todos los trabajadores nos estamos organizando. Necesitamos que el Estado se pronuncie, es la precarización al 100%”.
Según fuentes consultadas del Ministerio de Trabajo de la Nación, a raíz del crecimiento de las aplicaciones digitales en el país, el Gobierno planea lanzar un observatorio de economía colaborativa en los próximos meses. Entre otras cuestiones, buscaría analizar la relación laboral entre empresas digitales como Rappi y Glovo y los repartidores.
Desde Marval, O'Farrell & Mairal, indican que la intervención del Estado y la adaptación de las leyes laborales es un paso necesario para regular la situación laboral de los trabajadores de apps, pero uno que llevará tiempo.
“El tema laboral en estas plataformas digitales es un problema en todo el mundo. La economía colaborativa está directamente atada con la evolución tecnológica y con la demanda de la gente, es algo que no se puede evitar. Pero es necesaria su reglamentación”, dice Stile. “Hay algunos países o ciudades que encontraron una solución intermedia, como Londres, donde este tipo de trabajadores encuadran en una categoría que ofrece algunas protecciones. Pero el problema es que la ley siempre está un paso atrás de los avances tecnológicos”.
Fotografía: Lucía Wei He