La paradoja de las trabajadoras de casas particulares en pandemia: se las valora mucho, pero se vulneran sus derechos- RED/ACCIÓN

La paradoja de las trabajadoras de casas particulares en pandemia: se las valora mucho, pero se vulneran sus derechos

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En una encuesta de UNICEF, el 70% señaló la actividad como una de las que primero debía retomarse en cuarentena. Algo que ocurre lentamente, con menos horas y extremando medidas sanitarias de prevención. En algunos casos los empleadores reconocen la importancia de su tarea y tienen ciertos cuidados, como buscarlas o pagarles transporte. Pero, a la vez, referentes del sector (en el que un 75% de las empleadas trabajan sin estar registradas) señalan que aumentaron los despidos.

La paradoja de las trabajadoras de casas particulares en pandemia: se las valora mucho, pero se vulneran sus derechos

Ilustración: Juan Dellacha

En marzo del año pasado, cuando se decretó la cuarentena, los empleadores de Rosa Eliana Zunida le dijeron que no vaya a trabajar hasta que la situación sanitaria se aclarara. Pasaron los meses y Zunida, que es trabajadora de casas particulares, siguió cobrando su sueldo a través de transferencias bancarias. En agosto, ella, su marido y su hija se contagiaron de COVID-19. Su esposo falleció a causa del coronavirus y ella se convirtió en jefa de hogar. En octubre, Zunida, de 56 años, regresó a su trabajo, donde hace tareas de limpieza y cuida dos niños. Ella viaja en transporte público durante una hora y media desde Casanova, provincia de Buenos Aires, hasta Parque Centenario en Capital Federal. Antes de ingresar a la casa sanitiza sus pertenecías con alcohol y las cuelga en el pasillo. Luego va directo al baño a lavarse las manos y a cambiarse la ropa. Ella armó su protocolo, que lo cumple a rajatabla.

En esa casa, Zunida trabaja hace tres años, 20 horas por semana y está registrada. Sin embargo, conoce a la familia hace 10 años, ya que comenzó ocupándose de la limpieza de la casa de los abuelos de los niños a los que cuida. Allí continúa yendo una vez por semana.

“Desde que volví a cuidar a los niños, voy tres veces por semana de 10 a 17 para no ir todos los días. Al retomar, mis empleadores me dijeron: 'Hace lo que puedas sin exigencias: primero cuidá a los niños y luego se limpia lo que se puede'. Yo saco a los chicos al parque para que también sus padres puedan trabajar tranquilos desde la casa. Al mediodía comemos y antes de irme nos saludamos con el codo”, relata Zunida.

Según la tercera encuesta sobre el impacto de COVID-19 realizada por UNICEF,  al consultar qué actividades creen los hogares que deberían liberarse más, el 70% dijo el trabajo doméstico. Desde el 20 de marzo de 2020 se había establecido que las personas que realizaran tareas de servicio doméstico tenían que cumplir la cuarentena obligatoria y los empleadores debían mantenerles el sueldo. La única excepción era para quienes se dedican al cuidado de personas mayores, de enfermos, o de niños y adolescentes, cuyos padres hicieran trabajos esenciales. En esos casos, sí tuvieron que asistir al trabajo.

Pocas opciones: las trabajadoras domésticas dependen de la "buena voluntad" de sus empleadores

Ante esta situación muchos empleadores tuvieron que realizar la limpieza de sus casas y ocuparse del cuidado de sus niños. “Ellos pedían a gritos que vuelvan las trabajadoras. Una de las cosas importante que sucedió en esta pandemia fue que se valorizó el rol de la trabajadora de casas particulares. Muchos empleadores se dieron cuenta que mantener una casa consume tiempo e implica mucho desgaste físico”, opina Juana del Carmen Brítez, secretaria de Actas y Organización de la Unión del Personal Auxiliar de Casas Particulares.

A partir de la segunda quincena de abril de 2020 algunas provincias como Jujuy, Chubut y La Pampa comenzaron a habilitar el trabajo doméstico. La ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense permitieron que se retomaran estas actividades desde octubre.

Al igual que Zunida, Rosi está contenta con su trabajo. “Debo ser unas de las pocas a las que le pagaron durante la pandemia en tiempo y forma. Cuando volví me pagaron el remis y nunca tuve problemas con mis empleadores, al contrario, siempre me ayudaron”, cuenta.

Solange, de 47 años asistió a un señor de 88 años durante toda la pandemia. “Estoy en negro, pero como ahora me aumentaron a 300 pesos por hora, estoy conforme. Voy dos veces por semana, 7 horas por día. En otros dos lugares trabajo en blanco”, relata. Respecto a los protocolos que asumió para su trabajo, Solange cuenta que cuando se sube al colectivo para ir desde su casa en Flores hasta Belgrano, donde trabaja, tira alcohol 70/30 en el asiento. Siempre va con su rociador en la cartera y lleva puesto su barbijo. “Yo también me cuido mucho porque mi marido es de riesgo y tengo una hija de 11 años, que le teme mucho a la pandemia”, señala.

Las 1,4 millón de trabajadoras de casas particulares del país estuvieron muy expuestas a los riesgos —sanitarios y laborales— que provocó la pandemia del coronavirus. Cuando la trabajadora habita en el hogar de sus empleadores, su salud depende en gran medida de las acciones que toman los dueños de casa. En el caso de las trabajadoras que se desempeñan con retiro, es bastante común que lo hagan para más de un empleador. Según la OIT, el 32% de las trabajadoras domésticas trabaja para más de un hogar, normalmente dos o tres casas. Esta situación las expone a un mayor riesgo, debido a que tienen que moverse de una casa a otra. Las trabajadoras suelen ser mujeres jefas de hogares monoparentales, con niñas y niños a cargo.

En este rubro, existe una alta tasa de informalidad: tres de cuatro trabajadoras no está registrada y, por lo tanto, no accede a derechos laborales ni a protección social. En marzo de 2013 se aprobó la ley 26.844. que estableció un Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares. Esa normativa se pensó para terminar con la discriminación histórica sufrida por las trabajadoras de casas particulares, excluidas de los derechos y obligaciones establecidos en la Ley de Contrato de Trabajo.

Cómo registrar a una trabajadora de casas particulares

Britez señala que con las últimas paritarias lo máximo que se logró fue un 28% de aumento, escalonado. “De todas formas, con esta crisis los salarios no le alcanzan a nadie”, enfatiza. El sueldo mínimo mensual para las trabajadoras que realizan tareas generales quedó fijado en $17.785 (con retiro) y $19.777 (sin retiro).

Antes de la cuarentena, Gisela (nombre ficticio) trabajaba de lunes a sábado por el sueldo mínimo. “En julio, me reincorporé a pesar de que no estaba habilitada para trabajar. Empecé yendo dos veces por semana y al mes siguiente fui tres días por semana. Ahora me pidieron que vaya todos los días, pero se me complica porque tengo una nena de seis años. Algunos días, le pagué un dinerito a una conocida para que me la cuide, pero no me alcanza para todos los días”, cuenta la trabajadora que es migrante boliviana y no tiene familia en Argentina para dejar a su hija. Gisela, de 42 años, trabaja en la misma casa hace 12 años. Los primeros dos años, bajo la modalidad sin retiro, luego acordó sus horarios de 6.30 a 15 de lunes a sábado. Desde 2013 está registrada.

No a todas las trabajadoras de casas particulares les cumplieron sus derechos laborales durante la pandemia. Nora (nombre ficticio) volvió a trabajar en octubre, pero al principio no la dejaban ingresar al interior de la casa. Iba hasta la casa de su empleadora para hacer la limpieza de los patios y el garaje. “No me permitían pasar al baño, lo que me ocasionó algunos problemas de salud por retener tanto tiempo. Así estuve un mes hasta que planteé que en esa situación no iba a poder seguir yendo. En noviembre me permitieron ingresar al interior de la casa. Siempre se me pagó, fuera de termino, pero se me pagó. Todavía me deben el sueldo de diciembre”, relata la trabajadora de 35 años.

Nora comenzó a trabajar en esa casa en junio de 2018 y a los cuatro meses la registraron. Ella trabaja de lunes a sábado, cuatro horas. Complementa con otro trabajo, en el que no está registrada y al que asiste una vez por semana hace cuatro años. “Durante la pandemia esa señora también me siguió pagando”, señala. Nora es jefa de hogar y tiene una hija de 12 años. Hace seis años se separó por situaciones de violencia. Mientras ella trabaja, su hija se queda con su mamá.

A través de un grupo de Facebook, llegan más testimonios: “Yo trabajé toda la pandemia y mi jefa nunca me compró ni una botellita de alcohol. En su casa me contagié, me aislé 10 días y tuve que volver a trabajar”; “Yo empecé a trabajar en abril. Un día al hijo le dio positivo y me hacían ir igual. Yo no quería perder el trabajo porque tengo que mantener a dos chicos”; “Yo trabajo en Bernal. Cuando comenté que cobraba el IFE me bajaron el sueldo. Al principio iba cada 15 días y limpiaba afuera de la casa. Ahora ya me deja pasar”.

Durante la pandemia también hubo muchos despidos. El último dato que tienen en la Superintendencia de Riesgos de Trabajo es de octubre 2020. Allí tienen registradas 638.850 trabajadores de casas particulares. De ese universo, 508.499 realizaron efectivamente los aportes y contribuciones a la seguridad social (no se puede distinguir si son bajas definitivas o atrasos en el pago). Por otro lado, un informe de INDEC muestra que mientras en el tercer trimestre del 2019, el servicio doméstico representaba al 7,4% de la población ocupada, en el tercer trimestre de 2020 representa al 6,3%.

Limpiar, cuidar, cocinar: ¿está bien reconocido el rol de las trabajadoras domésticas?

“Las trabajadoras en todos estos meses, pedían volver a trabajar por los despidos que estaban surgiendo y que siguen sucediendo en este momento. Se perdieron muchos puestos de trabajo. Tenemos 40 abogados trabajando a nivel nacional y ellos nos dicen que fueron aumentando la cantidad de consultas. La situación es crítica”, expresa Britez.

Rosy Fernandez cuenta que la despidieron en julio, en plena pandemia, después de ocho años de trabajo en la misma casa. Cristina Almirón se quedó sin trabajo desde que empezó la cuarentena. Vale se quedó sin trabajo el 4 de enero. Como estos, se multiplican los mensajes en la misma situación.

La mirada de las empleadoras

Ana Paula López es miembro corresponsable de RED/ACCIÓN y cuenta que contrató a Lorena para que hiciera tareas de limpieza en su casa, sábado por medio. “Cuando se decretó la cuarentena, en marzo del año pasado, acordamos que solo volvería cuando todo retornara a la normalidad (ilusas, creyendo que solo serían 15 días, un mes máximo). El pago correspondiente al mes y las cargas sociales las continuamos pagando (sé que no ocurrió en todos los casos), mientras seguíamos de cerca las regulaciones y nuevas disposiciones para los trabajadores de casas de familia”, relata.

En noviembre, y de mutuo acuerdo, Lorena retomó el trabajo. “Mi pareja la pasa a buscar con nuestro auto y la lleva a la vuelta. Como vivimos en distintos municipios (en Lanús nosotros, en Lomas de Zamora ella), y porque ella aún no se siente segura tomando transporte público, hemos acordado esta modalidad”, dice López.

Dentro de la casa mantienen la distancia y ya no se saludan con un beso como antes. “Tenemos siempre disponible jabón blanco y alcohol en gel. No hemos sumado medidas de protección adicionales, excepto las ventanas abiertas, la distancia y no compartir el mate (ahora preparo uno para ella y otro para mi)”, detalla.

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