En todo el mundo se dice que la tecnología inalámbrica ultrarrápida 5G puede ser un avance con potencial transformador, similar a la adopción de la electricidad; y no es una exageración. Un área donde tendrá un papel decisivo es la Agenda de Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, adoptada en forma unánime por Naciones Unidas en 2015.
Tómese por ejemplo el Objetivo de Desarrollo Sostenible n.º 4 (“garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”), del que depende el logro de los otros ODS, comenzando por el de poner fin a la pobreza (ODS 1). Según muestra el Índice Multidimensional de Pobreza del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, de todas las privaciones que afectan a los pobres (desde una nutrición inadecuada hasta falta de acceso a agua potable y saneamiento), no haber tenido educación de calidad es uno de los mayores obstáculos a la movilidad social ascendente.
Los efectos adversos de la privación educativa se intensifican con la edad. Y como los hijos de adultos sin educación tienden a asistir menos a la escuela, la deficiencia educativa es uno de los principales factores de pobreza intergeneracional.
El obstáculo que esto supone para el logro de los otros ODS es evidente. Una fuerza laboral sin educación es una fuerza laboral poco cualificada, mal preparada para conseguir empleo productivo (ODS 8), reducir la desigualdad de ingresos (ODS 10) o crear instituciones sólidas (ODS 16). La UNESCO calcula que en los países de bajos ingresos, cada año adicional de educación suma alrededor de 10% al ingreso promedio de las personas durante toda la vida.
Garantizar una educación de calidad también está muy relacionado con el objetivo de lograr la igualdad de género (ODS 5). En África, el promedio de escolaridad de las mujeres es un año inferior al de los hombres. En los países con más dificultades (como la República Centroafricana, Chad y Níger) la escolaridad prevista de las mujeres es seis años, cifra que en Eritrea se reduce a sólo cuatro años. No es extraño que los hombres ganen en promedio 1,6 veces más que las mujeres.
Las mujeres con más años de educación siguen mejores prácticas sanitarias, se casan más tarde y tienen menos hijos; esto conduce a una mejor salud maternoinfantil. Además, los hijos de madres que fueron a la escuela tienden ellos mismos a estar más escolarizados, lo que crea un círculo virtuoso de progreso intergeneracional.
La pregunta obvia es cómo proveer educación universal de calidad en una región como África, donde para muchos, estudiar puede ser prohibitivamente caro. Como el 85% de los multidimensionalmente pobres viven en áreas rurales, la provisión de educación es una dificultad importante. Para escolarizar a todos los niños de África subsahariana, habría que construir una nueva escuela primaria por hora de aquí a 2030.
Aun si los gobiernos de la región tuvieran fondos para semejante ritmo de construcción (y no los tienen), tendrían que procurarse terrenos y garantizar que sean accesibles a una cantidad suficiente de alumnos, lo que estaría sujeto a complejos procesos de adquisición pública con plazos rígidos. Además, habría que capacitar y distribuir maestros.
No es necesariamente imposible, pero tampoco muy factible. Una estrategia mejor es aprovechar la tecnología 5G para ampliar las oportunidades de aprendizaje a distancia. Con esto ya no será necesaria la compra de terrenos y construcción a gran escala, y además, los procesos de adquisición pública podrán concentrarse en las inversiones en tecnología. Conseguir estas inversiones no debería ser difícil, ya que la tecnología 5G tiene muchas otras aplicaciones además del sector educativo.
En algunas partes del mundo ya hay programas de educación a distancia, pero la tecnología 5G puede mejorar en gran medida su calidad, por su enorme velocidad (hasta 100 veces más que el estándar 4G), que permite una interacción instantánea sin mucho consumo de energía. Es decir que los alumnos de cualquier remota aldea africana, en vez de sólo mirar videos de un maestro distante, podrían participar en las clases en tiempo real.
Esto aumentaría enormemente la disponibilidad de maestros cualificados para enseñar a los jóvenes africanos. Como un voluntario podría enseñar desde cualquier lugar, no habría necesidad de capacitar personal local o llevar maestros extranjeros a las áreas necesitadas, con todas las dificultades burocráticas que eso supone.
Además de facilitar la enseñanza tradicional, la tecnología 5G también posibilita formas de enseñar totalmente nuevas; por ejemplo, registrar en tiempo real con guantes hápticos los movimientos de un experto (un pianista, un cirujano) para luego cargar esa información en bases de datos de habilidades y ponerlas a disposición de los estudiantes.
Ya hay médicos chinos que trabajan en la creación de procedimientos basados en tecnología de realidad virtual y representación 3D con los que un cirujano puede colaborar en una operación a miles de kilómetros de distancia. Aunque ciertos tipos de cirugía a distancia ya son posibles hace algún tiempo, la velocidad de la conectividad 5G abre todo un nuevo campo de oportunidades, no sólo en cuanto a salvar vidas de pacientes que no pueden acceder a un cirujano con la experiencia pertinente, sino también en cuanto a capacitar futuros médicos.
El desafío de alcanzar los ODS es enorme. Pero ya existe una herramienta poderosa para superarlo. Los gobiernos africanos deben unirse no sólo para invertir en la creación de redes 5G, sino también para aprovechar todas las oportunidades que esas redes hacen posibles, entre ellas, la educación de calidad para todos.
Traducción: Esteban Flamini
George Lwanda es asesor regional del programa de industrias extractivas del Proyecto de Desarrollo de la ONUser on extractive industries at the UNDP Africa Regional Service Centre and a 2018 Asia global fellow.
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