Por la ruta 2, en la localidad bonaerense de Abasto, se llega a la quinta de Liliana Suvia, una pequeña productora de 49 años que trabaja junto a su marido. La pareja alquila una hectárea y media de un gran predio: allí producen frutas y verduras. El matrimonio vive en una casa de madera junto a la quinta. A las 18.30, Liliana sigue cosechando acelga porque espera que a la mañana un camión pase a retirar 10 cajones. Mientras trabaja, su nieta y su vecino juegan junto a las verduras.
Cada uno de los dos hijos de la pareja alquilan en el mismo terreno otra hectárea, también para producir. Decenas de familias conviven allí, cada una con sus quintas, una junto a la otra, en esa localidad del partido de La Plata .
Liliana forma parte de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), una organización integrada por unas 15.000 familias. Se estima que en Argentina los pequeños productores son alrededor de 200.000 y que apenas ocupan el 13% de la tierra cultivada. En esa proporción, producen el 60% de las frutas y verduras que se consumen en el país.
Hace cinco años la UTT promueve entre sus miembros que cambien el modelo de producir y se orienten a la agroecología. De todos los quinteros asociados, hoy son 250 las familias que producen de forma agroecológica en unas 300 hectáreas. Hace tres años, Liliana adhirió a ese modelo.
No hay un consenso absoluto sobre la definición de agroecología, pero como norma no usan agroquímicos ni semillas transgénicas. Por lo tanto, evitan la contaminación, el deterioro del ambiente y la pérdida de biodiversidad. Es decir, se contrapone directamente con la agricultura industrial. Se considera a la agroecología como el único camino hacia una agricultura que sí sea sostenible.
Liliana viene del norte argentino. Empezó a trabajar a los 9 años hachando caña. Pasó por el ingenio de la empresa Ledesma y después se fue a Jujuy a cosechar tabaco. “En mi familia, siempre fuimos trabajadores de la tierra. Nos mudábamos, según la demanda de trabajo. También pasé por Mendoza, donde estuve 18 años. Hace seis años, ya estoy en La Plata, alquilando esta quinta”, relata.
Cuando Liliana empezó con la agroecología, pudo permitir que los chicos jueguen por la huerta. “Cuando poníamos los agroquímicos los niños no se podían ni acercar a las quintas”, cuenta. Además, dice que al principio ella no sabía nada de este modo de producción, pero campesinos de la UTT la ayudaron a implementarlo.
La organización tiene un Consultorio Técnico Popular (COTEPO), que es un espacio técnico para ayudar al campesino en materia de agroecología. El equipo va provincia por provincia capacitando a un grupo de productores. El agricultor formado ya queda capacitado para transmitir la experiencia a otros campesinos. De este modo se promueve la transferencia de conocimiento de campesino a campesino.
Para empezar a producir de forma agroecologica, algunos productores primero intentan con dos canteros. El resto lo siguen trabajando de forma convencional. Cuando ven los resultados, progresivamente terminan haciendo toda la quinta de este modo. La UTT asegura que la productividad es al principio igual y luego superior: a partir del segundo año mejoran en un 20% la producción.
El nylon que se pone para cubrir la quinta busca provocar un efecto invernadero para generar mejores condiciones para los cultivos. Por este motivo se evita cosechar en los horarios más calurosos. Los productores suelen estar en la quinta después de las 16 y pueden quedarse hasta la madrugada. Algunas veces los camiones pasan a la nochecita, pero también se acercan a cargar la mercadería a primera hora.
Zulma Molloja también es una pequeña productora rural de La Plata. Ella alquila dos hectáreas y le cobran $9000 por cada una. Allí trabaja con su marido y su hermana. Por la luz, llegaron a pagar $30.000 porque el riego por goteo, consume electricidad. “Hay una deuda pendiente con el productor porque no recibimos ayuda con todos los gastos. No hay ningún subsidio”, expresa la mujer de 27 años.
Zulma nació en Bolivia y allí sus abuelos ya eran trabajadores de la tierra. Ella vivió un tiempo en Jujuy con su mamá y hace 12 años vive en La Plata. Su hermana fue quien les avisó que en la ciudad se necesitaban productores para una quinta y ambas viajaron.
Hace cuatro años, un temporal tiró la quinta de Zulma. “Se cayeron los postes y el nylon. No sabía qué hacer, por dónde empezar. Vivimos en una casilla de madera precaria. Me sentía sola y me quería volver a Bolivia”, comenta.
A la comercialización, Zulma la realiza a través de la UTT. Las formas que propone la organización son diversas: bolsones a domicilio (la UTT toma pedidos por WhatsApp y entrega bolsas de 5 o 7 kilos de verduras de estación), venta en los espacios públicos (todos los terceros sábados de cada mes realizan una feria en Luján), almacenes propios de la organización y nodos (grupos de vecinos o familiares que realizan compras comunitarias) en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense.
Uno de los métodos que usan para comunicarse desde el almacén con los productores es por WhatsApp. Por este medio, los encargados de la comercialización avisan lo que les falta, los productores lo preparan a la tarde y a la mañana lo pasan a buscar. Así, los productos de la quinta van directamente al almacén, sin intermediarios
Mientras que en el mercado convencional el 30% del precio se lo queda el pequeño productor y el 70% los intermediarios; en los Almacenes de la UTT la relación es a la inversa: el 70% lo gana el productor y el 30% la comercializadora. Esto es así porque las familias lograron organizarse para acortar sus cadenas de comercialización.
“Antes, cuando le vendía al Mercado Central, venía un camión, cargaba todo lo que tenía y me decía que me iba a pagar la semana siguiente. A veces me pagaban menos de lo que me correspondía o me decían que no pudieron vender los cajones y no me pagaban nada. En promedio pagan $30 o $40 por jaula (cajón) de acelga. No hay precios fijos para el pequeño productor. El Mercado Central va marcando el precio”, señala Zulma.
La UTT tomó un rol importante en el sistema de comercialización de la agroecologia para que el productor pudiera canalizar su produccion por fuera del Mercado Central. Por lo tanto, se ocupó de abrir canales de comercialización para reducir el miedo del productor de abandonar un modelo que hacía desde siempre.
Al principio de cada temporada, la UTT organiza asambleas para determinar el precio de los productos agroecológicos. Una vez que se fija el precio se sostiene toda la temporada (6 meses). Por ejemplo, por la jaula de acelga, el área de comercialización de la UTT le paga al productor $120. Esta política permite al productor planificar mejor su producción. Por ejemplo, en el modelo tradicional, si un productor hace todo el campo de zapallitos, puede pasar que al cosechar el precio del producto caiga y el productor con suerte cubra los costos de la inversión.
Los insumos vinculados a la agricultura industrial están muy atados al dólar. Cuando sube la divisa, aumenta el precio de la semilla, los fertilizantes, los químicos y el nylon. Como consecuencia, los productores quedan en una situación más vulnerable.
Además de un conjunto de prácticas, la agroecología es un movimiento social que cuestiona las relaciones de poder en el agro: la desigualdad en la distribución de la tierra, la concentración de insumos en pocas empresas y trabajadores en condiciones precarias. Las banderas que levantan son: la soberanía alimentaria, la reforma agraria integral y un campo con igualdad, justicia y trabajo que produzca alimentos sanos para el pueblo argentino.
Según el sociólogo e investigador CONICET del Instituto Gino Germani Diego Domínguez, la agroecología en la Argentina (al igual que en otros lugares de América Latina) es parte de un proceso de acción colectiva ligada con la recampesinización e incluso reetnización de las poblaciones rurales. Además, se inscribe en escenarios de disputa territorial, donde justamente se observan los procesos más intensos de recreación política del campesinado y los pueblos indígenas.
“Estamos peleando por una Ley de Acceso a la Tierra. En 2016 se presentó un proyecto en la Cámara de Diputados, pero no hubo respuesta. Los dueños de los terrenos nos hacen contratos de alquiler por dos años y cuando no lo quieren renovar, tenés que irte a buscar tierras nuevas. En general, más lejos. Empezás de nuevo de cero y hay que cambiar a los chicos de escuela. A mis hijas, que tienen 11 y 8 años ya las cambié dos veces. Ellas siempre me preguntan cuándo vamos a tener una tierra propia”, relata Zulma.
El proyecto de ley presentado en septiembre de 2016 se basó en otorgar créditos blandos para la compra de tierra. En aquel entonces, los trabajadores de la Agricultura Familiar, nucleados en la UTT le entregaron al Diputado Nacional del Movimiento Evita Leonardo Grosso el proyecto que tenía por objetivo que quienes trabajen la tierra puedan ser dueños de ella. Grosso lo presentó formalmente, pero finalmente no avanzó.
La relación con el consumidor
Juan Martín Della Villa trabaja en uno de los tres almacenes de la UTT, creados para la comercialización de frutas y verduras agroecológicas. Él está en el almacén que abrió hace un año en el barrio de Almagro. El local abre de lunes a sábado de 9 a 20.
El primer almacén abrió en Luis Guillón, localidad del partido de Esteban Echeverría. Luego se abrió otro en Domselaar, en el partido de San Vicente. Ahora, la organización está por abrir uno en Devoto, en la Ciudad de Buenos Aires, y otro en La Plata.
“La agroecología no puede producir cualquier cosa en cualquier lugar en cualquier momento del año. Trabajamos mucho con la producción de estación. Cuando los clientes vienen a buscar, por ejemplo, un tomate en pleno invierno o un repollo de bruselas en verano les explicamos por qué no lo van a encontrar. Los consumidores entienden, aprenden y empiezan a formar parte de nuestra comunidad”, cuenta Juan Martín.
Según Juan Martín, gran cantidad de consumidores se acercan por la calidad del producto. Agrega: “Hay un movimiento de época. La gente busca alimentos más sanos y cuidar el medio ambiente. Nosotros podemos contar a las personas que se acercan de dónde viene cada producto y hasta contar una historia del productor. En el almacén se dan conversaciones. Surge otra relación con el alimento y con el tiempo”.
Un requisito para que la UTT certifique que un producto es agroecológico es que el suelo tenga dos años de tratamiento en este modelo. “En ese tiempo el suelo se purifica de todo lo que se le tiró antes. Como el modelo de producción es reciente para muchos productores, vendemos algunos productos que todavía no alcanzaron los dos años de producción agroecológica. En esos casos, avisamos al cliente que son productos en transición. Les contamos que el producto no está fumigado, pero el suelo todavía no cumplió los dos años”, explica Juan Martín.
En una verdulería común, el consumidor se encuentra con precios que le resultan caros. A su vez, el productor recibió un pago mínimo por esos productos. Los intermediarios se quedan con la riqueza. La agroecología tiene como meta que a los pequeños productores se les pague un precio justo. Juan Martín enfatiza: “El alimento de las verdulerías no viene del gran campo argentino porque este se relaciona mayormente con el puerto. El alimento de las ciudades está hecho por pequeños productores, que están en las afueras, en condiciones de precariedad”.