En los últimos años, la Antártida ha experimentado una serie de olas de calor sin precedentes, cuestionando las afirmaciones de aquellos que utilizaban este continente para negar la existencia del calentamiento global. El 6 de febrero de 2020 se alcanzó la mayor temperatura registrada en el continente con 18.3 grados, superando así el anterior récord (17.5 °C), que se produjo pocos años antes.
En las mismas fechas de 2022 se dio otra gran ola de calor que produjo el mayor deshielo registrado en la península antártica. En marzo del mismo año se producía la mayor ola de calor registrada en la Antártida oriental con temperaturas de entre 30 y 40 ºC.
Finalmente, durante el último año hemos experimentado la menor extensión del hielo marino antártico desde que tenemos registros.
La sucesión de fenómenos de los últimos años ha sido increíble, y es difícil no relacionarlo con el cambio climático. De hecho, ya han surgido los primeros estudios atribuyendo claramente algunas de estas olas de calor al calentamiento global. Una de nuestras investigaciones sugiere que sin la influencia del cambio climático, el récord de 2020 no se habría producido.
El avance del cambio climático en la Antártida
Hace unos años, un estudio cuantificó la velocidad del cambio climático a nivel global, es decir, la velocidad a la que se mueven los ecosistemas debido a los cambios de temperatura que se registran en la Tierra y, por lo tanto, la velocidad a la que sus especies deben adaptarse para asegurar su supervivencia. Este estudio cuantificó que los biomas se mueven a una velocidad de entre 0.8 a 12.6 km por década, con una velocidad promedio de 4.2 km por década.
En un reciente estudio, hemos adaptado esta medida de velocidad a la periferia de la Antártida. Para ello hemos seleccionado la velocidad de desplazamiento hacia el sur de la isoterma de cero grados cerca de la superficie como valor de referencia.
La isoterma cero es una línea imaginaria que une en un mapa los puntos a 0 ºC. El hecho de que se desplace hacia el sur significa que el área con temperaturas bajo cero en torno a la Antártida es cada vez menor. Los 0 ºC marcan el cambio de fase del agua de líquida a sólida (hielo), por lo que el movimiento de esta línea conlleva cambios drásticos tanto en la criosfera como en los ecosistemas.
Nuestros cálculos indican que la isoterma cero se ha movido desde 1957 a una velocidad de 15.8 km por década alrededor de la Antártida y hasta 23.9 km por década en la península antártica. Esto indica que la posición de la isoterma cero se sitúa hoy más de 100 km al sur que a mitades del siglo XX.
Estas medidas sugieren que la velocidad del cambio climático en la periferia de la Antártida es cuatro veces la velocidad media de los ecosistemas en el mundo.
La influencia de las emisiones
Para estimar las consecuencias de la migración hacia el sur de la isoterma cero hemos calculado sus tendencias en una veintena de modelos climáticos. Aunque hay cierta variabilidad en el desplazamiento de la isoterma cero entre los modelos, todos están de acuerdo en que esta se desplazará significativamente hacia el sur durante las próximas décadas.
Los modelos prevén que durante las próximas décadas la velocidad de esta isoterma se va a acelerar independientemente del escenario de emisiones. Sin embargo, el avance hacia el sur durante la segunda mitad del siglo XXI dependerá de cuánto carbono emitamos.
Si continuamos con al actual ritmo de emisiones, la posición de la isoterma cero continuará avanzando a un ritmo similar para frenarse durante la segunda mitad del siglo XXI. Sin embargo, ante un escenario de altas emisiones, la velocidad de la isoterma cero se aceleraría y continuaría avanzando hacia el sur hasta finales de siglo.
Impactos en la criosfera y los ecosistemas
Este avance hacia el sur de la isoterma cero no se quedará en la atmósfera sino que impactará sensiblemente en la criosfera (todos los sistemas helados de la Antártida) y en la biosfera (los seres vivos la que habitan).
Para empezar, los cambios en la isoterma cero indican una mayor cantidad de lluvia líquida en lugar de nieve en las regiones más externas del continente, aunque a su vez puede aumentar las nevadas en otras zonas.
La menor cantidad de nieve sobre el mar helado, que sirve de aislante para el hielo marino, puede conducir a una velocidad superior en la disminución del hielo marino durante la fase de retroceso en verano.
Aunque los efectos sobre el permafrost, plataformas de hielo y hielo continental aún son inciertos, es indudable que afectará a los glaciares periféricos de la península antártica, una de las mayores fuentes potenciales de crecimiento del nivel del mar en las próximas décadas.
Los cambios en la criosfera conducirán también a cambios en los ecosistemas. Nuevas áreas para la vida se abrirán debido al deshielo, pero la mayor exposición a temperaturas sobre los cero grados permitirá que especies de otros continentes, sin adaptaciones especiales a la congelación, se puedan asentar en dichas zonas, compitiendo con las especies locales.
En resumen, la rápida migración hacia el sur de la isoterma cero en la Antártida anticipa cambios inevitables, afectando a la criosfera y los ecosistemas locales.
Sergi González Herrero, Científico atmosférico, Universitat de Barcelona
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.