La revolución de las hijas
Luciana Peker
Planeta
Uno (mi comentario)
Leo La revolución de las hijas como la continuidad de La revolución de las mujeres (Eduvim, 2018). En la tónica en la que describió los cambios inmensos y todavía inconmensurables que el movimiento de mujeres impulsó e impulsa en los distintos sectores del Estado y de la sociedad en aquel libro, encara este nuevo trabajo, minucioso, informativo, periodístico, sobre los feminismos como protagonistas indiscutibles en la política local y global de la actualidad. La revolución de las hijas nació al calor de la marea verde por el aborto legal y con el fuego encendido de los encuentros nacionales de mujeres, de las movilizaciones Ni Una Menos, de los paros feministas, de la denuncia de Thelma Fardin y el Mirá cómo nos ponemos. Muchas de las exposiciones de quienes defendían el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, tanto en el debate en comisiones como en el recinto, mencionaron a las adolescentes en tanto hijas y en tanto sujetas políticas como protagonistas de este momento histórico. Todo eso refleja Peker en su libro. Ella teje datos con conceptos profundos y hace que La revolución de las hijas no sea un libro, sino más bien una herramienta para la práctica del activismo feminista. Puede ser leído como una pintura violeta y verde de estos tiempos apta para todo público, como una hoja de ruta para argumentar en una asamblea y como una declaración de principios. Hay allí desde testimonios y reflexiones sobre las maternidades y las herencias compartidas entre mujeres hasta desarrollo de leyes y referencias bibliográficas. Hay marco teórico y hay práctica política. Hay madres, hijas, nietas, sobrinas, tías, amigas. Hay mujeres que pusieron sus cuerpos en las calles masivamente en distintas épocas y que, en esta, llevan pañuelos y glitter verdes como símbolo de empoderamiento y sororidad.
Mientras los sectores más conservadores y fascistas pretenden retroceder en las conquistas por los derechos humanos, una marea que parece más un tsunami que una ola avanza a paso decidido. Y el libro de Luciana es un arma contra los antiderechos. Referente del periodismo feminista, trabajadora voraz, recorre distintos temas con anclaje en la actualidad, en este feminismo de la transformación y del goce que ella protagoniza y de la que es también responsable. No evade en este libro el compromiso de que será leída: se mete en debates difíciles, toma partido, arenga, es pedagógica, sostiene, pelea. Y escribe. Por suerte para todas, todos, todes.
Dos (la selección)
Sin embargo, no todo es un lecho de rosas y, muchas veces, se sienten las espinas de la tensión generacional. A menudo la falta de experiencia lleva a las más jóvenes a pasarse de revoluciones (porque las revoluciones también se pasan, claro, como si ya no lo hubiéramos visto) o a culpar por cualquier dificultad que se presente a los y las demás (léase padres, gobierno, varones …y tu mamá también). La enorme dosis de energía que aportan los jóvenes no implica que sus razonamientos, comportamientos y planteos sean legítimos por portación de inocencia o rebeldía o que las adultas tengan prohibido disentir con ellas o no deban construir redes capaces de contener un movimiento que tiene que sumar a las adolescentes pero sin volverse adolescente.
Tres
Los discursos anti punitivistas y anti linchamiento del feminismo no deben ser usados para legitimar la impunidad judicial, social, política, laboral o cultural de los varones machistas ni de los delitos de violencia sexual, económica, psicológica, laboral. Una cosa es buscar desafíos alternativos al castigo o la muerte civil de agresores y otra, muy distinta, que repensar estrategias que tiendan oportunidades de cambio sean utilizadas para quienes no quieren cambiar (sino legitimar su violencia y recrudecerla) o buscar cobijo o perdón en discursos feministas alternativos a la idea del castigo. Pensamos un feminismo de la transformación del machismo, pero jamás en legitimar o blanquear la violencia, el maltrato, el machismo, la crueldad y la perversión de varones contra mujeres, lesbianas, binaries y trans.
Cuatro
El futuro es feminista. Sí. Irreversiblemente feminista. Por eso el fascismo es enemigo. Porque aparece con una amenaza clara. En el presente. Pero en una batalla de tiempos sobre tiempos. El pasado contra el futuro. El medioevo o los pibes no es solo una consigna. Es una realidad plasmable en donde las eras geológicas combaten por la conquista de un calendario. Aquí y ahora. ¿Adónde va? ¿Adónde se quiere ir? ¿Mejor malo conocido que bueno por conocer? ¿Mejor inventar lo que no está inventado? Allá vamos.
Cinco
A los 13 años le dije a mi amiga Eugenia Guerty que la diferencia entre mis padres y yo no iba a girar por ser más piola con mis hijos de lo que ellos eran conmigo, sino por escucharlos. Con ella nos seguimos escuchando y pensamos, con el orgullo de la rebeldía adolescente, que no traicionamos a las pibas que fuimos – a las que hicimos huelga de guardapolvos blancos porque solo nosotras teníamos que cubrir nuestros pecados en un colegio que había sido exclusivamente de varones, ni abrazarnos en una plaza o escaparnos para ir a Cemento o huir por un novio a Rosario – mientras parimos y crecemos con nuestros hijes y sobrines.
Seis
No nos traicionamos. Ni a nosotras ni a ellas ni a ellos porque los escuchamos. Pero no porque tenemos razón, sino porque nos dejamos interpelar y también queremos cuidar. Y de esa mistura sale La Revolución de las hijas. De las madres que cuidan e impulsan. De los padres que enseñan y pueden salir de su machismo y escuchar a las hijas que quieren ser más libres pero también contar con la palabra propia. Ofelia Fernández me dijo que primero no le gustaba lo de la revolución de las hijas porque ella nació así solita, sin influencias y que ahora piensa que sí, que su mamá también fue su influencer.
Siete
Pensar no es perdonar. Interpelar no es aceptar. Proponer no es ser light. Incluir a los varones en la transformación imprescindible no es borrar las huellas del machismo, ni dejar de nombrarlo y repudiarlo. Se puede aceptar el cambio en la masculinidad y pretender un feminismo político, masivo y transformador, que dé oportunidades y que incluya en vez de expulsar. Pero eso no implica poner la cabeza para que el machismo no corte con la indulgencia a la manipulación de los varones denunciados, la coacción de quienes amenazan con quitarse la vida o las escenas de drama de quienes son cuestionados sin agudizar en su propia responsabilidad y necesidad de cambio.
Bis
Es fundamental la sororidad entre mujeres; creerles a las otras, apoyar las denuncias; jamás repetir que la violencia de género es un tema privado, que las instituciones tomen cartas en el asunto y tengan o respeten protocolos y que los varones corten con la cofradía que legitima el maltrato (y solo potencia el machismo de los varones que los va a dejar afuera de una sociedad que ya no tolera el machismo y otorga impunidad a conductas injustificables). Proponemos un cambio. Pero no es un eslogan vacío.
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