Mientras Ucrania vive en carne y hueso la violencia del ataque ruso, otra guerra ocurre en paralelo, una disputa informativa entre Ucrania, respaldada por Estados Unidos y la Unión Europa, y Rusia, con algún respaldado de China, donde el fuego cruzado toma la forma de acusaciones de desinformación contra el bando contrario.
Para entender qué ha estado pasando, hay que conocer el contexto. La UE bloqueó las plataformas digitales de los medios 'Sputnik' y 'Russia Today' por considerarlas herramientas de desinformación y propaganda del gobierno ruso. Y Putin aprobó una ley que persigue a la prensa independiente y a cualquier ‘‘desinformación” relacionada con la guerra, además de bloquear el acceso a redes sociales en su país.
Acusaciones de desinformación, censura, reporteo en tiempo real a través de las redes: ¿qué particularidades tiene la guerra en la era de las redes sociales? ¿A partir de cuándo el hecho de ‘‘evitar la propagación de la desinformación” empieza a atentar contra la libertad de expresión? ¿Cómo podemos, desde nuestro rol como ciudadanos globales, informarnos de la mejor manera posible sobre lo que pasa en Ucrania?
Esta guerra es considerada la primera guerra con enfrentamientos en las redes sociales. Antes, la de Vietnam, entre el '55 y el '75, fue considerada la primera guerra televisada, ya que fue cubierta de forma audiovisual por los medios in situ. Además, las guerras civiles en Yugoslavia, en los 90, son consideradas las primeras guerras de la era de Internet, al coincidir con su adopción masiva y la publicación de noticias en medios digitales. La "guerra contra el terrorismo" tras el 11 de septiembre fue la primera que realmente mostró el potencial de lo que era la cobertura en tiempo real.
Pero la guerra de Ucrania, como asegura el periodista estadounidense Peter Suciu en una nota de opinión para la revista Forbes, es la primera guerra de las redes sociales.
De su potencial transparencia al peligro de las fake news
Las redes existen hace muchos años y este no es el primer conflicto armado desde su creación. Pero en los últimos años, Instagram, Facebook y Twitter crecieron de forma exponencial. Además de que aumentó la audiencia de redes, la gente está más acostumbrada a consumir noticias fuera de medios tradicionales.
Por primera vez, podemos ver a ucranianos o personas en ese territorio subiendo material en tiempo real, como si fuesen corresponsales. Unas variables que vuelven a esta guerra algo inédito en la historia. Por supuesto, esto potencialmente hace más transparente la información sobre el conflicto, pero también es un caldo de cultivo para las fake news o informaciones engañosas.
¿De qué manera las redes sociales pueden actuar como un elemento transformador y enormemente poderoso ante un conflicto bélico? Si la historia la escriben ”los vencedores” de las distintas guerras: en plena era de redes sociales, es posible ”reescribir” algo que fue visto en streaming por todo el mundo?
Juan Negri, doctor en ciencias políticas y director de las Carreras de Ciencia Política y Estudios Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella, afirma que las redes sociales han adquirido un protagonismo muy importante en los últimos años. “Lo que estamos viendo es a personas en territorio ucraniano que reportan en tiempo real los aspectos más crueles de la guerra”, explica Negri y avisa de que esto se ha convertido en un elemento de poder, en una guerra no convencional, donde predomina lo moral: “Ucrania ha planteado una épica de guerra moral, de resistencia al invasor, una épica heroica que está teniendo mucho éxito y que sería muy difícil de lograr sin las redes sociales. Mi impresión es que esto no puede torcer el rumbo de la guerra desde lo convencional pero sí desde lo discursivo y simbólico, sin dudas”.
Una guerra que marcará un cambio en el modo de contar
Marcelo Montes, doctor en relaciones internacionales y analista de política exterior de la Federación Rusa cree que va a haber un antes y un después de esta guerra, “igual que ocurrió en la primera guerra del golfo, tras la guerra fría”, donde señala, que solo se vieron imágenes nocturnas, y la cobertura estuvo manejada por la CNN y los medios norteamericanos, “que tenían que disimular el fracaso en Vietnam”.
En esta línea, Montes sostiene que acá también va a haber un antes y un después, porque en las redes sociales todo el mundo toma partido y se juega con virulencia estar de un lado o del otro, y donde hay lobbistas, trolls y bots, que imponen determinadas tendencias.
“Se intenta minar la confianza en el otro bando y aquí creo que las redes favorables a Ucrania son evidentes. Yo creo que la historia la escriben los que ganan y va a ser relativo lo que pueda hacer Ucrania para compensar su derrota militar, que ya está signada. La duda es en cuánto tiempo caerá Kiev. Pero sin duda que Ucrania ha tenido éxito en generar este equilibrio a su derrota militar”, asegura Montes.
Sobre esto, Juan Negri añade que toda guerra implica una reconstrucción posterior y una lucha simbólica por un relato que de alguna manera justifique lo que fue esa guerra. Él afirma: “Esta guerra en la que se transmiten en vivo y en directo los aspectos más cruentos del conflicto y el accionar del ejército ruso, le está dando una ventaja muy importante a Ucrania respecto a la construcción de un relato heroico sobre su resistencia al invasor”. Un relato que, desde su opinión, está indudablemente destinado a triunfar a posteriori.
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¿Se puede hablar de una ‘‘batalla de desinformación‘‘?
Mientras, las acusaciones cruzadas entre Rusia y sus adversarios generan una escena en la que es difícil encontrar la ”verdad”. Adriana Amado, doctora en ciencias sociales, especializada en comunicación pública y medios y presidenta de Infociudadana, explica que para entender mejor la guerra de información actual hay que tener en claro que como sociedad hemos discutido mucho la desinformación pero todavía nos sentimos incapaces de sancionarla cuando la vemos.
“Las medidas que aplica la UE y las plataformas son las mismas que aplicarían a cualquier ciudadano que ponga a circular desinformación. No son medidas pensadas por cuestiones de bloqueo comercial, pero sí como cumplimiento de las reglas que tenemos que cumplir todos los participantes. De hecho, los medios rusos y gubernamentales estaban etiquetados como tales en las redes sociales”, señala Amado, a lo que añade que la cuestión no está tanto en las medidas que se toman sino en cuáles son las fuentes que la gente consulta y cree que son confiables.
Con todo esto, es importante recordar que estamos ante la primera guerra que ocurre en pleno contexto de la posverdad, pero también en un momento en el que existen mecanismos de autodepuración y verificación de la información. Incluso, muchas de las cuentas que aportan una mirada directa son de ciudadanos y de personas involucradas en el conflicto que por su transparencia se vuelven fuentes confiables.
De hecho, Amado asegura: “Muchos medios están tomando audios y videos como parte de la información después de haberlos sometidos a procesos de verificación muy sofisticados. Con lo cual creo que no es una guerra de desinformación sino una guerra que nos está mostrando lo limitado que es todo el aparato de desinformación que por ejemplo asiste al gobierno ruso y lo vanas que pueden ser las medidas de cortar las redes sociales, porque hacia adentro de Rusia eso mismo puede llevar a generar más suspicacia de la única información que tienen disponibles”.
Otro factor de especial interés es que gracias a las redes sociales, los protagonistas y víctimas del conflicto pueden mantener al resto del mundo actualizado. Algo que según Amado ha cambiado totalmente la agenda informativa y ha puesto a la transparencia como uno de los requisitos. “Que la batalla informativa esté claramente inclinada en favor de Ucrania tiene mucho que ver con esta labor de transparencia que hacen las cuentas oficiales, pero también las cuentas de cada uno de los lugares y como han sabido ganarse la confianza de mucha gente que a su vez valida esa información”, señala.
Además, mantiene que el hecho de que el presidente Zelensky transmita en directo las conversaciones que tiene con otros líderes pone en evidencia la estrategia de Putin de reforzar la persecución, el secretismo y la insistencia en un sistema que lo ha habilitado a tomar estas decisiones catastróficas para Ucrania, pero también para el propio gobierno ruso.
Bloqueo de medios rusos en Europa y leyes contra la libertad de prensa en Rusia
Para contextualizar mejor el conflicto actual, recapitulemos lo que se ha visto en las últimas semanas. La Unión Europea bloqueó las plataformas digitales de Sputnik y Russia Today, o RT, dos medios de comunicación del gobierno ruso, que la UE consideró propagandísticos y dedicados a desinformar. Por su parte, el parlamento ruso aprobó una ley que criminaliza cualquier tipo de ‘‘noticias falsas‘‘ o protesta pública sobre la guerra con Ucrania, prohibiendo incluso que se la denomine como una guerra o invasión y permitiendo únicamente la expresión: ‘‘operación militar especial‘‘.
En estos casos, el castigo para quienes no cumplan la nueva ley es de hasta 15 años de prisión. Una noticia que llevó al cierre de muchos medios independientes rusos y a que muchísimos medios internacionales abandonaran el país.
Las redes sociales tampoco han quedado libres de estas medidas. Vladimir Putin bloqueó Twitter, Facebook e Instagram, mientras TikTok y Netflix suspendieron sus servicios en el país. Sin embargo, META, compañía estadounidense propietaria de Instagram y Facebook, está permitiendo a sus usuarios en algunos países a llamar a la violencia contra los rusos y tolerando publicaciones que piden la muerte de Putin, en un cambio temporal en su política de incitación al odio.
El 21 de marzo, en tanto, un fallo ruso directamente prohibió Facebook e Instagram y declaró a Meta “organización extremista”. El Comité de Investigación de Rusia había abierto la causa penal debido a la negativa de Meta a eliminar los llamamientos a la violencia contra los rusos, entre ellos los militares, en Ucrania.
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Rusia, al borde de convertirse en una potencia aislada digitalmente
Habitualmente, los gobiernos autoritarios o con pocas credenciales democráticas tienen mecanismos con los que limitan el acceso de sus ciudadanos a internet y a los medios de comunicación. Casos como China o Bielorrusia son un buen ejemplo. Además, según Negri, “durante una guerra, la información está muy manoseada por ambos contendientes. Pero en este caso, el hecho de que Rusia sea abiertamente autoritaria hace que el flujo de lo que se dice en la guerra puertas adentro esté muy controlado, para ofrecer una mirada triunfalista, ir escondiendo las bajas y hacer propaganda nacionalista para apoyar a los gobiernos en esa guerra”.
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En este contexto, hay que destacar que la historia de Rusia en relación a la libertad de expresión y de prensa es limitada. “Durante la Unión Soviética había solamente un diario autorizado y los flujos de información estaban totalmente controlados por el Estado. Si bien hubo una liberalización de Rusia en los '90, la llegada de Putin significó un retroceso democrático y un derrotero hacia el autoritarismo”, mantiene Negri. Este añade que el gobierno de Putin se caracteriza por castigar a periodistas independientes y a aquellas informaciones que desafíen su punto de vista. Algo que se ha agravado con la censura estatal frente a la información del conflicto en Ucrania.
Pero aunque el gobierno de Putin tiene una larga trayectoria de censura y autoritarismo en relación a la prensa y la libre expresión, siempre hubo focos de información y expresión independientes en internet.usua
Según Marcelo Montes, “con Putin el contenido de los medios de comunicación va a tener un carácter absolutamente nacionalista y protoeurasianista. Pero las redes sociales y algunas plataformas como Telegram, a cargo de jóvenes, van a romper con el intento de monopolio de las voces nacionalistas eurasianistas”.
¿Qué actitud muestra la población rusa?
Habiendo explicado cómo el derecho a la libre información está vulnerado en Rusia, Juan Negri señala que Putin ha tenido éxito en recortar derechos civiles y políticos, sobre todo en relación a la libertad de expresión y prensa, porque en sus comienzos como presidente fue exitoso en términos económicos, y aprovechó su popularidad para ir recortando derechos como estos, y al mismo tiempo fortaleciendo su posición y debilitando a la oposición. “De hecho en 2012 cuando vuelve a la presidencia, con su tercer mandato, se sospechó de fraude en esa elección. Así que la población rusa, en parte por la enorme popularidad de Putin, fue tolerando ese recorte, y hoy en día esta cantidad de restricciones a la libertad de expresión hace que sea difícil para la población rusa opositora a Putin poder manifestarse”, explica Negri.
Sin embargo, Montes descarta que la sociedad rusa tolere esa censura, pero insiste en que los rusos, sobre todo en los últimos 30 años, se las han arreglado para eludir o sortear los controles estatales. “Es una sociedad con mucha experiencia en autoritarismo que se las ha ingeniado para crear sus propios mecanismos de defensa”, destaca.
En este sentido, al ser Rusia el país ”victimario” y ”poco democrático”, es fácil –desde nuestra perspectiva occidental– ignorar posibles comportamientos reprochables que pueden estar ocurriendo desde “el otro bando“ en relación a la comunicación del conflicto.
El papel de los medios occidentales
“Definitivamente del lado de Occidente hay acciones de desinformación, sobre todo respecto a los temas que circulan en los medios. Me da la impresión que en la mayoría de los periódicos de Occidente aparecen noticias muy críticas de la guerra y de Putin, incluso información que sugiere que Rusia está ante dificultades logísticas, que el pueblo ucraniano está resistiendo, que no son fake news o desinformación, pero que parecen intentar transmitir una sola campana de los hechos”, considera Negri. Además, añade que al leer medios de comunicación occidentales, estos le transmiten la sensación de que Putin va a perder la guerra a mano de los ucranianos, “lo cual posiblemente sea falso”.
Negri insiste en que no le consta que occidente esté teniendo comportamientos reprochables en esta cuestión de desinformación, pero sí habla de cierta parcialidad. “Lo que sí obviamente ha sido más reprochable, y es algo para llamar la atención, es lo que ha ocurrido en occidente con los representantes de medios rusos, que en aras de no diseminar “fake news” parecen haber sufrido una censura contra sus medios. Y ahí hay una línea muy delgada entre evitar que se disemine información falsa y la censura a periodistas”, destaca.
Aquí, Montes hace una reflexión sobre cómo desde el extranjero se brinda ayuda a los medios nacionales ucranianos, y como mucha prensa extranjera muestra tendencias altamente rusofóbicas. Algo que retroalimenta esta mirada de una Rusia antidemocrática y autoritaria, cuando hay otros estados que llevan a cabo acciones similares. “Hay países de Medio Oriente que son aliados a Estados Unidos y que son mucho más antidemocráticos y cercenadores de la libertad de prensa que Rusia. Y sin embargo no están en la mira de los medios de comunicación europeos porque muchos de ellos pertenecen a capitales árabes o chinos”, destaca Montes y concluye que China no está en la mira de los medios de comunicación occidentales por sus negocios con Estados Unidos.
Ni escépticos absolutos ni ultra-confiados: desde nuestro lugar de ciudadanos y usuarios de redes sociales en este mundo globalizado, ¿qué consejos podemos seguir para informarnos de la mejor forma posible ante esta guerra, y para evitar propagar información falsa?
Para Juan Naegri, nosotros como usuarios de redes y al no estar directamente involucrados en el conflicto –aunque viviremos sus consecuencias–, tenemos la responsabilidad mediática de intentar consumir información de medios confiables que traten de cubrir de manera objetiva el conflicto y debemos desconfiar de aquellos medios asociados a países autoritarios, y evitar propagar información por redes que no podamos verificar, o que tengan un elemento escandaloso o muy notable.
“Tenemos un rol que jugar como ciudadanos a la hora de pensar en nuestro vínculo con la información: buscando información confiable, no reproduciendo información que no podemos verificar, confiando en especialistas, y no dejándonos llevar por opiniones sueltas en redes de diletantes. Esa es nuestra responsabilidad”, concluye Negri.
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