Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN
En Guasón hay una escena bastante dura que, extrañamente, causa risa. Es cuando los personajes Randall y Gary visitan a Arthur Fleck (el Guasón) en su casa. Spoiler alert, ahí ocurre algo bien feo y luego Gary, que es enano, quiere irse pero no logra abrir la puerta porque la traba está colocada a una altura que excede sus chances. Gary teme por su vida, salta y no logra alcanzar esa traba. Una persona haciendo lo que sea para salvar su vida: ¿es gracioso? No. Pero invariablemente en esta escena la gente se ríe. Ocurre en todos los cines del mundo. ¿Por qué? Admitámoslo: mantenemos algunas actitudes de discriminación que ni siquiera imaginamos.
“Gordo”, “negro”, “maricón”, “mogólico”: estas palabras (y otras) a veces aparecen en nuestro léxico vaciadas de su sentido real. Se pronuncian sin invocar su poder o sin pensar cuánto pueden ofender a alguien. En el primer semestre de 2019 el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) recibió 1.307 denuncias.
Los cinco motivos discriminatorios que más se mencionaron fueron discapacidad (17,9%); diversidad sexual (10,4%); salud (9,7%); género (7,5%); e ideología y opinión (7,1%). Los ámbitos donde más se denuncia discriminación son el empleo y luego el ámbito educativo. Y casi siempre estas denuncias se disparan con el uso de aquellas palabras.
Con esos datos, publicamos en Instagram una pregunta: “¿Usaste alguna vez estas palabras sin fijarte cuánto podían ofender a alguien? ¿Las dejaste de usar? ¿Las usaron contra vos?”.
Uno de nuestros followers, el tucumano Máximo García Hamilton, nos contestó rápidamente: “Usaba muchas [de esas palabras], lamentablemente. Ahora trato de observar y hacer tomar conciencia a mis hijos el peso de las palabras”.
Sofía Gauna, también follower, escribió: "Soy mamá de un niño con autismo, no sé cual es la razón para usar la palabra como insulto, es una condición como tantas otras, hace unos días me dijeron enferma... Le pregunté si eso sería un insulto y no supo qué responder esa persona. Detrás de cada una de estas mal usadas palabras hay un ser humano y una familia que sufre mucho". Otro usuario, Cris Céspedes, le respondió: "Es por discriminación, llanamente. Es como decir 'mogólico' como insulto, está mal usado obviamente. Por eso hay que deconstruirse, y tomar conciencia. "
Llamamos al primero, Máximo García Hamilton. “El término ‘mogólico’ se usaba mucho en mi juventud para agredir, pero hoy ya no lo usan tanto los jóvenes: son más conscientes del significado”, nos explica García Hamilton, nuestro follower. “Cuando yo estaba en la secundaria, el tema de la homosexualidad estaba muy tapado. Tratar a alguien de ‘puto’ era una forma típica de descalificación”.
García Hamilton tiene 51 años y es padre dos hijas (de 22 y 19) y de un hijo (de 14). Cuando él era joven, jugaba al rugby. “En las canchas se veía mucho la discriminación y la agresión”, dice. “Hoy veo que hay más cuidado con respecto al peso de las palabras”.
Todas esas palabras construyen divisiones. En un documento del INADI titulado Entender la discriminación se lee: “Es habitual escuchar que se discrimina al ‘diferente’. Ante esto, es importante preguntarse: ¿diferente de quién?, porque si hay algo que caracteriza a las personas es ser diferentes entre sí. Cuando se afirma que la discriminación recae sobre quien es ‘diferente’, como si fuera una cualidad propia de algunas personas, se está partiendo de la idea falaz y engañosa de ‘normalidad’”.
Algo de esto sufrió Braian Gallo, el presidente de una mesa de votación en la localidad bonaerense de Moreno, cuando, en las últimas elecciones presidenciales, fue discriminado en las redes sociales por su apariencia: “Si votás en Moreno, no lleves cosas de valor”, escribieron junto a su foto. El post se volvió viral y luego el presidente electo, Alberto Fernández, y Mariel Fernández, la intendenta electa del municipio, apoyaron a Gallo.
No fue el único episodio del año. Algunos días antes de aquello, Lautaro Guzmán, un enfermero de 22 años, viajaba en un tren de la línea Roca cuando una niña se sentó a su lado. La madre la tomó y le dijo: “Vení para acá, ¿cómo te vas a sentar con ese villero?”. Luego, Guzmán posteó en Facebook:
El lenguaje y las personas con discapacidad
En 2018 (al igual que en 2019) el INADI registró que la mayor cantidad de denuncias de discriminación se dio en el rubro de la discapacidad. De un total de 2.664 denuncias, 556 se apuntaron en esa categoría.
“El lenguaje tiene carga”, dice Daniela Aza, una licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires que vive con artrogriposis múltiple congénita, una condición que genera contracturas en las articulaciones. Los primeros médicos pensaban que Aza no iba a poder caminar, pero el diagnóstico negativo no le impidió superar obstáculos y logró hacer, con 15 cirugías y tratamiento de reconstrucción (pero sobre todo con optimismo y voluntad) una vida autónoma: estudió, trabaja, se casó y hoy promueve un enfoque positivo y una mirada empoderada de la discapacidad.
“El lenguaje configura el mundo y después nuestras acciones lo consolidan”, dice Aza, que hizo una tesis universitaria sobre identidad sorda titulada Cuando las manos hablan. “Somos acción y el lenguaje también lo es porque forma concepciones e ideas. Y nunca vamos a poder accionar incluyendo si no empezamos por el lenguaje”.
Aza dice que hay poca empatía en la calle, en el trabajo y en los medios de comunicación. “No se tiene en cuenta las verdaderas condiciones de la discapacidad: con los apoyos que necesitamos, todos podemos hacer todo”, explica. “Nunca se habla de ‘personas con discapacidad’; al contrario, hay muchísimos conceptos erróneos: minusválidos, discapacitados, sordomudos. O dichos como ‘todos somos discapacitados’. Así se genera una realidad que ve a la persona con discapacidad desde la compasión y la lástima”.
Para ella, incluso hablar de “capacidades diferentes” es un eufemismo. “No volamos ni adivinamos el futuro”, se ríe, “no es que tenemos capacidades diferentes sino que todos tenemos capacidades, y la discapacidad es siempre una relación con el entorno”.
En Percepciones sobre la discriminación y la discapacidad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un trabajo del INADI y la Comisión para la Plena Participación e Inclusión de las Personas con Discapacidad (COPIDIS), se lee que casi dos tercios de la población (63%) aseguran haber experimentado algún caso de discriminación relacionado con discapacidad. Y el 90% cree que las personas con discapacidad son discriminadas habitualmente.
Entre las personas con discapacidad (o sus familiares), la experiencia asciende hasta el 71%, mientras que en el resto de la población este valor desciende hasta el 56%. “Creemos que esta diferencia se explica”, escriben los autores, “por el hecho de que las personas con discapacidad atraviesan cotidianamente situaciones de discriminación, pero también por el hecho de que tanto ellas como las personas que tienen un familiar con discapacidad poseen una mayor sensibilización acerca de la temática y por ende el reconocimiento de situaciones de discriminación es mayor”.
Abundan el desconocimiento y la falta de información, según Daniela Aza. “A muchas personas no les gusta ser corregidas. Otras son muy abiertas y colaboran con generar un mundo más inclusivo hablando bien desde el lenguaje”, dice. “La gente necesita haber pasado una experiencia para entenderla”.