Los ataques a los edificios gubernamentales de parte de bolsonaristas extremos reabren el debate sobre las consecuencias de la polarización y recuerdan que solo hay un camino para la convivencia pacífica: el respeto a la Constitución, sin excepciones.
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Grieta. Existen dos tipos de personas: los que creen que el problema son los del bando contrario y los que piensan que el problema es que haya bandos. Los primeros piensan que su tribu es mejor que las demás; los segundos están convencidos de que no debería haber tribus, aunque ellos mismos pertenecen a una: la de los “anti-tribus”. En los extremos viven los intoxicados de superioridad moral: yo, y los que piensan como yo, defendemos la igualdad, la libertad, la fraternidad, la vida o las ballenas azules. Los demás, en cambio, o son tontos y los tienen engañados, o son malos y defienden algún interés inconfesable. O una combinación de todo eso. Así se cultiva la intolerancia.
Brasil es el país más polarizado de Iberoamérica. Según un estudio basado en Big Data de LLYC que compara los niveles de polarización en 12 países, la tierra de Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro encabeza el podio de las sociedades divididas. Los grandes temas que enfrentan a la sociedad brasilera son el aborto, la libertad de expresión y el racismo: posiciones sobre valores que, al final, definen identidades. En ese contexto es que un grupo de bolsonaristas extremos —de quien el expresidente tomó distancia— invadió los edificios del Congreso Nacional, del Supremo Tribunal Federal y el Palacio del Planalto: en la Guerra Santa vale todo.
El caso brasileño funciona como pretexto para intentar entender un desafío global, que también afecta a la Argentina. El de la polarización:
- La neurociencia. La oposición entre Ellos y Nosotros parece tener su raíz ancestral en la lealtad a la manada que compartimos con los demás mamíferos gregarios. Es lo que piensan autores como Jonathan Haidt. La oxitocina produce el placer de pertenecer al grupo y la adrenalina se dispara con el temor a lo que percibimos como amenaza: lo distinto. La grieta está en nosotros desde que nacemos.
- La política. Los expertos son prácticamente unánimes: los matices son sólo para los debates académicos; en comunicación electoral sólo sirve el blanco y negro. Mensajes claros, simples y en lo posible antagónicos: Braden o Perón, continuidad o cambio, kirchnerismo o república. Buenos contra malos, una tribu contra la otra. Si no hay polarización, hay que crearla.
- El gobierno. Aristóteles ya distinguía en la política la faz agonal, la lucha electoral, de la arquitectónica, el ejercicio del poder. Atacar al adversario durante la campaña y pedir su colaboración luego para poder gobernar. Primero polarizar y después intentar llegar a acuerdos, y reiniciar el círculo cada vez que se acerca una nueva elección. Realpolitik: otro de los nombres que adopta el cinismo.
En Brasil, en la Argentina y en muchos lugares del mundo los consensos son más bien escasos. Buena parte de los países son territorios habitados por tribus que no están del todo de acuerdo sobre qué es el bien y qué es el mal. Y que llegan a un pacto básico de convivencia que dice solo dos cosas: que se respeta siempre el resultado de una elección, sobre todo cuando gana la tribu contraria, y que la Constitución no se discute. El problema, más que la polarización, parece ser el olvido de ese pacto.
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Tres preguntas al rabino Elchanan Poupko. Pertenece a una familia en la que representa la onceaba generación de rabinos. Es el editor y fundador de The Lamdan-The Wilf Campus Torah Journal y presidente de EITAN - The American Israeli Jewish Network. Da conferencias en distintos lugares del mundo sobre política y religión.
—¿Cómo describirías la polarización en este momento?
—Si un náufrago quedara solo en una isla desierta, probablemente construiría dos country clubs. Uno para ir él mismo y otro para los que no piensan como él. Esto refleja lo que pasa actualmente en los Estados Unidos, en Europa y en buena parte del resto del mundo. La división y la polarización política se convirtieron en la norma, no en la excepción. Un grupo de académicos hicieron un estudio cuyo resultado fue a la vez fascinante y desolador: trackearon a través de los celulares los movimientos de los estadounidenses en Thanksgiving. Tanto los demócratas como republicanos que volvían a sus ciudades de origen, en los casos en los que la ideología dominante de esos lugares era contraria a la de ellos, tendían a acortar sus estadías. Y las comidas de los días de Thanksgiving donde había mezcla de ideologías eran entre 20 y 30 minutos más cortas que donde había homogeneidad. O sea, la gente volvía a sus casas pero le resultaba difícil compartir sus propias opiniones con quien estaba en desacuerdo con ellos, y por eso mismo prefería no hablar.
—¿Qué costos tiene la polarización?
—La polarización política tiene un costo social y económico que no siempre se tiene en cuenta. Un artículo reciente del American Journal of Political Science prueba con datos que la división política conduce a las personas a dejar pasar oportunidades económicas. Estamos dispuestos a tomar trabajos en los que se paga peor solamente para evitar la compañía de personas con las que estamos en desacuerdo. Habrá quien piensa que un mundo ideal es aquel en el que solo vivimos con gente que piensa como nosotros, pero eso es muy problemático. Si creemos que el libre mercado favorece la economía, reducir las barreras (también las ideológicas) es una buena idea. La polarización debilita además a las instituciones gubernamentales, porque nos cuesta confiar en los funcionarios que están en el bando ideológico contrario. Además, se pierde mucha eficacia si en cada cambio de gobierno esas instituciones toman decisiones diametralmente opuestas a las que tomó el gobierno anterior.
—¿Cuáles son las consecuencias sociales de la polarización política?
—Los sociólogos han demostrado que si vivimos rodeados de gente que piensa como nosotros, se produce una dinámica de retroalimentación que nos empuja hacia los extremos y nos terminamos radicalizando. Una manera de ver esto es con un ejemplo: imaginemos salir de un estadio de fútbol junto a todos los fans de un equipo, una verdadera multitud, que acaba de perder un partido importante, y comparemos esa experiencia con salir del mismo estadio sólo con individuos. Salir rodeado de una masa de gente enojada es una experiencia horrible, y hasta puede ser contagioso. Un estudio de la American Psychological Association muestra que el 59% de las personas manifiestan estrés con los niveles actuales de división y enfrentamiento político. ¿Qué podemos hacer para reducir esa tensión? Simple: deliberadamente buscar la compañía de personas que piensan diferente, y preguntar las razones de sus puntos de vista. Hablar y escucharse hace concluir que el otro no es malo, es simplemente otro: ve la realidad de otra manera, a veces con una inteligencia sorprendente.
Las tres preguntas al rabino Elchanan Poupko están tomadas de la presentación “The High Price of Polarization”, dada originalmente en el contexto de TEDxLincolnSquare. Para acceder a la charla completa podés hacer click acá.
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Polarización. La pueblada de los bolsonaristas extremos trae lecciones para la Argentina. Este artículo de Luciana Vázquez destaca que, en sociedades muy polarizadas, los nuevos gobiernos enfrentan el desafío de la puesta en duda de su legitimidad desde el primer día, sin siquiera haber empezado su gestión; necesitan de un mayor caudal de votos que en el pasado para “blindarse”; y, en el caso de un eventual gobierno de Juntos por el Cambio, probablemente enfrentaría la estigmatización discursiva por parte del kirchnerismo, que lo ubica en el espacio de la antidemocracia. Las declaraciones de Gabriela Cerruti y Santiago Cafiero van en esa línea. 2023, tiempo de alta intensidad discursiva.
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Academia. Brasil, al tope de los países con mayor enfrentamiento (63,4%), seguido de la Argentina (62,2%), y España (57,8%). Así se completa el podio que muestra The Hidden Drug, un estudio hecho por LLYC sobre la base de Big Data en 12 países que incluyen Iberoamérica y los Estados Unidos. El tema que más divide a las sociedades es el aborto, con diferencia. Luego, según los territorios, las disputas se generan en torno a la libertad de expresión, los derechos humanos, el cambio climático y la inmigración. Sociedades cada vez más polarizadas, con posiciones irreductibles, que se alimentan casi sólo de mensajes con sesgo de confirmación de los propios puntos de vista. Un desafío para los líderes políticos que, una vez que alcanzan el poder, necesitan generar consensos para gobernar.
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Oportunidades laborales
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Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]
¡Hasta el miércoles que viene!
Juan
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