Alejandra Gougy se especializa en aprovechar desechos y objetos en desuso para confeccionar sweaters, sacos, tapados, chalecos, bufandas, pantalones y vestidos. Es una referente de la "ecomoda" y logró reunir a 30 diseñadores de todo el país en la Asociación de Moda Sostenible Argentina que ella misma fundó.
Entre los orígenes del vocablo esgrimir está el verbo germánico skermjan, que significa “reparar”o “proteger”. De ahí también deriva la palabra esgrima, el arte de la espada. No en vano, Alejandra Gougy, diseñadora sostenible, practicó ese deporte entre los 11 y los 24 años. Empezó en su pueblo bonaerense, 9 de Julio, siguió en el porteño Club Francés y más tarde en Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires.
“Me gustó el desafío de hacer las cosas como las hacían los hombres”, dice. Por eso se entrenó de la misma manera que ellos, tanto física como técnicamente. Llegó a ser campeona en las categorías de menores de 15 y 20 años y estuvo sexta en el ranking de mayores hasta que dejó de competir después de la trágica muerte de su hermana Mabel en un accidente automovilístico.
En medio del duelo, intentó continuar, pero al quedar injustamente eliminada en un encuentro en Rosario juró que nunca más volvería a participar de un torneo. No solo cumplió con su promesa, sino que además cambió su camino. Retomó su otra pasión: crear. Comenzó a hacer los moldes de su propia ropa con lo que aprendía en la escuela de corte y confección que estaba cerca de su casa.
“La historia de hoy es la consecuencia, la cosecha, el homenaje, la reivindicación de mucho laburo y de gente que siempre se jugó por lo que quería, por sus valores”, sostiene e inevitablemente alude sus ancestros.
Su abuelo paterno y su padre fueron pioneros en el cultivo de algodón. Ella pasaba sus vacaciones, junto con sus cinco hermanos, en el campo, siendo testigo del recorrido de la producción y de la entrega de toda su familia. “Mi abuelo consideraba que el trabajo era la base de todo. Me crié con ese concepto de vida”, explica. Sebastiana, su abuela materna, siciliana, también fue clave en su crianza: además de transmitirle el amor por lo artesanal, le enseñó a tejer y fue a ella a quien vio reciclar.
Hacienda fue su primera marca. La tuvo con una amiga y después se quedó trabajando sola. Hacía prendas en muselina, de línea retro y romántica a la vez. La segunda firma que tuvo se llamó Herencia, la montó cuando el papá de Clara, su única hija, se quedó sin trabajo. Ante la necesidad, se rearmó y gestó ese nuevo emprendimiento de indumentaria corporativa con el que llegó a confeccionar 70 mil uniformes para empresas. Esa marca se terminó después de que la estafaran.
Con el tiempo se topó con el descarte de medias de nylon y así gestó Cosecha Vintage; la marca que tiene desde el 2007 y que hoy comanda junto a su hija. Es pionera en la práctica del upcycling, generar prendas nuevas a partir de otras ya existentes, y en darle una nueva vida a materiales que si no fuera por esa búsqueda quedarían en desuso.
Con esta firma, participó en la Semana de la Moda de Buenos Aires; llevó adelante la campaña “De los pies al corazón” junto con la actriz Elena Roger; realizó un libro; y se transformó en una referente ineludible de la sostenibilidad local.
Hace dos años, Alejandra se enteró de que padecía una enfermedad de la que hoy ya está recuperada. Una aparente neumonía que había provocado su internación resultó ser cáncer de colon. Mientras esperó la biopsia, durante cuarenta días, se entregó a la voluntad de la Virgen de la Guadalupe, de la que es devota. La tuvieron que operar para extirparle el tumor.
Al terminar la intervención el cirujano le dijo que lo de ella había sido providencial y que la vida le estaba dando una segunda oportunidad: “Entendí que si no tenés salud no tenés nada. Me replanteé disfrutar de otras cosas y darle más importancia a lo que siento”. Por eso se volcó a lo artístico y empezó a hacer instalaciones.
Desde el 2015, desarrolla trabajos para Casa FOA y la nueva gran meta llegó este año con la fundación de la Asociación de Moda Sostenible Argentina (AMSOAR) en torno a la cual reunió a más de 30 diseñadores de todo el país. Pensada como una red de contención para marcas, emprendedores, artesanos, productores, proveedores y a la comunidad en general.
El propósito principal de AMSOAR es concientizar sobre la necesidad de preservar los recursos naturales; reutilizar los descartes de materiales y objetos ya existentes; revalorizar los oficios y las tradiciones locales y regionales; entre otras cuestiones que hacen a la sostenibilidad. Para ello desarrollan proyectos, talleres, seminarios, charlas y eventos, además de acciones e intervenciones en la vía pública.
El día de la presentación de AMSOAR, Alejandra mostró al público una manta hecha con la técnica del patchwork, que además de ser un regalo destinado a la socióloga Susana Saulquin, constituyó un símbolo de este nuevo comienzo. Cada retazo de tela que conforma esa pieza representa el trabajo de cada uno de los socios y el espíritu de la asociación, que insiste en la idea de unir y en definitiva y por qué no, también, de reparar y proteger. “Sentí que esta era mi misión”, sintetiza.
Nombre: Alejandra Gougy
Edad: 58 años
Profesión: Diseñadora sustentable
Sector en el que trabaja: Indumentaria y arte
Lugar de Nacimiento: 9 de julio, provincia de Buenos Aires
Lugar en el que desarrolla su actividad: Ciudad de Buenos Aires
1. ¿Cuál es tu motor, qué te inspira a hacer lo que hacés?
Mis ganas de cambiar el mundo, mi familia, mis amores, me dan la fuerza para seguir. Nunca tuve miedo a los cambios, los cambios me dieron fortaleza. Me inspiran tantas cosas. Siempre me imaginé haciendo muchas cosas; viajando y generando nuevos caminos. Eso lo mamé de mi viejo, que era re vanguardista. Siempre sentí que adentro mío había algo más y que había que buscar, buscar y buscar. Toda mi vida estuve en una sensación de búsqueda y ahora voy entendiendo de qué se trataba. Esto de trabajar con la gente y poder hacer caminos me encanta. También mi motor es por qué amo lo que hago. Amo ir a una fábrica y ver todos los descartes. Ahí me explota la cabeza y me imagino creando nuevas cosas. Descubrir el mundo del descarte y de la basura me apasiona.
2. ¿Qué te hace feliz?
Ver feliz a mi hija Clarita y estar con amigos. El amor me hace feliz, querer a alguien. El amor en mi vida es muy importante. Eso es lo que extraño de esta etapa del mundo, el desamor que se vive. Me hace feliz y bien el contacto con la naturaleza. Es algo que sana todo. Me encanta estar cerca del mar. Mi sueño es vivir cerca del mar, creo que en algún momento lo voy a hacer. Tener un lugar grande para trabajar, un taller. Me hace feliz ver un galpón lleno de descartes para trabajar.
3. ¿Qué no te deja dormir?
Si me falta salud, el resto tiene arreglo.
4. ¿Qué cambiarías del mundo?
El egoísmo es una cosa que no tolero de la gente. El egocentrismo: “Yo, yo, yo”. Las divisiones, las guerras. Me duele mucho la falsa amistad. ¿Qué cambiaría? Dejaría de usar el celular, me gustaría que la gente me vuelva a llamar por teléfono y me diga “feliz cumpleaños” y no en un mensaje de texto. Que el mundo sea más personalizado y no tan mecanizado. Cambiaría la pérdida del romanticismo, me gustaría recuperarlo. En la era de las comunicaciones, cada vez nos comunicamos menos, nos olvidamos del abrazo, la sonrisa. La violencia es el resultado de la intolerancia en un mundo malcriado que se convierte en déspota con sus semejantes.
5. Cuando eras chica, ¿qué querías ser de grande?
Imaginaba que iba a ser una empresaria, que iba a hacer muchas cosas, que iba a trascender. Siempre sentí que era diferente y que tenía un camino para hacer que no iba a ser el habitual de cualquier mujer de mi época. Querían que me casara, tuviera hijos y un marido estructurado, y la verdad es que hice todo lo contrario. Me dediqué a la pintura, a navegar, a esquiar, hacía esgrima, deportes que eran insólitos para una mujer. Imaginé que iba a viajar por el mundo. Siempre me imaginé siendo madre. Creo que no es tan diferente mi vida a cómo la imaginé, salvando algunas cosas que me pasaron y que fueron duras, como la muerte de mi hermana y el problema de salud como el que tuvo mi hija. Siempre pensé que si la vida me había dado tanto (unos padres divinos, una buena familia, una buena posición económica) había que hacerlo circular y devolverlo.