Tengo muchas cosas que hacer. He vuelto de vacaciones y la mesa está atestada de documentos para firmar y el correo, lleno de mensajes “urgentes”. Encima, mi hijo y mi hija están a punto de cumplir años, lo que supone organizarles sus fiestas. Cuando intento ordenar las tareas en mi cabeza, rápidamente me invade este pensamiento: “Quiero crecer personal y laboralmente y ver crecer a mis hijos de forma consciente, pero no me da la vida para tanto”.
Quizá muchos lectores se han sentido identificados. ¿Cuál es la solución? Convertirnos en una “persona multitarea”, capaz de realizar dos o más tareas de forma simultánea y efectiva, como si de una máquina se tratase. De hecho, hace algunos años se acuñó el concepto aprendizaje multitarea (multitasking learning).
El planteamiento es el siguiente: si organizo la agenda con unos diez o doce quehaceres diarios, no solo podré cumplir todas las obligaciones y propósitos, sino también haré cosas que me gustan. Así me sentiré productiva. El resultado satisface tanto el componente conductual (realizar las actividades o tareas) como el emocional (al ser eficaz me siento mejor).
Quien mucho abarca…
Ahora bien, intentar abarcarlo todo tiene un coste. Implica que nuestra protagonista vaya de un lado a otro llamando a proveedores del trabajo, o a la responsable de organizar las fiestas de cumpleaños. Que en el atasco desde el colegio a casa se coma un bocadillo mientras pregunta a sus hijos cómo les ha ido su día, con la atención y otras funciones cognitivas totalmente divididas.
Con distintas variantes, es la realidad que viven muchas personas en pleno 2024. De hecho, el estilo de vida de la mayoría de la población en los países desarrollados se caracteriza, entre otros aspectos, por la multitarea.
Pero ¿qué ocurre cuando acarrea demasiado desgaste físico y emocional? Múltiples estudios concluyen que conlleva una respuesta de estrés agudo, en el mejor de los casos.
Y ahora surge otra pregunta: si el estrés aparece cuando sentimos una amenaza (estresor) por algo que sucede o puede llegar a suceder, ¿dónde estaría el estresor en este caso? Con la multitarea no hay un desencadenante concreto que active la respuesta de estrés, sino que este resulta de la combinación de cognición, emoción y conducta asociada, siguiendo con el ejemplo de arriba, con cada una de las tareas de esa larga y exigente lista.
¿Qué ocurre en el cerebro?
A nivel cerebral, la multitarea también es un factor con el que no se contaba, digamos, hace veinte años. Originalmente, el término –multitasking en inglés– fue acuñado pensando en las máquinas, y no en los humanos. Solo después, autores pioneros como el psiquiatra Edward M. Hallowell estudiaron las implicaciones cognitivas de la multitarea en el trabajo. Algunos expertos concluyeron que era una herramienta útil para incrementar la productividad de tareas mecánicas básicas, siempre y cuando se den ciertos factores.
Sin embargo, la era digital ha echado por tierra esa conclusión. Los expertos han puesto de relieve que las pantallas ya absorben un alto porcentaje de nuestra cognición diariamente. Vivimos en una permanente multitarea.
Por ejemplo, el neurocientífico francés Michel Desmurget advierte en su ensayo La fábrica de cretinos digitales que nos enfrentamos a un comportamiento contra natura: el cerebro –que rige, planifica, organiza y manda a los distintos órganos del cuerpo– no está diseñado biológicamente para ello.
La mutitarea ya no sería una solución, sino el problema. Según un informe de la American Psychological Associattion, nos hace perder hasta el 40 % del tiempo productivo mientras pasamos de una actividad a otra.
¿Y qué daños puede provocar en el cerebro? Otros estudios recientes, muchos de ellos realizados en la Universidad de Standford, demuestran que este órgano se deteriora cuando interfiere en las conexiones cerebrales dedicadas a la capacidad atencional, como las vías ventral y dorsal del complejo parieto-occipital.
Más concretamente, intentar realizar varias cosas a la vez reduce la velocidad de procesamiento y reacción e incrementa el número de errores en tareas que requieren un nivel medio-alto de atención. Los investigadores también han comprobado que acarrea problemas de memoria y lapsus inexplicables.
En definitiva, más sombras que luces.
Entonces, ¿qué podemos hacer para llegar a todo?
Ahora que somos conscientes de tales efectos, podemos contrarrestarlos recuperando el proceso según el cual nuestro sistema sigue una secuencia fija de pasos cognitivos para realizar una tarea antes de plantearse realizar otra, y así sucesivamente. Es lo que se llama procesamiento serial, algo olvidado con la multitarea.
Las estrategias que ayudan a planificarnos (preparar las comidas para toda la semana en una sola sesión o batch cooking, llevar una agenda semanal…) e incrementan la claridad mental y la estabilidad del foco atencional (mindfulness) son grandes aliadas en este cometido.
También se recomienda llevar a cabo mucho trabajo personal en terapia analizando nuestras creencias sobre la autorrealización, las expectativas sociales, la exigencia, la autoestima y el concepto de nosotros mismos, entre otros factores. La clave es la aceptación: ser conscientes de nuestras limitaciones y de que no podemos llegar a todo supone un alivio y evita recurrir a la multitarea, reduciendo así los niveles de estrés.
*María J. García-Rubio, Profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia - Codirectora de la Cátedra VIU-NED de Neurociencia global y cambio social - Miembro del Grupo de Investigación Psicología y Calidad de vida (PsiCal), Universidad Internacional de Valencia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.