“Estoy más vivo que nunca”. El cantante español José Luis Perales desmentía así su muerte en agosto de 2023. Al día siguiente de que la noticia corriera como la pólvora por las redes sociales, Perales aseguró que el “ayer se fue” era solo el comienzo de una de sus canciones.
Bulos, noticias falsas, mentiras, desinformación, teorías de la conspiración, infodemia… Las formas de llamar a este virus son muchas. La realidad es solo una: ataca por todos los flancos.
Le proponemos un reto: ¿sería capaz de detectar un medio de desinformación si lo tuviera delante? La profesora Leticia Rodríguez, de la Universidad de Nebrija, nos da las claves para hacerlo. Y, créanos, no es tan complicado. Aprender no le llevará más de tres minutos y la inversión merece la pena.
Las noticias falsas no solo pueden dañar la reputación de las personas, sino que también tienen el potencial de influir en la toma de decisiones políticas y sociales. Cuando la desinformación se propaga, socava la confianza en las instituciones y en el proceso democrático, debilitando los cimientos de la sociedad.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, manifestó hace unas semanas que se había visto superado en su capacidad de soportar bulos y descalificaciones y decidió tomarse cinco días para reflexionar sobre si seguir o no en el Gobierno. Finalmente se quedó, pero no se cansó de repetir en días posteriores el peligro de las noticias falsas, de la “máquina de fango” de la que luego nos hablaría en The Conversation la catedrática emérita de Filosofía de la Universidad de Salamanca María Teresa López de la Vieja. Una máquina que funciona en todas partes gracias a medios de comunicación que viralizan noticias falsas.
Muchos de estos medios practican lo que se conoce como astroturfing, una estrategia habitual usada por empresas de propaganda digital para condicionar a la opinión pública. Los profesores de UNIR Sergio Arce, Daria Mottareale y Elías Manuel Said describían la manera de trabajar de estas empresas y nos explicaban cómo defendernos de sus malas prácticas.
“La viralidad es lo que las hace más nocivas”, señalaba Marta Montagut, profesora del Departamento de Estudios de Comunicación de la Universitat Rovira i Virgili: “Desprestigiar la ciencia o el periodismo, deslegitimar sus aportaciones y priorizar las explicaciones simples, las opiniones personales o las emociones nos hace vulnerables”.
La profesora de la UOC Ana Sofía Cardenal confirmaba en un artículo que una investigación en la que participó llegó a la conclusión de que Twitter (X) es la red social que más se resiste a las teorías conspirativas y que el usuario de esta red tiene como promedio más estudios y mayor conocimiento político que el usuario de Facebook, lo que podría explicar una predisposición negativa a creer en las teorías conspirativas.
¿Y qué podemos hacer ante esta abrumadora cascada de noticias falsas en el ámbito digital si resulta que, según el Observatorio de Intangibles y Calidad de Vida 2023, las mejoras en la calidad de vida de los españoles están ligadas a la digitalización? Esto nos lo aseguraba el catedrático de Econometría de la UCLM Víctor Raúl López. Somos animales digitales y consumimos digitalización a todas horas del día. Y esa digitalización, en ocasiones, puede convertirse en un auténtico monstruo que devore nuestro espíritu crítico.
Por eso, desde The Conversation tratamos este tema y ofrecemos herramientas para que no nos den gato por liebre.
Es imprescindible que usuarios de redes sociales y medios de comunicación seamos capaces de verificar la información que compartimos, y para eso es necesaria la alfabetización mediática. Por ejemplo, este cóctel contra la desinformación del que nos habla David Megías, catedrático de Seguridad y Privacidad de la Información de la UOC. Porque no es difícil aprender a gestionar la información.
Las profesoras Inés Martínez Pena y Blanca Puig, de la Universidad de Santiago, nos enseñan en este artículo a “identificar y desatender la información falsa o deliberadamente falsa, sin necesidad de leer detenidamente su contenido, obviando lo irrelevante”.
De igual manera Jesús García, docente de la Universidad de Oviedo, alerta de los chatbots basados en inteligencia artificial, esos que nos ofrecen información sin contarnos de dónde la sacan y que están condicionados por las fuentes utilizadas durante su entrenamiento. Huya de ellos, especialmente cuando se trata de información especialmente sensible.
Con todas estas armas ni habrá chatbot que se nos resista ni pseudomedio que no seamos capaz de destapar. El monstruo de la desinformación no tendrá más remedio que darse media vuelta y desaparecer.
*Lola Delgado, Política y Sociedad, The Conversation
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.