La grieta de la que poco se habla: brecha de género y desigualdad de oportunidades - RED/ACCIÓN

La grieta de la que poco se habla: brecha de género y desigualdad de oportunidades

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Pasaron 115 años del trágico hecho que dio origen al Día de la Mujer, y el reclamo original sigue vigente: equidad en el plano laboral y en materia de ingresos.

La grieta de la que poco se habla: brecha de género y desigualdad de oportunidades

Brecha de género. INDEC la define como la distancia entre mujeres y varones con relación a un indicador determinado.

El pasado miércoles se conmemoró el 112° Día Internacional de la Mujer. El 8 de marzo es actualmente una fecha que sintetiza y recuerda consignas amplias pero también claras, como lo son la igualdad de género y el reconocimiento de la diversidad.

Sin embargo, el origen de esta fecha conmemorativa está dado por un reclamo mucho más específico. El 8 de marzo de 1908, 129 mujeres trabajadoras perdieron la vida a raíz de un incendio ocurrido en la fábrica que ocupaban y provocado por su empleador, en la ciudad de Nueva York (Estados Unidos). Las mismas se hallaban en huelga con permanencia en el establecimiento para reclamar un salario igual al de sus compañeros varones, mejores condiciones de trabajo y reducción de la jornada laboral.

115 años después las mujeres continúan en una situación de inequidad en el plano laboral y salarial, y Argentina no es una excepción. Los recientes indicadores del mercado de trabajo y sobre los niveles de ingreso dan cuenta de que la brecha de género persiste. Hubo conquistas notables en estas décadas de lucha, pero hay mucho para cambiar aún.

Indicadores de trabajo

“La deuda es con nosotras”. Ese fue el lema de la marcha por el Día de la Mujer este año. La permanente lucha de las mujeres y de los movimientos feministas por la igualdad de género no es en vano. Cada 8M encuentra a las mujeres de muchos lugares del mundo habiendo dado un paso más hacia ese objetivo, aunque aún persisten muchas asignaturas pendientes.

115 años después las mujeres continúan en una situación de inequidad en el plano laboral y salarial, y Argentina no es una excepción. Los recientes indicadores del mercado de trabajo y sobre los niveles de ingreso dan cuenta de que la brecha de género persiste. Hubo conquistas notables en estas décadas de lucha, pero hay mucho para cambiar aún.

Indicadores de trabajo

“La deuda es con nosotras”. Ese fue el lema de la marcha por el Día de la Mujer este año. La permanente lucha de las mujeres y de los movimientos feministas por la igualdad de género no es en vano. Cada 8M encuentra a las mujeres de muchos lugares del mundo habiendo dado un paso más hacia ese objetivo, aunque aún persisten muchas asignaturas pendientes.

Uno de los ámbitos donde ello es más evidente es el socioeconómico. La mayor inserción de las mujeres en el mercado de trabajo es una realidad desde ya hace tiempo y una de sus tantas conquistas, pero se sigue dando en condiciones menos favorables que en el caso de los varones.

Dato

51,1% la tasa de actividad de las mujeres en el tercer trimestre de 2022.

Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el producto bruto interno (PBI) de Argentina creció un 5,9% en el tercer trimestre de 2022 con relación a igual período del año anterior. Como consecuencia de esta expansión económica, los indicadores del mercado laboral exhibieron mejoras también.

Así lo muestra un informe reciente del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Interanualmente, la tasa de desempleo se redujo a la vez que aumentó la de actividad, dando cuenta de que la reducción en la primera no se explicó por desánimo sino por generación real de trabajo.

Dato

7,8% la tasa de desocupación de las mujeres en el tercer trimestre de 2022.

En cuanto a la tasa de actividad, la misma aumentó 0,7 puntos porcentuales en el tercer trimestre del año pasado respecto de igual período del 2021. Al observar las poblaciones específicas, dentro del universo de 14 años y más, desagregada por sexo, para las mujeres dicha tasa se ubicó en 51,1%. Se trata de un valor muy alto si se considera los que históricamente ha registrado, y muestra lo que ya señalamos: más mujeres deciden (y/o necesitan) insertarse en el mercado laboral.

Sin embargo, hay que hacer dos observaciones. Por un lado la tasa de actividad para las mujeres sigue siendo sensiblemente inferior a la de los varones (que se ubicó en 70,3% en el trimestre analizado). Por el otro, “la tasa de varones se incrementó a un mayor ritmo que la tasa de las mujeres, por lo cual se amplió la brecha de género a 19,3 puntos porcentuales” señaló el CEPA en el informe. La misma se define como “la distancia entre mujeres y varones con relación a un indicador determinado”, según el INDEC.

Las desigualdades estructurales en el acceso al mercado laboral persisten pese a la mejora de la actividad económica.

Informe del CEPA.

Otra consecuencia del crecimiento económico es la reducción en la tasa de desempleo. La misma fue del 7,1% en el tercer trimestre de 2022, 1,1 punto porcentual menos que en igual período de 2021. Sin embargo, la mejora en este indicador no se traduce en una mayor igualdad de género. Como siempre ha sucedido, la desocupación es mayor entre las mujeres (7,8%) que entre los varones (6,5%), pero además la brecha no se redujo interanualmente e incluso, se amplió en proporción. Resta ver qué efecto tiene en ese sentido la reciente desaceleración de la economía. «Las desigualdades estructurales en el acceso al mercado laboral persisten pese a la mejora de la actividad económica», indica el informe del CEPA.

La licenciada en ciencia política, Carolina Berardi, analista económica del CEPA e integrante del Observatorio de Género, señala que esto sucede “porque persisten los estereotipos de género pero también porque se mantiene la asimetría en la distribución en los trabajos de cuidados. […] Es muy difícil, si no resolvemos esta responsabilidad sobre los cuidados, mejorar la inserción en el mercado de trabajo”. Asimismo aclara que “las políticas públicas han puesto el foco primero en el abordaje de las violencias por motivos de género, lo cual está perfecto y es claramente entendible porque es lo urgente, y poco a poco empiezan a orientarse a la igualdad en todos los ámbitos de la vida”.

Inserción laboral. La tasa de actividad de las mujeres aumentó a menor ritmo que la de los hombres.

En cuanto a los estereotipos de género, considera que se dan especialmente “si las mujeres están en una edad que se presume que van a tener hijes en el corto plazo o que ya los tienen, entonces se da esto de ‘va a faltar cuando se embarace, va a faltar después del parto, después va a faltar cuando las criaturas se enfermen’. Operan todos estos prejuicios, de ahí la importancia de redistribuir los cuidados”.

Desde finales de este mes, comienza a regir la obligatoriedad para las empresas de incorporar guarderías en aquellos establecimientos donde presten tareas 100 personas o más. “En este proceso de superar las asimetrías de género en la inserción laboral, es fundamental porque permite reducir el tiempo de cuidado para poder destinarlo al trabajo remunerado”, dijo Berardi con relación a la medida, a la vez que advirtió que “es central que el movimiento feminista se apropie de esta herramienta para hacerla cumplir, pues no alcanza solo con la legislación, hay que luchar por su implementación”.

El cupo de mujeres es un instrumento muy eficaz, que nos permite avanzar de una manera mucho más rápida que con la sensibilización y esperando el cambio cultural.

Carolina Berardi.
Analista económica del CEPA e integrante del Observatorio de Género.

Respecto del cupo de mujeres en los puestos laborales, Berardi no cree que sea una solución definitiva a la problemática. Sin embargo, considera que “es un instrumento muy eficaz, que nos permite avanzar de una manera mucho más rápida que con la sensibilización y esperando el cambio cultural”.

Ingresos

A diferencia de lo observado en los indicadores cuantitativos del mercado de trabajo, en términos de ingresos se ha observado una reducción interanual en la brecha entre mujeres y varones. Así, en el tercer trimestre del 2022 la remuneración por la ocupación principal de los varones era en promedio un 22,8% mayor que la de las mujeres. En igual período de 2021 ese porcentaje era del 25,3%. De esta manera, la brecha se redujo 2,5 puntos porcentuales, según el informe del CEPA.

Dato

22,8% la diferencia de ingresos por la ocupación principal de los varones por sobre los de las mujeres en el tercer trimestre de 2022.

Sin embargo, la diferencia aumenta mucho si se toma en consideración únicamente el mercado laboral informal, y lo contrario tiene lugar si se delimita el análisis al trabajo registrado. «Se evidencia que la formalidad del empleo garantiza no sólo el acceso a la seguridad social sino también a mejores ingresos y menor desigualdad salarial entre varones y mujeres«, concluye el CEPA.

Aunque todos indicadores dan cuenta de una mayor igualdad de género en lo que a ingresos refiere, Berardi hace una salvedad importante. “No diría que es sustancial la mejora. La brecha de ingresos incluye otro tipo de ingresos (distintos de los salariales), como puede ser la Asignación Universal por Hijes (AUH), que mejora el ingreso de las mujeres”, indicó, a la vez que aclaró que “si bien los beneficiarios son les niñes, quienes perciben la AUH son en general las mujeres y esto también apuntala los ingresos de las mujeres por fuera de lo que perciben por salarios”.

La paradoja de la educación

La brecha de género observada en los indicadores de empleo y de ingresos se da en un contexto que agrava el panorama. De acuerdo con datos del INDEC, las mujeres de 25 años y más alcanzan niveles más altos de educación formal que los varones. Más de un tercio de las mujeres de ese rango etario alcanzan a cursar niveles superiores o universitarios.

La probabilidad de encontrar empleo aumenta cuanto más años de formación tenga el aspirante. Sin embargo, la tasa de desempleo es mayor en las mujeres que en los varones. Y no solo eso: entre los 30 y 64 años, 64 de cada 100 mujeres participa en el mercado laboral mientras que 88 de cada 100 varones lo hace, a la vez que la tasa de subocupación horaria para las mujeres es un 75% superior a la de los varones. Así, es aún más evidente la manera en que operan los estereotipos y prejuicios.

Por otra parte, los años de educación de los trabajadores y las trabajadoras se correlacionan positivamente con los niveles salariales que perciben. Pese a que las mujeres estudian más años que los varones en promedio, tienen salarios inferiores. Esto responde a tres factores. En primer lugar, a las inequidades de género en indicadores laborales, a los que ya aludimos. En segundo lugar, a que pese a su mayor formación relativa, las mujeres ocupadas acceden en menor medida a puestos jerárquicos: 8 de cada 100 varones y 5 de cada 100 mujeres lo logran, de acuerdo con el INDEC. En tercer lugar, a que las mujeres ocupadas se encuentran concentradas en ciertas ramas de actividad. El caso más paradigmático es el de hogares empleadores de personal doméstico: un 15,3% de las mujeres ocupadas y un 0,4% de los varones ocupados desarrollan tareas en ese sector de actividad.

Educación significa más oportunidades, y no hay dudas sobre ello. Pero bajo esta inequidad de género, a lo que una mujer podría aspirar en su vida laboral y/o profesional al decidir formarse difiere de aquello a lo que un varón podría aspirar. Ampliar el acceso a la educación resuelve una parte de la desigualdad de oportunidades. La brecha de género persiste en el ámbito laboral y no tiende a reducirse del modo y con la velocidad que se pretende y se requiere. El reclamo original de las mujeres trabajadoras sigue vigente.

Bajo esta inequidad de género, a lo que una mujer podría aspirar en su vida laboral y/o profesional al decidir formarse difiere de aquello a lo que un varón podría aspirar.