¡Buenos días! La manera en que consumimos medios y redes a nivel global podrían estar causando un freno en la evolución intelectual de la humanidad, que venía creciendo a medida que se masificaban los hábitos de lectura. Un interrogante que se renueva a partir de la expansión de la Inteligencia Artificial.
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Lectura. Desde hace años, circula la leyenda —después confirmada por el mismísimo Jeff Bezos— de que los ejecutivos de Amazon no usan PowerPoint ni nada que se le parezca para sus reuniones. Como si fueran monjes medievales, empiezan sus sesiones repartiendo un documento escrito, a veces de varias páginas, y todos se abocan a leer en silencio. No vuela una mosca. Al cabo de media hora, o lo que dure la lectura, empieza la conversación sobre el tema. Y así deciden, después de estudiar. No hay magia. Lo que hay es método.
Quizá la afición por la lectura silenciosa tenga su origen en que Amazon nació en 1994 como un mercado virtual de libros que procuraba hacerlos accesibles a quienes los quisieran disfrutar alrededor del mundo. Era el sueño de Borges convertido en negocio. Hoy Amazon es la compañía más grande del planeta y vende todos los bienes y servicios que puedan imaginarse. Hasta parece un guiño al mismo Borges, que escribió en un breve cuento: “Los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él”.
El método que hasta ahora funcionó tan bien a Amazon hace preguntarse a los profesionales de la comunicación y los asuntos públicos —cada vez más desafiados por la Inteligencia Artificial— si no vale la pena volver a pensar en las potenciales ventajas del cultivo de la lectura:
- Interpretación. Leer es traducir: convertir signos materiales en conceptos abstractos. El salto es cuántico. No hay relación entre la materialidad de la palabra libertad o esperanza —simples manchas en el papel o una pantalla— y la sutileza inmaterial de las ideas que representan. Somos humanos, en parte, por nuestra capacidad de construir ese puente.
- Capacidad intelectual. Al leer, la corteza inferotemporal se activa y transmite la información hacia otras regiones cerebrales. Como dice el neurólogo Stanislas Dehaene, “la capacidad lectora modifica el cerebro”: hay más materia gris en la cabeza de una persona lectora y más neuronas en los cerebros que leen. No es que los lectores parezcan más inteligentes, es que verdaderamente lo son.
- Concentración. Según la psicología evolutiva, distraernos ante los estímulos es una manera de mantenernos alerta ante el peligro. Así llegaron hasta acá nuestros ancestros. Por eso, según el psicólogo Vaughan Bell, del King’s College de Londres, “la capacidad de concentrarse en una sola tarea sin interrupciones representa una anomalía en la historia de nuestro desarrollo psicológico”. Leer no es natural: genera en nosotros una funcionalidad de algún modo sobrehumana.
- Imaginación. Los textos cuentan historias o explican ideas. Y cobran sentido sólo si quien los lee es capaz de recrear su propia versión en su mente. Imaginar las historias contadas por otros, a través de relatos orales o de textos, es la primera forma de creatividad. Sólo a partir de ese ejercicio se pueden crear las propias. Si el futuro es de los creativos, mejor alimentar ese músculo.
- Expansión del lenguaje. Aprendemos imitando: se incorpora un idioma entendiendo cómo otros usan las palabras, en qué contextos y para significar qué ideas. ChatGTP nos lleva ventaja en el número de vocablos y sus combinaciones. Lo que quizá nunca alcance es la sutileza de quien domina los secretos de una lengua. Y probablemente ese tesoro sólo esté en la literatura de calidad. Leer nos distingue del algoritmo.
Tal vez los libros se estén resignificando y sean, cada vez más, un símbolo de resistencia. Y cobren entonces nuevo sentido las palabras de Borges: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”.
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Encuesta. ¡Muchas gracias a todos los que dedicaron su tiempo a responder las consultas que hicimos hace unos días! Estamos procesando las respuestas y pronto compartiremos novedades.
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Tres preguntas a Alberto Manguel. Es un escritor, traductor y editor argentino-canadiense, autor de numerosos libros de ensayo y de ficción.
—Su libro Una historia de la lectura analiza con detalle lo que significó el paso de las tablillas de arcilla a los rollos de papiro, y de ahí al códice de pergamino. ¿Cómo fue el siguiente hito: la invención de la imprenta?
—En algún momento de la década de 1440, un joven grabador y tallista de piedras preciosas del arzobispado de Mainz, cuyo nombre completo era Johannes Gensfleisch zur Laden zum Gutenberg (nombre que el sentido práctico del mundo comercial redujo a Johann Gutenberg), comprendió que podía ganarse mucho en velocidad y eficacia si las letras del alfabeto se tallaban en forma de tipos reutilizables, en lugar de los bloques de madera que por aquel entonces se venían usando ocasionalmente para imprimir ilustraciones. Gutenberg experimentó durante varios años, solicitando importantes préstamos para financiar su idea. Logró diseñar todos los elementos esenciales de la imprenta que se han seguido empleando hasta el siglo XX: prismas de metal para moldear la superficie de las letras, una prensa que combinaba las características de las que se usaban para hacer vino y para encuadernar libros, y una tinta a base de aceite, todas cosas que no existían antes. Por fin, entre 1450 y 1455, Gutenberg produjo una Biblia con cuarenta y dos líneas en cada página —el primer libro impreso con tipos— y llevó las páginas impresas a la feria comercial de Frankfurt.
—¿Qué efectos tuvo la invención de Gutenberg?
—Produjo efectos inmediatos y de extraordinario alcance, ya que al poco tiempo muchos lectores advirtieron sus numerosas ventajas: velocidad, uniformidad de los textos y precio. Apenas unos años después de la impresión de la primera Biblia, se instalaron imprentas en toda Europa: en 1465 en Italia, 1470 en Francia, 1472 en España, 1475 en Holanda e Inglaterra, 1489 en Dinamarca. La imprenta tardó más en llegar al Nuevo Mundo: la primera se estableció en Ciudad de México en 1533 y la de Cambridge, Massachusetts, es de 1638. Se ha calculado que en las primeras imprentas europeas se produjeron más de 30.000 incunables, vocablo procedente de incunabula, palabra latina del siglo XVII que significa “relacionado con la cuna”, y que se utiliza para designar a los libros impresos antes del año 1500. Teniendo en cuenta que las tiradas del siglo XV eran por lo general inferiores a 250 ejemplares y que casi nunca llegaban a los 1.000, la hazaña de Gutenberg debe considerarse prodigiosa. De repente, por primera vez desde la invención de la escritura, era posible producir material de lectura rápidamente y en grandes cantidades.
—¿Qué impacto tuvo la imprenta en la producción artesanal de libros, como se hacía antes?
—Pese a las lógicas predicciones sobre “el fin del mundo” artesanal, la imprenta no erradicó el gusto por los textos manuscritos. Gutenberg y sus seguidores, por el contrario, intentaron emular el arte de los copistas, y la mayoría de los incunables tienen el aspecto de los manuscritos. A finales del siglo XV, aunque la imprenta ya estaba muy asentada, aún no se había perdido el interés por la escritura elegante, y algunos de los ejemplos de caligrafía más memorables todavía no se habían producido. A medida que los libros se conseguían con mayor facilidad y más personas aprendían a leer, también eran más las que aprendían a escribir, muchas veces con gran arte y distinción, de modo que el siglo XVI se convirtió no sólo en el siglo de la palabra impresa sino también en el de los grandes manuales de caligrafía. Es interesante señalar con cuánta frecuencia un avance tecnológico como el de Gutenberg promueve, en vez de eliminar, lo que se supone que está destinado a reemplazar, haciéndonos tomar conciencia de virtudes antiguas que sin él podríamos haber pasado por alto o despreciado por considerarlas obvias.
Las tres preguntas a Alberto Manguel están tomadas de un fragmento de su libro “Una historia de la lectura”. Para acceder al extracto completo, podés hacer click acá.
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Academia. Las grandes marcas despiertan un sentimiento parecido al amor. Sobre la base de un estudio cuantitativo, este artículo, que ya referimos en un número anterior, propone que el brand love se basa principalmente en siete elementos: integración de la propia marca, comportamientos impulsados por la pasión, conexión emocional positiva, relación a largo plazo, valencia de actitud positiva en general, certeza de actitud y confianza (fuerza) y angustia por separación anticipada. Además, el estudio incluye elementos complementarios que funcionan como antecedentes del brand love: la creencia de calidad, el boca a boca y la resistencia a aceptar información negativa sobre la marca. No es pura teoría: hay oportunidades de optimizar la gestión de una marca sobre la base de este análisis.
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Oportunidades laborales
- Accenture Argentina inició la búsqueda de Investor Relations Specialist.
- Newlink abrió la búsqueda de Public Affairs Manager.
Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]
¡Hasta el próximo miércoles!
Juan
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