Nació en Bombay, India, en 1965. Durante su tiempo en el Instituto Tata de Ciencias Sociales dirigió un proyecto que la llevó a interactuar con los niños que vivían en las calles de la ciudad. Sensibilizada, un día Jeroo Billimoria le dio a uno de ellos su teléfono para que la llamara en caso de necesitar ayuda. El gesto fue el primer paso de una iniciativa que, en forma de línea telefónica gratuita, llegó a expandirse a más de 140 países.
Todo en India es enorme. Así de grandes son además sus obstáculos y desafíos. En Bombay, más de cien mil personas viven en la calle. Los números han mejorado en los últimos veinte años, pero cuando Billimoria empezó su proyecto, UNICEF estimaba medio millón de niños y niñas viviendo a la intemperie en ese país. Ella comprendió pronto que esos niños y niñas quedaban a merced de redes mafiosas o de la misma policía, acechados por problemas de abuso, explotación y desamparo.
Cuando su teléfono comenzó a sonar todas las noches, decidió crear Childline (“línea del niño”), un número gratuito para que niños y niñas de la calle pudieran llamar y pedirles ayuda a otros niños y niñas de la calle con más experiencia. La explotación policial cayó abruptamente, porque los y las menores se conectaban directamente con servicios sociales. El primer eslogan de la iniciativa fue “alguien a quien le importás está a una llamada de distancia”.
El servicio gratuito de Childline creció en los años ’90 hasta llegar a más de cincuenta ciudades indias. Luego la idea se replicó en más de 140 países: para 2014, el servicio Childline International había alcanzado a 36 millones de niños, niñas y jóvenes.
Esta historia tiene más de veinte años, pero Billimoria ha dedicado, antes y después de Childline, una vida a la fundación y cocreación de media docena de organizaciones sin fines de lucro, locales y transnacionales, dedicadas al bienestar de niños, niñas y jóvenes cuyo impacto llega hasta hoy.
La arquitectura de Childline India se basa en un espíritu colaborativo que Billimoria replicó en todos sus proyectos. En muchas de sus entrevistas repite su gran consejo a los emprendedores sociales: “Siempre recomiendo que no se pongan ustedes mismos en el centro. Pongan a los demás, al problema y al impacto. Todo eso al centro. Uno de mis dichos favoritos es: si quieres ser un emprendedor exitoso, toma tu ego, tíralo al inodoro, aprieta la cadena y luego empieza”.
El vaso siempre lleno
Sus padres la educaron con un espíritu filantrópico; a los once años organizó y ayudó a los trabajadores de su edificio para que abrieran sus propias cuentas bancarias. También se dedicó, en su adolescencia, a mejorar la educación de las comunidades pobres de Parsi.
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Luego de pasar por la Universidad de Bombay, fue a Nueva York para un curso de dos años en la New School for Social Research. Allí se unió a la Coalición para las Personas sin Hogar, iniciada por Robert Hays. La experiencia cambió su vida: “Me dio una visión cercana del problema de las personas sin hogar. Me lanzó a sus dolorosas vidas”, explicó Billimoria al periodista David Bornstein, quien le dedicó a su idea un capítulo del libro How to change the world.
Cuando volvió a la India, estableció Meljol, una organización comprometida con un movimiento liderado y dirigido por niños y niñas. El objetivo de esta organización era superar las barreras de las castas y la rígida inmovilidad social de la India. En 2005, Billimoria fundó Aflatoun, otra organización con sede en Ámsterdam, para replicar el modelo de empoderamiento infantil de Meljol, centrándose en la educación financiera y de ahorro en la escuela. El programa trabaja la importancia de discutir sobre el dinero, las finanzas responsables y la proyección de futuro para los niños y niñas.
Billimoria también es socia de Ashoka y Schwab Foundation, y ganadora del premio Emprendimiento Social de la Skoll Foundation. En 2011 fundó Child and Youth Finance International, un movimiento que trabaja en más de 100 países para promover la inclusión financiera en la niñez y la juventud. Ella explica en una entrevista reciente para la sede de Ashoka en Turquía: “Los emprendedores sociales siempre vemos el vaso medio lleno. Aunque no tenga agua, lo vemos lleno de aire”.
Escuchar una necesidad
El proyecto de las líneas telefónicas nació como algo experimental y desde un primer momento estuvo muy centrado en entender lo que realmente necesitaban los y las menores de las calles en Bombay. Su creadora destaca que fue clave que Childline no se limitara a ser solo una línea de ayuda de emergencia: “Los niños necesitan sistemas que sean inclusivos e impulsados por ellos, sistemas que les permitan responder a sus sentimientos y necesidades en cualquier momento”.
A principios de los ’90, los teléfonos públicos eran tan numerosos en Bombay como los niños y niñas que vivían y trabajaban en las calles de la India. Conectar estas dos realidades fue simple en su cabeza, pero no en la de todo el mundo. “Le expliqué a la empresa de teléfono que los propios niños se harían cargo del servicio. Pensaron que estaba loca”, relataría después.
Billimoria negoció inicialmente con la agencia nacional de telecomunicaciones y logró que se pusiera a disposición un número gratuito. “Hoy tenemos líneas para las mujeres en situación de violencia y otros servicios, pero en 1993 esto era algo radical para la India”, detalla Billimoria en How to change the world.
Childline dividió la ciudad en zonas geográficas. Cuando entra una llamada, se redirige a la sede más cercana de alguna de las organizaciones de servicios sociales. Son ellos mismos, niños y niñas, voluntarios y de la calle, quienes toman la llamada y establecen el enlace con los servicios sociales y organizaciones pertinentes. Lo revolucionario del sistema es que se pueden ayudar entre ellos y con apoyo externo y que conecta el servicio de las organizaciones con la voz de los protagonistas.
Así, se ayuda a resolver uno de los problemas más frustrantes para los servicios sociales: estar en el lugar correcto en el momento adecuado, cuando ocurren los problemas, las 24 horas del día.
A través de estas mismas organizaciones, Childline reunió a los niños y niñas que querían ser voluntarios y los capacitó, una sensibilización y educación que hizo énfasis en que comprendieran cuestiones tan básicas como recordar el número, saber marcarlo, no abusar del servicio o no jugar con él.
En los primeros dos años Childline recibió más de diez mil llamadas. El siguiente paso fue conectar con el Ministerio Nacional de Justicia Social y Empoderamiento de la India, que adoptó a Childline como parte de su programa de Gobierno. Ese espíritu colaborativo reunió al Estado, las organizaciones, los servicios de salud y los niños y niñas y creó una red de apoyo para más de 48 millones de menores en el país. Para 2002, Childline se había expandido a 43 ciudades de la India.
En 2003 se lanzó Child Helpline International, con sede en Ámsterdam, Países Bajos. Hoy es una red global de 173 líneas de ayuda para niños de la calle, en 14o países. Entre 2010 y 2013, esas líneas recibieron más de 126 millones de llamadas. De estos, 8,5 millones fueron en América Latina y el Caribe. La principal razón por la que niños de nuestro continente acuden a la línea de ayuda internacional es para conversar sobre su salud mental y la relación con sus pares o sus familias.
“El genio de Billimoria para establecer una organización próspera que ayuda a los niños radica en su capacidad para sintetizar los recursos disponibles, al vincular varios programas, ver un problema e imaginar una solución simple y audaz”, escribió Bornstein.
Un método para abordar problemas
Billimoria es abanderada del formato “system change”, “cambio de sistema” en español : un método de pensamiento para dar vuelta la forma de pensar los problemas, apelar a la imaginación y superarlos.
¿Qué es lo que aprendió y logró con este método? “La razón principal por la que me apasiona el cambio de sistema es el impacto que puede lograr. En última instancia, ¿por qué estamos en este mundo? Queremos ayudar a tantas personas como podamos”. Su recomendación es no centrarse en los políticos de alto nivel, si no en la implementación y la infraestructura de los proyectos. Y también “dejar mucho dinero en crear redes de trabajo, facilitaciones, y en crear conexión”.
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Centrándose en los desafíos presentes para los emprendedores sociales, Billimoria también se ha pronunciado sobre la necesidad de escuchar a las mujeres para superar la crisis pos-COVID-19. En una intervención para la Agenda de Davos, se enfocó en la necesidad de prestar atención a los proyectos que las emprendedoras sociales tienen en cada uno de sus territorios: “Necesitamos incluir las voces de emprendedoras sociales que tienen décadas de experiencia en cambiar sistemas y crear impactos duraderos”.
En la misma agenda, Billimoria integra e impulsa el grupo Catalyst 2030, un espacio que nació como un grupo de WhatsApp y hoy nuclea a más de 900 organizaciones alrededor del mundo. Catalyst 2030 intenta “unir fuerzas con comunidades, Gobiernos, empresas y otros, para cambiar los sistemas en todos los niveles”. Como explica Billimoria: “Como estábamos antes de la COVID-19, habríamos alcanzado los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2094; como estamos después de la COVID-19, tendremos que esperar al cambio de siglo. Necesitamos lograrlos en 2030, y debemos pensar y trabajar de manera diferente”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 13 de octubre de 2021.
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