Quienes trabajamos en el Rocky Mountain Institute (ahora RMI) llevamos décadas diciendo que la transición a la energía limpia será menos costosa y más rápida de lo que esperan los gobiernos, las empresas y muchos analistas. Los últimos años nos dieron la razón: el ritmo del abaratamiento de las fuentes renovables y de su implementación superó las predicciones (y lo segundo reforzó lo primero).
Este círculo virtuoso llevó a un despegue de las fuentes de energía renovables. Y ahora, nuevos análisis de dos prestigiosas instituciones de investigación se suman a la montaña de datos que muestran que la trayectoria más barata de aquí en adelante es una transición veloz al uso de la energía limpia.
Es urgente que gobiernos, dirigentes empresariales e instituciones financieras analicen las consecuencias prometedoras de estos cambios. Ya muy cerca de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que tendrá lugar en Glasgow, es esencial que la dirigencia internacional comprenda que alcanzar la meta de calentamiento de 1,5 °C fijada por el Acuerdo de París no implica hacer sacrificios, sino aprovechar oportunidades. Hay que reformular el proceso de negociación en torno de una idea no tanto de repartir costos cuanto de una competencia lucrativa en pos de implementar tecnologías energéticas más baratas y ecológicas.
Además, en momentos en que el mundo ya padece fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático, una transición veloz al uso de la energía limpia también tiene la virtud de ser el camino más seguro por delante. Si fracasamos en esta tarea histórica corremos el riesgo no sólo de derrochar billones de dólares, sino también de profundizar un sendero de cambio climático peligroso y potencialmente catastrófico para la civilización.
Sólo es posible conjeturar por qué los pronósticos llevan décadas subestimando la reducción de costo y el ritmo de implementación de la energía renovable. Pero los resultados son claros: las predicciones desacertadas llevaron a que se inviertan billones de dólares en infraestructuras energéticas que no sólo son más caras sino también más nocivas para la sociedad y para la vida en el planeta.
Puede que estemos ante la última chance de corregir décadas de oportunidades desaprovechadas. O seguimos derrochando billones de dólares en un sistema que nos está matando, o aceleramos la transición a las soluciones energéticas más baratas, ecológicas y avanzadas del futuro.
Hay nuevos estudios que echan luz sobre el posible desarrollo de una transición acelerada a la energía limpia. En un informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) titulado La primavera de las renovables del que es autor principal, Kingsmill Bond muestra que las fuentes renovables siguen la misma curva de crecimiento exponencial de otras revoluciones tecnológicas del pasado, de modo tal que es posible apreciar el surgimiento de una pauta predecible y conocida.
Por eso Bond afirma que la transición energética seguirá atrayendo capital y ganando cada vez más impulso. Pero es posible y necesario apoyar este proceso para acelerarlo al máximo. Los gobiernos que quieran ser motores del cambio deben crear un ambiente propicio para el flujo óptimo de capital. Bond detalla la secuencia de pasos implícita en este proceso.
El examen de las revoluciones energéticas del pasado permite extraer algunas conclusiones importantes. En primer lugar, el capital se siente atraído por las disrupciones tecnológicas, y tiende a fluir a las áreas de crecimiento y oportunidad asociadas con el inicio de las revoluciones. El resultado es que superado el período de gestación de un conjunto nuevo de tecnologías, la disponibilidad de capital aumente. En segundo lugar, los mercados financieros impulsan el cambio, conforme la asignación de capital se redirige hacia las industrias en crecimiento y se retira de las industrias en declive.
Las señales actuales de los mercados financieros muestran que estamos en la primera etapa de una transición energética predecible, en la que los nuevos sectores de la energía exhiben rendimientos espectaculares a la par que se degrada el desempeño de los combustibles fósiles. Es el momento para una intervención inteligente de las autoridades que establezca un marco institucional que acelere la transición energética y permita hacer realidad los beneficios económicos de la creación de cadenas de suministro locales para la energía limpia. Las tendencias de mercado presentadas en el informe de IRENA permiten apreciar que el cambio ya está muy avanzado.
En el mismo sentido de las conclusiones del informe de IRENA, un análisis reciente del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico (INET) de la Oxford Martin School muestra que la transición acelerada al uso de soluciones energéticas limpias permitirá ahorrar billones de dólares, además de mantener al mundo en el sendero del objetivo de 1,5 °C del Acuerdo de París. Por el contrario, una trayectoria de implementación más lenta supondría costos financieros más altos y perjuicios climáticos considerablemente superiores como consecuencia de desastres evitables y del deterioro de las condiciones de vida.
El poder del crecimiento exponencial hace totalmente alcanzable un sendero acelerado de adopción de las fuentes renovables. El informe del INET muestra que si la tendencia exponencial en la implementación de sistemas de energía solar y eólica, baterías y dispositivos para la electrólisis del hidrógeno se mantiene otro decenio, el mundo puede alcanzar la generación de energía con emisión neta nula en veinticinco años.
Bloomberg News ha reseñado el informe del INET y sugiere, como «cálculo conservador», que una transición acelerada al uso de energías limpias puede implicar un ahorro de 26 billones de dólares en comparación con el sistema energético actual. No olvidemos que cuanta más infraestructura se construya para la generación de energía solar y eólica, más se abaratarán esas tecnologías.
Además, en un artículo escrito en respuesta al estudio del INET, Bill McKibben (de 350.org) señala que el costo de los combustibles fósiles no se reducirá, y que cualquier ventaja de los hidrocarburos derivada de la curva de aprendizaje tecnológica se compensará por el hecho de que las reservas de fácil acceso de todo el mundo ya han sido explotadas. Por eso advierte que por el hecho mismo de que la energía solar y eólica supone un ahorro de dinero para los consumidores, la industria de los combustibles fósiles seguirá tratando de frenar la transición, para mitigar sus propias pérdidas.
No podemos permitir más demoras. Ya cerca de la COP26, es esencial que la dirigencia internacional comprenda que ya hay soluciones energéticas más baratas y ecológicas listas para implementar. Alcanzar el objetivo de 1,5 °C no implica hacer sacrificios, sino aprovechar oportunidades. Si ponemos manos a la obra, podemos ahorrar billones de dólares y evitar la devastación climática que, en caso contrario, caerá sobre nuestros hijos y nietos.
Jules Kortenhorst es director ejecutivo del RMI.
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