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¡Buenos días! Son tiempos complejos a nivel global. Pero, aunque las soluciones parezcan lejanas y desde nuestro lugar sintamos impotencia, no deberíamos resignarnos.
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Hay tantas personas, tantos textos, videos, comunidades educativas y religiosas que hablan de la paz. Y ante las imágenes que llegan, ahora desde Medio Oriente, uno puede preguntarse cómo es posible que, con tantos miles y millones y hablando de la paz, continúen las guerras.
Por otra parte, ante la magnitud de las guerras, qué lejos nos sentimos de poder hacer algo mínimo, de poder evitar un disparo, de impedir que se lance otra bomba. Estamos lejos hasta de abrazar a las víctimas y sus familias.
Entonces nos preguntamos: ¿tiene sentido insistir en hablar y pensar en la paz? Claro que lo tiene. El siglo pasado estuvo marcado por dos tremendas guerras mundiales, verdaderas tragedias humanas. Pero, al mismo tiempo, fue testigo de respuestas globales y humanitarias conmovedoras.
La Segunda Guerra Mundial fue la que dejó más víctimas en la historia de la humanidad: 52 millones de personas muertas. Cuando cesó el conflicto, se conformó Naciones Unidas, lo que marcó un punto de inflexión.
Naciones Unidas es un acuerdo de todos los países del mundo para consolidar la paz. Al fundarse, crearon también la UNESCO, para la educación y cultura, global; la FAO para la alimentación; y UNICEF, para atender las necesidades global y local de niños y niñas.
Ahí podemos aplaudir, distinguir, percibir, un movimiento global de paz que dio frutos y lo sigue dando hace más de medio siglo. Significa que en ese momento miles y millones de personas que pensaban y rezaban por la paz, lograron algo. Con un costo, pero lo lograron. Y logros así de grandes se pueden repetir.
En nuestra limitación e impotencia de trabajar por la paz, a veces, pensar y buscar soluciones en este tema, da resultados.
A veces, los pequeños gestos que ayudan, al menos por momentos, a aliviar el dolor de una guerra. Como aquel de enviar enviar chocolates a 12.800 kilómetros, a quienes se refugiaban de la Guerra en Ucrania. “Parece absurdo. Pero más absurdo es que niñas y familias estén allí abajo, refugiadas para evitar la muerte. Más absurda es la guerra”, decíamos en aquella edición de OXÍGENO del año pasado.
Pan American Energy busca ser un promotor activo en el desarrollo de las comunidades en las que opera. Por ello, lleva a cabo acciones de triple impacto para crear valor económico, social y ambiental a través de la articulación público-privada. Su trabajo en Sustentabilidad se basa en cuatro ejes estratégicos: educación y cultura, salud y deporte, desarrollo local y ambiente. En el último año, con sus más de 100 programas, la compañía alcanzó a más de 300.000 personas.
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Por otra parte, resulta llamativo cuán complejo es hacer una sola declaración sobre la paz en tiempos de violencia. Pareciera que la propia violencia mira con enojo cualquier declaración pacifista o serena. Es increíble, pero otro logro de la guerra es la dificultad de manifestarse a favor de la paz.
Con estas contradicciones y angustias volvemos a decir que cada persona que rece, que piense, que intente construir y se manifieste a favor de la paz tiene un valor.
La mayoría de los 8.000 millones de personas del mundo trabaja por construir y edificar, no por destruir. Son, por lejos, la mayoría. Y soñamos con que sean cada vez más.
No nos olvidamos de abrazar a la distancia a cada una de las víctimas. De los más conocidos y los menos conocidos conflictos globales. Mientras algunos padecen por la guerra, el resto del mundo no es indiferente. Creemos en una comunidad global, en la que el dolor de uno es el de todos.
Una vez más, hay que levantar esta súplica para la humanidad: démosle una oportunidad a la paz.
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A diferencia de otros grandes conflictos armados que ocurren en el mundo, el de Medio Oriente, desatado por el ataque terrorista del último 7 de octubre por Hamas, se siente más cercano para muchos argentinos. No solo porque hay compatriotas entre las víctimas fatales, sino también porque muchos miembros de la comunidad judía argentina cuentan con familiares y amigos en Israel.
En este contexto, vale recordar una iniciativa que AMIA lanzó este año. Se llama Hosen y es un servicio de escucha, contención y acompañamiento para personas afectadas por hechos o situaciones de extrema gravedad, que pueden originar traumas y secuelas de distinta naturaleza.
“El sentido de comunidad, y la solidaridad son los valores que pueden iluminar el camino para hallar un consuelo que, por estas horas, puede ser difícil de vislumbrar; o para atenuar la tristeza y el dolor que nos desborda en estos momentos”, dicen desde AMIA.
Quienes requieran asistencia, pueden escribir a [email protected] o por WhatsApp al +54 9 11 3087 6329. El horario de atención es de 9 a 17.
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Decíamos que la inmensa mayoría de las personas construyen, edifican, buscan la paz. Lo vemos en numerosos llamados a rezar por la paz en Medio Oriente. O en movimientos maravillosos de unidad, como este de dos grupos feministas: el último 4 de octubre, tres días antes de los ataques terroristas, miles de mujeres del movimiento israelí Women Wage Pace (Mujeres que activan por la Paz) y la asociación palestina Women of the Sun (Mujeres del Sol) se encontraron en el Mar Muerto para reclamar por la paz en sus territorios.
“En el exterior muchas veces la concepción es que el problema Israelí-Palestina es una cuestión de blancos y negros, buenos y malos, y se odian y ya está. Y nadie entiende que aquí hay muchísima gente, tanto israelíes como palestinos, que estamos trabajando para que esta realidad cambie”, dijo Judith Gilbert, una integrante de Mujeres por la Paz en esta interesante entrevista.
Otra de las integrantes del movimiento es Adriana Potel, que es argentina, vive en Córdoba y ha participado de encuentros así entre mujeres israelíes y palestinas.
"Fue un momento inigualable. Abrazar, encontrarnos. Estábamos contentas de poder tenernos. Hicimos rondas de mujeres, hablamos como cuando hablamos las mujeres, que parece que nos conocemos hace mil años, y fue fuerte escuchar las historias de las mujeres palestinas", recordó en esta entrevista con Télam (con Adriana hablamos hace un tiempo, en esta nota sobre cómo trabajan por la paz en Medio Oriente distintas organizaciones argentinas o internacionales con presencia en nuestro país).
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“Lo más importante que aprendí del museo es que el odio nunca trajo nada bueno”. Eso dijo un estudiante secundario de una escuela de Bosnia. Él participó en un taller organizado por el War Childhood Museum (Museo de las infancias en guerra), que refleja, mediante recuerdos como cartas o juguetes, las historias de niños impactados por conflictos bélicos.
Es un ejemplo más de cómo, desde el dolor, se desarrolla una iniciativa que plante semillas de paz, que ayude a construir. Lo contamos hace poco en esta nota.
Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Te mandamos un gran abrazo.
Juan y David