Un equipo de la Estructura Interdisciplinar de Investigación en Lectura (ERI) de la Universidad de Valencia analizó más de dos docenas de estudios sobre comprensión lectora publicados entre 2000 y 2022, que incluyeron en total a casi 470.000 participantes, para indagar sobre los beneficios de la lectura digital comparada con la de textos impresos.
El trabajo fue publicado en la revista Review of Educational Research, que es una de las más prestigiosas en políticas educativas. Su conclusión fue que leer por ocio en papel ayuda a la comprensión más que si se hace con soportes digitales, por lo que se debe fomentar especialmente el formato impreso en la niñez y la adolescencia.
Ladislao Salmerón, uno de los autores del trabajo, comentó a The Guardian los siguientes detalles:
- La asociación entre la frecuencia de lectura digital por ocio y la capacidad de comprensión de textos es cercana a 0.
- La predisposición a concentrarse en la lectura (el reading mindset) de los textos tiende a ser más superficial que la de los materiales impresos, siendo más frecuente una lectura en diagonal o escaneo rápido. En sus palabras, esto puede hacer que el lector "no se sumerja del todo en la narración, o no capte del todo las complejas relaciones de un texto informativo".
- Un hallazgo sorprendente para el equipo fue que la asociación relativamente pequeña entre la lectura digital por ocio y la comprensión se mantiene independientemente del tipo de lectura que las personas realicen, tanto en redes sociales como en sitios web educativos como Wikipedia. Según Salmerón: "Esperábamos que esta última se asociara mucho más positivamente con la comprensión de textos, pero nuestros datos dicen que no es así".
Sin embargo, esta relación entre comprensión lectora y textos digitales no se mantiene igual toda la vida; mientras los beneficios son muy bajos o nulos para estudiantes de nivel primario, la relación se vuelve positiva para estudiantes de secundaria y universitarios.
Salmerón sugiere que esto puede deberse a que los niños pequeños son menos capaces de sortear las distracciones (como los mensajes entrantes) que puede conllevar la lectura en un dispositivo digital. "Sabemos que nuestra capacidad para regular nuestra cognición evoluciona durante la adolescencia. Es posible que los niños pequeños no estén totalmente equipados para autorregular su actividad durante la lectura de ocio digital" explicó.
Un largo debate
En este punto, vale la pena recordar que no se trata de un debate nuevo y ya se han conducido numerosos estudios al respecto. En mayo de este año, Suecia dio un giro 180° en su política educativa para volver al papel por razones similares. Sin embargo, gran parte de los educadores enfatizaron que no se trata de un problema de blanco o negro y hay que considerar varias aristas del asunto.
Por ejemplo, la directora del Centro de Dislexia, Alumnos Diversos y Justicia Social de la Universidad de California Marianne Wolf comentó que puede que una tablet sea más atractiva y genere más engagement en los niños porque los atrae de manera casi instintiva, aunque es necesario tener en cuenta su capacidad para la concentración.
Consultado por Infobae, Fabio Tarasow, que es coordinador académico del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías (PENT) de FLACSO, comparte una opinión similar:
“La cuestión es pedagógica y no tecnológica (libro o pantalla). Lo importante es qué tipo de actividades se proponen a los alumnos. Podemos favorecer la comprensión lectora y el pensamiento crítico ya sea con libros o con pantallas, o podemos estimular un aprendizaje memorístico, fáctico e inútil, sea con pantallas o con libros. Lo que cuenta es la propuesta didáctica, qué actividades tienen que hacer los alumnos a partir de la información, qué problemas van a resolver, cómo van a procesar y transformar la información en conocimiento.”
Lidia Altamura, estudiante de doctorado y coautora del metaanálisis, también matizó sus hallazgos en esta línea, afirmando que no están "en contra de la lectura digital" sino que "según lo descubierto, los hábitos de lectura digital no son tan rentables como la lectura impresa. Por eso, a la hora de recomendar actividades de lectura, las escuelas y los líderes escolares deberían hacer más hincapié en la lectura impresa que en la digital, especialmente para los lectores más jóvenes."