¡Hola! Hoy es el Día de la Mujer, y queremos abrazarlas especialmente. Y, en un contexto duro, marcado por la violencia que ejercen varones, creemos también necesario advertir el vacío que dejan en las familias las madres asesinadas.
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En lo que va del año fueron asesinadas 50 mujeres. Cada crimen es una catástrofe. De estas 50 mujeres, 8 habían hecho denuncias previas, 6 de ellas habían sido escuchadas y se habían dictaminado medidas cautelares y aun así fueron asesinadas. También hay una tremenda realidad que no suele verse: estas mujeres dejaron 62 hijas e hijos desamparados. De estas 62 personas, 40 son menores de edad, lo que tiene un significado más complejo todavía.
Estas muertes trágicas demandan justicia y nos parece que la nueva mirada, como sociedad, como comunidad, tendría que r dirigida a estas chiquitas y chiquitos que uno no suele registrar: es la historia detrás de la tragedia, que suele quedar oculta detrás de la noticia, no por mala voluntad.
Hemos dado algunos pasos hacia adelante. Estamos ganando en consciencia. Cada muerte de una mujer a manos de un varón que mata ya no es indiferente, no pasa desapercibida. Es en los varones donde hay algo que hay mucho por hacer: una cultura por modificar. Tal vez también sea tiempo de mirar y escuchar a estas hijas e hijos que quedan sin mamá. A la catástrofe original se le suman estas no pequeñas catástrofes: una vida por delante sin el abrazo de una mamá, sin lo que significa, y con el estigma de un crimen. En cada espíritu de estos chicos y chicas hay algo que intentar reparar.
Es una doble sensación: los femicidios ya no son titulados como “muerte pasional” o no se da justificación. En eso hemos mejorado. El crimen es un crimen. No hay excusa para matar. Tal vez las cifras suenan cada vez más fuertes. Es hora de modificar la situación y las masculinidades. Y también de que, en este largo camino cultural, estas chicas y chicos reciban atención y los abrazos que necesitan. Ellas y ellas son las otras víctimas.
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Cuando hablamos de femicidios es necesario señalar la importancia de que la justicia adquiera una perspectiva de género. Pero esto no siempre ocurre. Por eso es para aplaudir el trabajo de abogadas y abogados voluntarios que trabajan para defender los derechos de mujeres violentadas y de familiares de víctimas. Te invito a leer esta nota.
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Es emocionante que las personas pongan su talento al servicio de quienes menos oportunidades tienen. Y es para aplaudir. Una de estas personas es Julio Pereyra. Se trata de un médico uruguayo que recientemente fue distinguido por segundo año consecutivo con el “Global Teacher Award”, uno de los premios de educación más importantes del mundo.
¿Qué hace Julio? Lleva adelante Caminos de Tiza, una escuela ambulante que se acerca a contextos vulnerables de Misiones, Corrientes y Santiago del Estero (en zonas rurales, incluso en medio de la selva) para llevar la educación a niños y niñas con menos recursos económicos.
El trabajo de Julio tiene un enorme foco inclusivo: también desarrolla actividades educativas y terapéuticas pensadas para niños y niñas con discapacidad. Y ha innovado con un método de educación intercultural bilingüe para enseñar a pueblos originarios.
- En esta edición de REAPRENDER, Stella Bin contó cómo funciona Caminos de Tiza. Y, los detalles de la historia de Julio, contada en esta nota, no tienen desperdicio.
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Tres preguntas a Nicolás Faranda, coordinador de programas en de Por Los Chicos [Por David Flier]. Esta ONG desarrolla distintos programas para ayudar a niños y niñas de contextos vulnerables, con foco en la educación y la nutrición.
—¿Cómo es volver a trabajar en enseñanza no formal con chicos que estuvieron sin clases presenciales tanto tiempo?
— Durante 2020 mantuvimos nuestros programas con videollamadas y ahora los estamos reactivando con protocolos sanitarios. Y hacerlo es un gran desafío: aunque nuestros programas son de alfabetización y contenidos curriculares, no podemos esperar que los chicos vengan y solo ponernos a sumar. Estos espacios educativos (tanto la escuela como los no formales), son de contención, de abrazos, de sentirte seguro en un lugar. Son espacios que buscan que los niños ganen confianza, se desarrollen. Este año que pasó se perdió mucho de eso, por eso el foco va a estar puesto en que puedan volver a conectar con la educación, pero desde una mirada integral. Muchas dificultades de los chicos y chicas en cuanto a aprendizaje tienen que ver con falta de confianza o estimulación.
—Otro de los focos en los que trabajan es la alimentación. ¿Cómo vieron que afectó la crisis?
— El de alimentación fue un eje que tuvimos que reforzar a partir de la crisis. Nos pasó ver a familias que por primera vez tenían que acercarse a pedir alimentos. Y ahí se notaban sensaciones como de vergüenza o culpa por tener que hacerlo. Como si el resto los mirara y dijera: “Ah, ahora vos también necesitás”. Pareciera que se ven como si estuvieran cayendo o fallando.
—¿Qué mirada tenés sobre la reacción de la sociedad en la crisis?
—Nosotros no sufrimos una merma en voluntarios porque tenemos un grupo muy estable. Pero hubo a nivel general un ostracismo, una mirada muy para adentro, como que no había espacio para otra cosa. Se dio y de a poco se está empezando a romper. Hubo algo de mirarse muy el ombligo y esto hace que dejes de ser empático. Por otro lado, está aquel al que la crisis le despertó la solidaridad extrema.
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Antes de cerrar, una noticia curiosa de la última semana, la cual esconde un mensaje profundo.
Hace un año, en Santiago de Compostela instalaron el primero de siete radares que miden la velocidad de los autos y que se llaman “pedagógicos” o “educativos”. ¿Por qué? Porque su objetivo, en lugar de emitir infracciones de tránsito que castiguen a quienes van muy rápido es felicitar a quienes respetan las normas de tránsito.
“Gracias”, se lee en el cartel cada vez que se pasa a la velocidad permitida. De lo contrario, hay una advertencia en color rojo. Pero en cualquier caso, es a fines informativos. La metodología, después de 12 meses de uso, dio buenos frutos: El 85% de los conductores no sobrepasan los 30 kilómetros por hora y el 97% no supera los 40.
Algunas personas solo necesitan escuchar (o leer): “Lo hiciste bien, seguí así”.
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Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Te mandamos un abrazo.
Juan.