Un puñado de chicas con ropa de deporte se apañan para colocar un cartel. La acción pasa en cámara rápida. De fondo, una cumbia. El cartel es el escudo. Casas de colores que identifican a la Villa 31 se erigen sobre el nombre del espacio: La Nuestra, fútbol feminista. Abajo, la pelota de fútbol. Dos presentadoras —Griselda Domínguez y Alejandra Clavijo— dan la bienvenida al primer programa de La Nuestra TV, “hecho por jugadoras de todas las categorías”. Las imágenes muestran a niñas, adolescentes y jóvenes en la cancha, haciendo jueguitos o pateando la pelota en las calles del barrio. “Desde hace doce años venimos haciendo La Nuestra, fútbol feminista. Doce años de lucha por nuestro lugar, por nuestros derechos, por lo que nos corresponde. Hoy somos casi 100 mujeres que nos juntamos todos los martes y jueves de 18.00 a 20.00 h a hacer lo que más nos gusta: jugar al fútbol”.
En 2019 las integrantes de este colectivo decidieron comenzar a narrarse con su propia voz. No querían dejarse contar por otras personas. Durante un año, muchas de ellas, además de ir a los entrenamientos, se capacitaron para crear La Nuestra TV.
El programa de televisión ya tiene tres años y La Nuestra cumplió quince. En el camino, logró muchas cosas en la comunidad de mujeres que nuclea.
Primero que nada: que las niñas y jóvenes del barrio tuvieran el derecho a jugar al fútbol. Alrededor de este logro, alcanzaron otros, producto de este empoderamiento, que van desde apoyar y acompañar vocaciones hasta problematizar la violencia de género y el reparto de las tareas domésticas y de cuidado: el hecho de salir de la casa para ir a jugar al fútbol con otras mujeres puede cambiar muchas cosas. También hoy La Nuestra se prepara para gestionar un polideportivo acondicionado por el Estado, donde habrá otros deportes además de fútbol, para niños, niñas y adolescentes de los barrios 31 y Saldías. En diez días, habrá un encuentro con visitas internacionales ―entrenadoras y participantes de otros espacios de fútbol femenino en Chile, Uruguay y Brasil― para debatir cómo llevar adelante un club de una manera diferente a la conocida y donde la igualdad y el enfoque de derechos sean el centro de la gestión.
—Es un lugar totalmente diferente, no es solo un club —dice ahora Clavijo, de 20 años, boliviana, estudiante de Comunicación Social e integrante del espacio desde hace 12 años.
Ella se acercó cuando tenía 8, por insistencia de su mamá que la alentaba a jugar. Al principio, dudaba: el fútbol, hace más de una década, “se suponía que era para los pibes”. Cuando conoció La Nuestra se dio cuenta de que lo que se jugaba en esa cancha era mucho más que fútbol.
Clavijo creció junto con la agrupación. Adquirió habilidades deportivas y al mismo tiempo herramientas profesionales y modos de pararse en la vida. —Siempre tuve carácter, siempre me defendí, pero era una niña boliviana, villera, que iba a un primario en Recoleta y estaban los estigmas que juzgaban, criticaban. Me hicieron bullying pero siempre me planté: “Sí, soy boliviana, soy villera, y eso no me hace menos que nadie”. Si bien lo tengo incorporado desde muy chiquita, jugar a la pelota me dio ese valor para pararme así. Siento que sin La Nuestra mi vida sería totalmente diferente.
Con el tiempo, Clavijo supo que además del fútbol le interesaban los medios de comunicación, el periodismo. Hoy es una de las productoras audiovisuales y fotógrafa de La Nuestra. También integra el grupo que planifica y toma decisiones, ya que para el cuerpo técnico la voz de las más jóvenes es clave.
—La Nuestra me da el espacio para seguir creciendo. Es hermoso tener estas posibilidades que, realmente, siendo villera y migrante, no sé si hubiera tenido. Eso tiene La Nuestra. No es que voy, juego a la pelota y listo; también hay un espacio pedagógico y de acompañamiento enorme. Hay redes de contención que crecen y crecen. Y las chicas no pierden oportunidad de hacernos saber que están ahí, son un apoyo incondicional que se siente, adentro y afuera del barrio. Me pone muy feliz formar parte y seguir proyectando cosas porque al final esto es para todas: para las que vienen, para las que están y para las que alguna vez estuvieron.
Luciana Martiarena, de 21 años, es otra de las jóvenes que llevan un largo recorrido en La Nuestra y hoy están ocupando roles de liderazgo.
—Estoy desde los diez años. Empecé a jugar por mi hermana, que es un poco más grande; ella me transmitió la pasión que tiene por el fútbol. Yo la veía jugar desde muy chica, invitarme fue lo más lindo que pudo haber hecho por mí.
Como Clavijo, Martiarena también fue alentada por su madre, que siempre había jugado al fútbol. También como Clavijo, en La Nuestra además de la pelota pateó mandatos y gambeteó prejuicios.
—Este espacio me abrió puertas, me permitió hacerme preguntas. Mi familia es de Jujuy y mis padres trajeron una cultura del norte que todavía está arraigada en que la mujer tiene que saber hacer un montón de cosas en la casa y tiene que servir siempre a los varones. Estar en La Nuestra me cambió la forma de pensar, me dio la posibilidad de ver que no soy los prejuicios, los estereotipos o los estigmas que la sociedad dice que soy. Hoy, además de jugar al fútbol, tengo un espacio para problematizar, para pensar, para poder, a través de redes de contención, construirme como persona y aportar algo a la sociedad. Para mí, La Nuestra es amor, es sororidad, es pasión, es compañerismo, es fútbol.
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Ganar la cancha
—La primera conquista fue esa: la cancha —dice Mónica Santino, jugadora de fútbol y directora técnica de La Nuestra, cuando recuerda cómo comenzó este espacio, que es también una organización social y un colectivo feminista.
Santino no cree en las casualidades. Alguna causalidad, entonces, hizo que se encontrara en los Juegos Evita de 2007 con Alison Laser, una entrenadora estadounidense que en ese momento convocaba a un grupo de entre 10 y 15 chicas a jugar al fútbol en la Villa 31.
Por entonces, Santino ya había trabajado en el Centro de la Mujer de Vicente López, “en un programa de fútbol femenino ideado por pasantes de Trabajo Social de la UBA en los cordones de pobreza del partido. Allí se veía que el deporte que las pibas elegían era el fútbol y que a partir de eso se podía trabajar una cantidad de cosas: el cuerpo, los embarazos adolescentes, la salud… El fútbol era una gran excusa para juntarse”. También había participado, en 2006, en la Villa 21-24, “en un proyecto deportivo, con el padre Pepe, venía en esa sintonía”. Laser, que había estado en la Argentina por una beca, ya se volvía a su país. Cuando supo a qué se dedicaba Santino, le ofreció: “¿No querrás venir a la Villa 31 a hacer algo parecido?”.
—Y así fue que arrancamos.
Lo que encontró fue una cancha de tierra y piedras. La del barrio Güemes, “que es una de las más grandes, con mucha historia, donde era notorio que a las pibas les costaba mucho entrar o que la participación era muy escasa. Los varones no habilitaban el espacio y nos propusimos ganar ahí un horario de entrenamiento”. La cancha fue la primera lucha y la primera victoria. “Con todo lo que significa una cancha de fútbol en un barrio, que es el lugar donde ocurre todo lo público”, señala Santino.
La Nuestra empezó a jugar ahí.
—Y fue casi como la piedra angular. Esa conquista territorial hizo que se sumaran cada vez más compañeras, significó crecer en número, muchísimo, y también ir creciendo en nivel de entrenamiento, en control de la pelota. A partir de ahí fuimos problematizando qué significaba ser una jugadora de fútbol en un barrio, porque no somos únicamente un proyecto deportivo, estamos también poniendo en valor ese conocimiento adquirido en la Villa 31.
Hoy, La Nuestra está integrada por un plantel de 9 entrenadoras —dos de ellas, exjugadoras que empezaron desde muy chicas y se formaron ahí mismo— y directoras técnicas y más de 200 jugadoras, desde los 5 hasta los 50 años y más, que se entrenan en diferentes categorías, en tres espacios distintos del barrio. “Las mini, que van desde los 5 años hasta alrededor de los 10; las cadetas, de hasta 14, y las juveniles y mayores, que nos entrenamos todas juntas sin límite de edad”, especifica Enriqueta (“Queta” para quienes la conocen) Tato, que es jugadora de fútbol, profesora de Educación Física y parte del cuerpo técnico de La Nuestra desde hace casi una década.
Con el tiempo, a La Nuestra la cancha de Güemes le quedó chica.
Además de fútbol, empezó a organizar talleres, charlas y capacitaciones sobre diferentes temas con un eje común: empoderar a las chicas y mujeres.
A partir de eso, de empezar a salir del barrio, de su participación en los encuentros plurinacionales de mujeres, lesbianas y trans, se tejió “una red feminista muy grande alrededor del fútbol”, apunta Santino, “y de alguna manera, impulsamos políticamente los cambios que tuvo el fútbol femenino. Creo que tuvimos un rol muy importante en el decir y en el hacer, y en lograr que el fútbol entrara en la agenda del movimiento de mujeres”.
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Los motivos que convocan a quienes asisten a sus prácticas son varios: “Puede haber alguna que quiera seguir su carrera como futbolista en algún club y otra a la que el derecho a jugar ejercido en un barrio le signifique, por ejemplo, tener argumentos para dividir las tareas de cuidado con el compañero varón y que él se quede cuidando a los hijos mientras ella juega”, cuenta Santino. Lo que imprime en sus integrantes el participar en este espacio, más allá de lo que las trajo hasta aquí, es “un cuerpo que se planta y se para en la cancha”.
—Nosotras decimos “me paro en la cancha como en la vida”, que es una frase que salió de una de nuestras jugadoras. Es poner la pelota abajo de la suela, levantar la cabeza y decir: “Acá estoy”. “Yo puedo practicar este deporte, también me pertenece”. Y que esa base sea una gran herramienta para erradicar la violencia de género, que es lo que nos proponemos en la deconstrucción de un deporte que fue históricamente masculino. El fútbol es maravilloso, te hace dar cuenta de que necesitás de otras para avanzar y eso es lo primero, salir de la idea de lo individual para pensar que las transformaciones son colectivas. Y para nosotras, como entrenadoras, es tener un lugar más claro porque en ese aprendizaje con las pibas encontramos una estrategia de empoderamiento colectivo que es maravillosa, porque tuvimos que ser mejores técnicas para estar a la altura de lo que el territorio requería. No vamos a hacer asistencia, no vamos a hacer caridad, no vamos porque somos buenas, vamos a poner un derecho en movimiento y desde ese lugar nos paramos.
Un nuevo paso
—En todo este tiempo, el sueño de armar un club y de institucionalizar toda esta práctica territorial fue muy fuerte —dice Santino.
Quince años después, lo van a cumplir.
En plena pandemia, cuando el entonces ministro de Transporte, Mario Meoni (fallecido en un accidente en 2021) recorría la Villa 31 en busca de un lugar para testear a las personas con síntomas de COVID-19, se topó con un galpón ferroviario semidestruido, en el límite con el barrio Saldías. La comunera Sofía González, que acompañaba la recorrida “levantó la mano y dijo: ‘Acá el club que quieren las chicas”, cuenta Santino. A partir de ese momento, comenzaron las gestiones entre el Ministerio de Turismo y Deportes y La Nuestra para poner a funcionar un lugar diferente al resto de los clubes, ideado por las integrantes de la organización.
—Con aulas, con dos canchas, con un espacio donde podamos expandir todo este conocimiento barrial. No dejaríamos el espacio en la villa. Sí pensamos el lugar en conjunto con el barrio Saldías, que está pegado. Pensamos en llenarlo de actividades que tengan que ver con muchas compañeras que hacen aeróbic, vóley, boxeo, y que no tienen techo o lugar en la Villa 31 —cuenta Santino.
El polideportivo se llama Lucía Cullen - Padre Mugica, en homenaje al cura villero y a una trabajadora social detenida desaparecida a quien le gustaban los deportes y militaba con él. Ahí las integrantes de La Nuestra quieren desarrollar un espacio amplio donde haya lugar para todas: para las que proyectan formarse en la alta competencia y para las que quieren jugar por el hecho de disfrutar del juego; para las que buscan recrearse y para la que van a formarse y debatir sobre el vínculo entre género y deporte; para las más pequeñas que deseen jugar en un club y para las más grandes que quieran un lugar de encuentro. Un lugar que no excluirá a los varones, sino que estará pensado y liderado por quienes tengan “una perspectiva feminista y de derechos”. Un club que tendrá el fútbol femenino como protagonista pero que también piensa en el básquet, el handbol, el boxeo y otras actividades. Un club que se construya “desde bien abajo y que quizás pueda, en algún momento, competir en AFA pero con un espacio propio”, detalla Santino.
—Te lo voy a parafrasear con algo muy feminista: Virgina Woolf hablaba del cuarto propio para escribir y pensar. El club propio tiene que ver con esa idea, diría que es casi igual al cuarto propio.
La piedra fundacional o, en palabras de Santino, la gran patada inicial del espacio será un encuentro que se realizará el 9 y el 10 de abril, con invitadas nacionales e internacionales. Además del mundo del fútbol, La Nuestra convocó a mujeres de sectores políticos, sindicales y de organizaciones sociales. Se espera a mujeres de Chile (“que acaban de profesionalizar el fútbol femenino y armaron un sindicato”), de Uruguay (“que están en la misma situación”) y de Brasil (“que traen un gran aporte sobre la educación popular”). Además, se invitó a integrantes de la organización Women Win, de los Países Bajos, que suele brindar apoyo logístico y financiero a proyectos deportivos liderados por mujeres en diferentes partes del mundo.
—Durante las dos jornadas habrá paneles, talleres y espacios de discusión para pensar qué es el poder para nosotras y cómo construimos ese poder de cara a un club feminista. Que eso sea un manifiesto, una base de lo que va a ser ese club de ahí en adelante. Lo imaginamos con actividades de mujeres al tope, que es lo que no pasa en los clubes como los conocemos. Hacerlo en el propio lugar nos parece muy importante porque cuando la pelota empiece a rodar y el club abra las puertas, queremos que pase algo de todo esto que soñamos.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 30 de marzo de 2022.
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