A los 14 años, un violín le cambió la vida a Mariel Chura. Mientras cultivaba coca en la parcela de sus padres, se enamoró de la viola y decidió unirse a la Orquesta Sinfónica de Chulumani. Hoy, 7 años más tarde, Mariel interpreta las melodías de Strauss y Chaikovski junto a otros 80 niños y jóvenes.
Mariel tuvo que trabajar cultivando coca para poder comprarse su instrumento. Hoy estudia ingeniería en una universidad de La Paz, pero cada fin de semana regresa a Chulumani donde le enseña a niños a tocar el violín y sigue ensayando con sus compañeros de orquesta.
La Sinfónica de Chulumani ha ayudado a los jóvenes de la región a abrir su panorama al alejarlos del consumo de drogas y alcohol, y a conseguir que reciban becas en distintas universidades del país y del exterior.