La pérdida de biodiversidad está emergiendo como el principal impulsor ambiental de brotes de enfermedades infecciosas, según revela un estudio publicado en la revista Nature. Este análisis, basado en una amplia revisión de casi 1.000 estudios de todos los continentes (menos Antártida), revela que la pérdida de especies es el factor más significativo, seguido por el cambio climático y la introducción de especies no nativas.
"Cualquier cambio que hagamos en el ambiente va a modificar la cantidad de animales de una determinada especie y sus hábitos. Eso puede hacer que esa especie que estaba antes lejos de los seres humanos pase a estar cerca. En general se tratan de roedores o murciélagos que transportan muchos virus, que si nos infectan a los humanos nos pueden hacer mucho daño", explica a RED/ACCIÓN Mario Lozano, exrector y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y especialista en virus emergentes.
El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos, destaca que la pérdida de biodiversidad crea un entorno propicio para la proliferación de enfermedades al reducir la variedad de especies y aumentar la vulnerabilidad de las poblaciones sobrevivientes. La conexión entre ambas variables se evidencia en todas las regiones del mundo y abarca tanto a humanos como a otras formas de vida, incluyendo animales y plantas.
"Los virus son parásitos que solamente pueden sobrevivir adentro de otro organismo. Muchas veces encuentran un equilibrio entre su patogenicidad y mantener vivo a su anfitrión a la vez. Así, sobreviven más tiempo, son capaces de reproducirse durante toda la vida, salir al ambiente y encontrar a otro ser vivo. En ocasiones, un virus que está adaptado a una especie animal, por ejemplo, infecta a un ser humano. Como no tenemos una historia de viajar con él por la naturaleza, nuestra reacción y la del virus es mucho más violenta, y ahí se producen las enfermedades", profundiza Lozano.
Además de la pérdida de biodiversidad, se destacan otros fenómenos que proliferan afecciones infecciosas, como el cambio climático, las transformaciones del paisaje, la contaminación química y las introducciones de especies no nativas de plantas o animales en determinados ambientes. Específicamente las últimas dos aumentan.
Lozano coincide en que el cambio climático, actividades como el turismo o el deporte en lugares silvestres, así como el avance de la urbanización y agricultura contribuyen a ponernos en contacto con especies que llevan virus que no podemos controlar. "La pérdida de biodiversidad asociada con todos estos cambios puede generar que una especie animal tenga más éxito en términos de números de seres que la componen y que no pueda ser controlada por sus propios predadores. Ese aumento en proporción puede empezar a producir enfermedades", aclara.
Por estos motivos, los especialistas proponen reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, gestionar la salud de los ecosistemas y prevenir las invasiones biológicas y la pérdida de biodiversidad. Esto podría ayudar a reducir la carga de enfermedades vegetales, animales y humanas, especialmente cuando se combinan con mejoras en los determinantes sociales y económicos de la salud.