Por mucho tiempo la violencia estuvo asociada únicamente a la violencia física: golpes, empujones, zamarreos, etcétera. Es decir, al maltrato o agresión que se emplea directamente contra el cuerpo de una mujer y que produce dolor, daño y afecta su integridad física.
Sin embargo, gracias a la lucha y los reclamos de las mujeres y la visibilización de situaciones que muchas debieron atravesar en diferentes ámbitos de su vida, hoy la sociedad, el Estado y nuestra legislación entiende y reconoce que la violencia es mucho más amplia que las agresiones físicas y que no se da únicamente dentro de los hogares.
La Ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres, sancionada y promulgada en 2009, define a la violencia contra las mujeres como “toda conducta, por acción u omisión, basada en razones de género, que, de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, participación política, como así también su seguridad personal”.
Queda claro, entonces, que la violencia se puede ejercer de múltiples maneras. Y así lo demuestran los últimos datos que el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad visibilizó a partir de los registros de la línea 144: en 2020 el 95% de los llamados provenían de personas en situación de violencia psicológica, el 67 % de violencia física, el 37 % de violencia económica y patrimonial y el 13 % de violencia sexual.
Pero, concretamente, si pensamos en todas las formas de violencia ejercidas sobre las mujeres, tanto en el ámbito público como el privado: ¿Cuántos tipos y modalidades de violencia hay? ¿Y cómo se identifican y diferencian?
La ley establece la existencia de seis tipos de violencia: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, simbólica, y política.
La norma también fija ocho modalidades de violencia: doméstica, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica, mediática, en el espacio público y público-política. A la que hay que agregar una novena, que es la violencia ejercida contra las mujeres en espacios digitales o ciberviolencia, que no está tipificada en la ley 26.485.
Acá podés ver qué incluye cada una de las modalidades
La violencia como iceberg: mirar, detectar y actuar ante lo invisible
Todos estos tipos y modalidades de violencia son explicados muchas veces y en diferentes ámbitos. Sin embargo, detectarlos en el día a día, puede no ser tan fácil. Menos en una sociedad de raíces patriarcales, en la que todavía se legitiman muchas actitudes y no se habla de tantas otras.
Victoria Vaccaro, especialista en género del Programa de la Iniciativa Spotlight por el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), asegura que cualquier forma de violencia se manifiesta como un "intento de socavar, atentar contra nuestra libertad y nuestra autonomía". Entonces, estas señales de alerta pueden encontrarse en todos los espacios, todo el tiempo.
Porque también existe la violencia invisible. Es la que pasa desapercibida y, aún peor, es socialmente aceptada. El Iceberg de la Violencia de Género, divulgado por Amnistía Internacional, explica este fenómeno machista a la perfección. Se presentan dos formas: la visible y la invisible. La última es la base de la primera, aquella que la mantiene a flote, le da estructura y la legitima.
¿Cómo funciona? Pensemos: ¿cuántas veces las mujeres escuchamos un chiste sexista? ¿Cuántas veces vimos a un hombre en una publicidad de productos de limpieza? ¿Cuántas veces aplaudieron a una mujer después de cocinar? ¿Y a un hombre después de hacer el asado? ¿Cuántas veces escuchamos a un tío, abuelo o familiar hablar de una mujer como si fuese un objeto? ¿Cuántas veces relacionaron nuestra felicidad con la llegada de un hombre a tu vida? ¿Cuántas veces nos preguntaron cuándo pensábamos ser madre?
La violencia invisible está en el hogar, en el trabajo, en la calle y en las instituciones. Y sin que nos demos cuenta, comienza a traducirse en una violencia más explícita: humillación, desprecio, culpabilización, desvalorización, chantaje emocional. Las formas de violencia empiezan a escalar a nuestro alrededor y así surge la violencia visible: amenazas, gritos, insultos, agresión física, abuso sexual, violación. Hasta que llegamos a la punta del iceberg: los femicidios.
Es cansador sentir que como mujeres tenemos que estar alertas a cualquier señal de violencia. Sin embargo, detectarla y alejarse se vuelve la mejor salida posible.
Vaccaro nos dio una serie de ejemplos que ilustran dónde hay que poner la lupa en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana. “En los vínculos sexo afectivos, recomiendo cuidar la autonomía. Hay que estar atentas a si la persona intenta apartarnos de nuestras amistades, de nuestra familia, las salidas. Lo mismo si nos quiere imponer tener relaciones sexuales o usar un método anticonceptivo con el cual no estamos de acuerdo, o no usar ninguno. Atentas a cuando ya no hay lugar al consentimiento sino a la pura imposición”, alerta.
Y agrega: “En otros ámbitos, por ejemplo laborales o académicos, hay que estar atentas al abuso de poder porque cuando hay una persona de mayor jerarquía en relación a nosotras, porque puede derivar en una situación de acoso sexual”.
Ni capas ni espadas, huir para sanar y poder hablar
“Llamá al 144” es la frase que se repite en la televisión, la radio, el diario y hasta en los grandes carteles de la vía pública. Pero, ¿qué más puedo hacer en una situación de violencia? En los últimos años el movimiento feminista le otorgó a la mujer un empoderamiento único e indispensable. Sin embargo, estar viviendo una situación de violencia de género nubla todos los aprendizajes, los deseos, las voluntades, la autonomía y el poder.
Entonces, ¿qué hacer? Victoria Vaccaro recomienda no jugar a la Mujer Maravilla -la superheroína-, porque eso puede terminar en una tragedia.
Y remarca los “planes de acción” para dos situaciones diferentes: “Si la situación de violencia está empezando y la puedo detectar fácilmente, implementar alguna estrategia para salir de esa relación antes de que las cosas escalen y pasen a mayores. Mientras que si la situación ya empezó y es más difícil alejarse, es importante pedir ayuda, saber que no estamos solas, tomar distancia y luego sí, es necesario hacer la denuncia correspondiente”.
“La denuncia es fundamental. Ahora, no es casual que las mujeres no denuncien. No es fácil hacer la denuncia, ni sostenerla. Por eso es primordial que la mujer esté acompañada”, destaca Vaccaro.
¿Qué pasa si el estado de emergencia es muy alto?
“Escapar”, contesta sin dudar la especialista en género.
Es importante abandonar la situación lo antes posible, más allá de las propias creencias. “No voy a poder sola”, “Dependo de él económicamente”, “No puedo dejar al padre de mis hijos/as”, son algunas de las frases que cruzan por la cabeza de las personas en situación de violencia.
Sin embargo, Vaccaro asegura que quedarse y afrontar la situación puede resultar sumamente peligroso. Y sostiene: “Si ante la primera alerta el diálogo no funciona, hay que irse”.
Ahora bien, ¿qué llevarse del hogar cuando se está en una situación de peligro? Primero y principal: el DNI, ya que es lo primero que piden a la hora de hacer una denuncia. Y en caso de tener hijos/as, también.
Otras cosas importantes: las llaves de la casa, una tarjeta SUBE, dinero (aunque sea el necesario para tomar un transporte público), medicamentos propios o de hijos/as en caso de estar medicados, obra social, libreta sanitaria de los menores, papeles de la vivienda (escritura, alquiler o alguna constancia de que vos vivís ahí).
“Estos elementos van a ayudar luego en el proceso judicial o institucional que se inicie. Van a servir para hacer una denuncia o empezar con un proceso judicial para la división de bienes, para pedir alimentos para hijos/as, para recuperar el hogar si la persona agresora no quiere irse. Son cosas a tomar en cuenta si vamos a dejar el espacio donde convivimos con el agresor”, explica Vaccaro.
No estás sola
A pesar de que el principal pilar para las mujeres en situación de violencia es la red de contención formada por familia y amigos, un factor que se encuentra presente en varios casos es el silencio. Las mujeres no se animan a contar lo que están viviendo, no quieren que nadie se entere. Algunas veces por miedo, otras por vergüenza. Pero lo importante, si estás ante una situación violenta, es saber que no estás sola.
Vaccaro recomienda llamar al 144, línea nacional de contención, acompañamiento, escucha y derivación a mujeres en situación de violencia. Funciona 24 horas, los 365 días del año, en todo el país. Si la víctima necesita alguien que la acompañe a hacer la denuncia, existen espacios institucionales locales que se encargan de ayudarla en el proceso de denuncia.
Mirá el listado de espacios de atención para mujeres y LGBTI+ en todo el país
¿Dónde denunciar? Existen varias opciones: en la policía, en la fiscalía, en las oficinas de violencia doméstica, en los juzgados de paz y de familia. También, en caso de haber sufrido una lesión y dirigirse a un hospital, el hospital toma la denuncia y realiza la declaración a la fiscalía correspondiente. Durante el proceso de denuncia civil o penal, las mujeres en situaciones de violencia tienen derecho a tener un abogado o abogada que las acompañe durante todo el proceso. Y es responsabilidad del Estado proveerlo gratis.
Por último, aclara Vaccaro: “Si se está con la persona agresora y el riesgo es alto, si se puede, agarrar el teléfono y llamar al 911. La policía automáticamente va a trasladar a móviles hasta el lugar. Es importante saber que el 911 también es un recurso para la mujer que está atravesando una situación delicada”.
Si crees que estás viviendo una situación de violencia por razones de género y necesitas contención o asesoramiento, llamá al 144. Si estás en riesgo inminente de ser atacada llamá al 911.
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