Nos queda una década para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y no estamos ni cerca de donde debiéramos para alcanzar el éxito. Un motivo fundamental es que las mujeres siguen siendo excluidas en gran medida de los procesos de toma de decisiones, lo que da como resultado políticas que no les brindan el apoyo que necesitan para prosperar o, incluso, para sobrevivir. En ningún otro sector esta dinámica es más visible que en el de la salud.
Las mujeres representan aproximadamente el 70 % de la fuerza laboral del sector de la salud en el mundo y se ocupan de la mayor parte de sus tareas más desafiantes, peligrosas e intensivas en mano de obra. Sin embargo, sólo ocupan el 25 % de los puestos jerárquicos en el sector de la salud y rara vez están representadas adecuadamente en el diseño de las políticas. Por el contrario, a menudo se espera que se mantengan como actrices pasivas, buscando silenciosamente formas de hacer su trabajo en circunstancias difíciles y hasta imposibles.
La realidad para las profesionales de la salud se refleja en una carta reciente que enviaron dos enfermeras chinas a la publicación médica The Lancet, donde describen las condiciones que ellas y sus colegas enfrentan en la primera línea del combate contra el nuevo coronavirus, COVID-19, en su lugar de origen, Wuhan, China. Puede tratarse de un caso extremo (y la carta fue retirada cuando hubo reclamos señalando que no era un relato de primera mano), pero los desafíos que describe, desde la escasez del equipo de protección hasta el exceso de trabajo y el agotamiento crónicos resultan demasiado familiares para los profesionales de la salud en todas partes.
Esas condiciones llevan a que los trabajos fundamentales para el sector de la salud no resulten atractivos y eso contribuye a una grave escasez de mano de obra en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud estima que, para que todos los países cumplan el ODS 3 («garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades»), serán necesarias nueve millones de enfermeras y parteras más en el mundo para 2030.
Reducir esta brecha es cuestión de vida o muerte. Por ejemplo, las parteras a menudo son las diferencia entre un parto seguro y la muerte del recién nacido o la madre. La falta de acceso a ellas, especialmente en poblaciones vulnerables, como las rurales, es uno de los principales motivos por los cuales dos tercios de todas las muertes maternas tienen lugar en el África subsahariana. La OMS estima que la atención adecuada por parteras (incluida la planificación familiar) podría prevenir el 83 % de las muertes maternas, fetales y de recién nacidos.
La mortalidad infantil y materna no se limita a los países en desarrollo. En Estados Unidos, la tasa de mortalidad materna incluso aumentó en las últimas décadas y pasó de 7,2 muertes cada 100 000 recién nacidos vivos en 1987 a 16,9 en 2016. Más de la mitad de esas muertes pudieron haber sido evitadas si las madres hubieran entendido mejor la importancia del cuidado prenatal y posparto, y tenido un mejor acceso a él.
Esta alarmante tendencia tiene una clara dimensión racial. En EE. UU. es entre tres y cuatro veces más probable que muera una mujer negra que una blanca por complicaciones en el embarazo. En el Reino Unido, esa relación se eleva a cinco. Aunque esta discrepancia puede explicarse parcialmente por las complicaciones de salud que experimentan las mujeres negras, el sesgo racial también incide. A menudo las mujeres negras informan que sienten que los profesionales médicos no las toman en serio.
No escuchar a las mujeres tiene consecuencias adicionales para la salud. Es más probable que los niños que nacen de madres sanas se mantengan más sanos durante sus vidas. Como es más probable que las mujeres se relacionen con el sector de la salud durante el embarazo, el apoyo de una partera o enfermera puede lograr que toda su familia se incorpore al sistema de atención sanitaria.
En un intento por reconocer su contribución fundamental al sector de la salud, la OMS designó 2020 como el Año de la Enfermería y Partería. Pero más allá de celebrar a las enfermeras y parteras por su dedicación, debemos tratar de rectificar las desigualdades estructurales que excluyen a las mujeres de puestos de liderazgo en esas profesiones. Esa es una meta clave de la próxima conferencia Women in Dev: una iniciativa liderada por mujeres y centrada en ellas, que merece el apoyo de todos.
Desde la escasez de mano de obra hasta los sesgos raciales, las barreras para lograr el ODS 3 son tan diversas como elevadas, pero las posibilidades de éxito son mucho mayores cuando prestamos atención a quienes entienden la situación en el terreno y trabajamos para mejorar la inclusión en todos los niveles, teniendo en cuenta las diversas condiciones socioeconómicas. Esto requerirá un cambio fundamental de mentalidad: tanto el público como los responsables de las políticas deben reconocer que las mujeres —como enfermeras, parteras y madres— a menudo son las guardianas de la salud.
Podemos lograr una década de rápido avance hacia el ODS 3, pero las mujeres deben estar al timón.
Toyin Saraki es la fundadora y presidenta de The Wellbeing Foundation Africa.
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