La guerra no tiene rostro de mujer
Svetlana Alexiévich
Debate
Selección y comentario por Paula Rodríguez, periodista.
Uno (mi comentario)
Todo puede transformarse en la literatura“, escribe Slevtana Alexievich en las palabras iniciales de las 370 páginas de La guerra no tiene rostro de mujer, la primera de sus llamadas novelas colectivas o corales, un tejido de testimonios en primera persona. La guerra… fue publicada inicialmente en 1983 y, treinta años después, reeditada con fragmentos que había quitado la censura y apuntes de sus charlas con el censor. (...)
“Para usted, la verdad está en la vida, en la calle, bajo nuestros pies“, le reprocha él, “pero se equivoca, la verdad es lo que soñamos. ¡Es como queremos ser!". Alexievich pelea contra ese relato, el de la Historia, y cuenta historias. Su epopeya es, en lo literario, contra el canon del relato bélico y, en su propia biografía, una disputa con La Palabra del régimen soviético en el que creció (nació en 1941). Entre la guerra contada como una sucesión de batallas, actos heroicos y, finalmente, la victoria -la “masculina“- y la guerra “femenina“, donde “sólo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana“, la bielorrusa ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2015 -primero otorgado a una obra de no ficción en cien años- elige contar la de ellas, la de casi un millón de mujeres que combatieron en el Ejército Rojo contra la invasión nazi y que luego fueron olvidadas. Nunca escuchadas. Porque a nadie le gusta escuchar esa guerra. Alexievich escucha y toma nota y llora con ellas, mira sus fotos, la ropa guardada por años, prueba sus comidas, es una gran oreja para luego ser muchas voces y a la vez ella misma, su propia voz. Y en esos relatos en los que los cuerpos se rompen y huelen; el dolor es espantoso; sufren los hombres, la tierra, los pájaros, los árboles, los caballos, las flores; los niños mueren de mil formas crueles; los miembros amputados se apilan en rincones y las mujeres son el deshecho de los deshechos humanos, el sacrificio y el sufrimiento son contados con una belleza que perturba. Esta selección es muy arbitraria (el orden de los párrafos también lo es) y es una de muchas posibles: seis pasajes brevísimos, oraciones sueltas, momentos extraordinarios que abundan en los relatos de estas combatientes, palabras que la autora ilumina, poesía que brota a borbotones como la sangre.
Dos (la selección)
“Comprendí entonces que cualquier cosa puede arder… incluso la sangre…“
Tres
“¿Seré capaz de encontrar las palabras adecuadas? Puedo contar cómo disparaba. Pero explicar cómo lloraba, nunca, ni hablar. Eso quedará mudo para siempre. Lo único que sé es que en la guerra las personas se vuelven espantosas e inconcebibles. ¿Cómo vas a entenderlas? Usted es escritora. Invéntese algo. Algo bonito. Sin parásitos ni suciedad, sin vómitos… Sin olor a vodka y a sangre… Algo no tan terrible como la vida…“
Cuatro
“Llegué a Berlín. En la pared del Reichstag escribí: ´Yo, Sofía Kuntsévich, he venido hasta aquí para matar a la guerra´.“
Cinco
“De pequeña… Comienzo por mi infancia… En la guerra temía recordar la infancia. Precisamente la infancia. En la guerra está prohibido recordar lo más tierno… Lo tierno está prohibido. Es un tabú.“
Seis
“Me gustaba mucho la primavera… Adoraba el florecer de los cerezos y el perfume de las lilas envolviendo las flores… No se sorprenda ante mi estilo, yo solía escribir versos. Pero ahora detesto la primavera. La guerra se interpuso entre mi alma y la naturaleza. Vi a los nazis en mi Zhitómir natal justo al florecer los cerezos…“
Siete
“La gente reconstruyó las casas, entonces regresaron los ruiseñores…“
En SIETE PÁRRAFOS, grandes lectores eligen un libro de no ficción, seleccionan seis párrafos, y escriben un breve comentario que encabeza la selección. Todos los martes podés recibir la newsletter, editada por Flor Ure, con los libros de la semana y novedades del mundo editorial.