“La forma de parir afecta al comportamiento de una sociedad”: lo que necesitamos saber sobre la Ley de Parto Humanizado- RED/ACCIÓN

“La forma de parir afecta al comportamiento de una sociedad”: lo que necesitamos saber sobre la Ley de Parto Humanizado

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En 2016, Agustina Petrella demandó y llevó adelante en 2016 el primer juicio por violencia obstétrica de Argentina, tras ser víctima. Hoy enfatiza la necesidad de evitar abusos en los partos. Los profesionales de la salud tienen disidencias sobre qué prácticas se consideran abusivas, pero coinciden en que la clave de un parto humanizado es que se respete la voluntad de la persona gestante.

“La forma de parir afecta al comportamiento de una sociedad”: lo que necesitamos saber sobre la Ley de Parto Humanizado

Ilustración: Denise Belluzzo.

En el último tiempo empezó a haber una mayor conciencia sobre la violencia obstétrica, algo que muchas personas con capacidad de gestar atravesaron y atraviesan durante sus procesos de parto. Pero, ¿en qué consiste exactamente? ¿Qué se puede hacer para erradicarla? Cabe aclarar que también existen casos de esta violencia en procesos de aborto o posaborto, por ejemplo.

La violencia obstétrica sucede cuando la mujer sufre por parte del personal de salud un trato humillante, el abuso de medicalización o una patologización innecesaria. “Es un trato deshumanizado que tiene que ver con tratar a la mujer como si fuese casi un objeto, dándole directivas y sometiéndola en todos los momentos del parto como si ella no tuviera nada que ver, como si el cuerpo de la mujer fuese en ese momento propiedad del equipo de salud”, dice Agustina Petrella, quien demandó y llevó adelante en 2016 el primer juicio por violencia obstétrica del país, después de haber sufrido este tipo de abusos durante su proceso de parto en una clínica. 

Petrella hizo un juicio por daños y perjuicios a la prepaga, el obstetra, la neonatóloga y la clínica, y lo ganó. Hoy está detrás de Parimos Conciencia, un proyecto que busca dar capacitaciones informativas sobre el tema.

Agustina Petrella. Foto: Twitter.

En esta misma línea, Marina Lembo, quien es partera universitaria y se dedica, entre otras cosas, a asistir en partos domiciliarios, da algunos ejemplos: “Cuando se habla de violencia obstétrica, tiene que ver con interferir en los procesos naturales, saludables y espontáneos. Biológicos, digamos. En general inician en las últimas semanas de embarazo con tactos vaginales a repetición, con despegar membranas, internar a una mujer sin que esté en franco trabajo de parto, acostarla, ponerle goteos de oxitocina endovenosa, apurarle las contracciones, romperle la bolsa, apretarle el vientre, cortarle la vagina, hacerla pujar sin que tenga deseos. Agarrar al bebe de la cabeza, traccionarlo. Traccionar de la placenta”.

Hay diferentes puntos de vista respecto del tema. Para Mario Sebastiani, médico obstetra del Hospital Italiano, en cambio, el tema puede ser abordado desde otro enfoque. “En el abuso de la medicalización y la patologización de los procesos naturales hay una concepción filosófica. Algunos quieren que sea un evento absolutamente natural y fisiológico y, para otros, en cambio, se toman otras determinaciones, y no por abuso. No me parece que sea deshumanizado si hay una detención de la dilatación, si no hay las contracciones que uno espera, incluso si uno quisiera abreviar el trabajo de parto. Con lo cual, la ley de parto respetado es más un tema de relación médico-paciente que un manual de cómo se debe hacer la obstetricia. No veo tantos abusos sino más bien la idea de que para algunos el parto puede durar 36 horas y para otros, en cambio, no”.

Si bien no existen estadísticas oficiales actualizadas con respecto a cuán frecuentes son los casos de violencia obstétrica en el país, existe la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género, o CONSAVIG. Se trata de un organismo que registra los reclamos por violencia obstétrica en el país. La única estadística disponible es la que corresponde a su año de creación, 2017. Ese año se recibieron 89 denuncias de violencia obstétrica. 

De todas estas denuncias, un 82% dijo que recibió un trato deshumanizado, un 42% reclamó que hubo un exceso de medicalización o una patologización de una situación natural, un 44% habló de falta de información y un 34% manifestó sentir que no hubo un respeto sobre sus decisiones.

Esta nota se desprende de un episodio de FOCO, el podcast de RED/ACCIÓN.

"La violencia obstétrica es pareja para distintos géneros con capacidad gestante, clases sociales, etnias, religiones, clase alta y baja, noroeste argentino, inmigrantes, hospital público, hospital privado”, dice la partera Lembo.

La agrupación feminista Las Casildas creó el Primer Observatorio de Violencia Obstétrica de Argentina, y desde ahí elaboró un sondeo para entender el alcance de este fenómeno. Los resultados se publicaron en 2016 e indicaron que un 47% de los partos son por cesárea, cuando la Organización Mundial de la Salud estableció que son médicamente necesarias solo entre un 10 y un 15% de los casos. También arrojó que un 29,7% de los partos son inducidos, cuando el porcentaje estándar de la OMS es menor a 10%. Y la lista continúa: un 28% dijo haber sido criticada por los médicos, y un 36% fue anestesiada sin haberlo solicitado.

Para Mario Sebastiani estos altos porcentajes de realización de cesáreas se deben a que la práctica “se ha convertido en un evento totalmente seguro”. Y agrega: “Esto es lo que se ve en el mundo, y de nuevo, analizar esto sobre la base de la violencia, entiendo que algunas personas lo vivan así, pero no es todo el mundo”.

¿Y con respecto a los partos inducidos? “Los partos inducidos en términos generales son muy pocos porque se requiere mucha estructura y mucho tiempo”, asegura Sebastiani. “Hay que tener una cama bloqueada durante mucho tiempo para lograr que una inducción de un cuello desfavorable logre reblandecerse, dilatarse y terminar en parto vaginal. Tal es así que cuando las condiciones cervicales no son las adecuadas, lo que se hace es tener una cesárea. Porque hay que tener una estructura muy particular”.

Aunque la violencia obstétrica va en contra de la ley, en este momento no se la considera un delito, a menos que suceda en conjunto con otras acciones como realizar lesiones a la mujer en trabajo de parto, o que se termine judicializando como mala praxis, por ejemplo. “Entonces en el caso de ingresar a un juzgado un reclamo por incumplimiento de esto, son resoluciones y dictámenes blandos, flojos, donde ni siquiera se verifica que los profesionales hayan cumplido con el taller contra violencia de género, por ejemplo”, explica la partera Marina Lembo. Así, este tipo de casos se tiende a resolver por vía administrativa. 

Pero en el país sí existe la ley 25.929 de Parto Humanizado, que se sancionó en 2004 y reglamentó en 2015. La ley defiende los derechos de las madres, los recién nacidos y sus familias al momento del trabajo de parto, parto y posparto. Algunas de sus líneas fundamentales son las siguientes:

  • La mujer tiene derecho a recibir información y decidir libremente la forma en la que quiere dar a luz y la posición que quiere adoptar para el momento del parto.
  • Se deben considerar los deseos de estar acompañada de una persona de confianza durante el parto.
  • Se la debe informar sobre las distintas intervenciones que ocurren durante el proceso y ella puede participar activamente de las decisiones.
  • Tiene derecho a no ser sometida a ningún procedimiento con fines de investigación.
  • Puede permanecer con su hijo o hija todo el tiempo que desee mientras el bebé no requiera de cuidados especiales.
  • Debe recibir información sobre la importancia de la lactancia, sobre anticoncepción en el momento del puerperio y sobre la vacunación.

Sin embargo, desde distintas organizaciones señalan que en más de una ocasión esta ley no se cumple. ¿Cómo se podría entonces evitar la violencia obstétrica? Bueno, existen diversas opiniones.

Para Lembo la ley de parto respetado no se cumple básicamente por abuso de poder y control sobre las personas que están pariendo y las que están naciendo y plantea que “así como uno hace un curso para renovar la licencia de conducir, toda persona que esté asistiendo a otra a en situación de parto (porque la violencia obstétrica después repercute en la violencia neonatal) debería actualizarse en todas las leyes, las del paciente, de salud mental y reproductiva, de protección a las mujeres, las leyes de ejercicio profesional de parteras y médicos”. Y reflexiona finalmente: “lo llamativo de este presente es que están más formadas e informadas las personas gestantes que los mismos profesionales, y cuando piden algo los profesionales no saben cómo brindárselo”.

Agustina Petrella, por su parte, opina que para erradicar la violencia obstétrica, para garantizar a las personas gestantes los derechos que otorga la ley 95.929 de parto respetado, hay que trabajar sobre tres ejes fundamentales. El primero es el ámbito universitario: “Hay que empezar a formar bien a los obstetras, al personal de salud. Es fundamental cambiar las currículas y los sistemas de residencia o de práctica”, asegura.

El otro eje es el ámbito del sistema de salud, es decir que haya políticas públicas que exijan al sistema de salud adecuar los protocolos de parto y nacimiento a todas instituciones, públicas y privadas, que atienden salud perinatal. Y el tercer eje es la concientización de toda la sociedad. 

“Hay un error común que tiene que ver con pensar que el ámbito del parto y del nacimiento solo atañe a las mujeres que son madres. Y hay evidencia de que la forma de parir y de nacer afecta directamente al comportamiento de una sociedad, a todo lo que pasa. Mientras la gente no tenga consciencia de lo importante que es el parto y el nacimiento, es muy difícil que esta realidad cambie. Porque las mujeres no exigen, a las personas no les parece muy importante. Hasta que no se aborden esos tres ejes es difícil que esto pueda cambiar”.

Por último, para el médico Sebastiani, la situación pasa por otro lado. Para él “hay gente que adhiere a esta filosofía de la naturalidad y hay gente que no. Hay gente que piensa que la naturalidad es mejor que la artesanía que es conducir un trabajo de parto”.

Y concluye: “Pienso que lo importante es no hacer una obstetricia determinada sino tener una relación médico-paciente adecuada, o paciente-institución. No me parece que deba ser un manual de obstetricia, pero sí algunas instituciones se podrían esmerar más en el deseo de las mujeres. Lo que hace falta es saber elegir, hablar previamente y preguntar qué se va a cumplir de mis pedidos como mujer y el otro va a responder qué se puede aceptar de los pedidos que hace, que no es que sean desmedidos, sino que a veces administrativa e institucionalmente son difíciles de cumplir”.


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