“Cómo es ser un adolescente trans en Argentina depende mucho de dónde estés parado. Podés estar en un colegio secundario superprogre en Capital Federal y que esté todo bien porque ya hay más personas trans y los docentes están capacitados. O te puede tocar estar en un colegio en el que sos la primera persona trans y la primera en tener que decirle a los directivos: 'Cámbienme el nombre en las listas', o decirle a los profesores: 'Llámenme de esta forma'. Depende de cada caso, de cada persona y de cada institución. En términos generales es un poco complicado porque muchas veces hay que pelearla”.
Félix tiene 18 años. Estudia el Profesorado en Artes Visuales. Es un varón trans. Tiene una claridad identitaria, una capacidad argumentativa y unos modos de leer la realidad que a muchos adultos les resultarían envidiables.
Félix es uno de los tres fundadores del movimiento Juventudes trans, un grupo que nació hace un año, cuando detectaron que a su franja etárea le hacía falta una voz propia: “Constantemente la representación de las personas trans y no binarias era a partir de personas grandes y nunca se hablaba desde la vivencia adolescente actual, necesitábamos un poco de representación y poder nombrarnos desde nosotros”, dice.
En un principio planeaban crear un instagram y colmarlo de información para poder llegar a más chicas y chicos que la necesitaran. Pero poco a poco, como su grupo vino a llenar un lugar vacío, comenzaron a convocarlos desde escuelas, centros culturales y universidades. Así, en su corto año de existencia, ya dieron charlas y talleres sobre identidades trans a jóvenes y adultos, trans y no trans, incluso brindaron capacitaciones para docentes. Participaron de actividades en la Ciudad de Buenos Aires, pero también en diferentes instituciones del conurbano, en Mar del Plata y Mendoza. “Esa era la idea que teníamos: no quedarnos únicamente en Capital Federal porque ahí es donde hay más información. Es más necesario ir a otros lugares”, señala.
Félix explica que ser trans inevitablemente implica tener que dar explicaciones constantes a un montón de personas, conocidas o ajenas, que preguntan sin reparos cuestiones de su vida privada y su intimidad; tener que desarmar sus preconceptos, derribar sus prejuicios. Si bien a él no le tocó pasar por ninguna situación de violencia física, sí atravesó, como muchos adolescentes, momentos de angustia porque no lo llamaban por el nombre que el indicaba o usaban otros pronombres para referirse a él de manera intencional.
“Tuve problemas en el médico. La cuestión de la salud es complicada para nosotres. Cuando vas a ginecología y estás con un cambio hormonal, el profesional debería saber lo que te pasa y no tiene idea. Te maltratan cuando averiguás por operaciones, a mí no me quisieron dar un turno por no tener el DNI actualizado y cuando fui a averiguar para hacerme una mastectomía, que al final no me hice, querían sí o sí que pasara antes por un psicólogo o un psiquiatra. Es un garrón pero vas aprendiendo a lidiar con eso”.
Para tratar de resolver esa situación, ante la falta de respuesta de muchas instituciones, entre las mismas redes que tejen los y las adolescentes y jóvenes trans, recolectaron información acerca de con qué profesionales de la salud y en qué lugares conviene atenderse porque tienen perspectiva de género “y mínimo no te van a tratar como una peste”, aclara Félix. Algunas de las que eligen son el Hospital Fernández y la Fundación Huésped.
Un sistema de salud que abrace y no expulse
Inés Aristegui es psicóloga y coordinadora de Investigación Social en la Fundación Huésped. Es quien lidera los proyectos y estudios sobre la población trans, el impacto y la discriminación en lo vinculado con el ingreso y la retención en el sistema de salud. “No solamente el acceso si no qué pasa después, una vez que acceden, por qué continúan o por qué no”, aclara.
Ella coincide con lo que cuenta Félix acerca de los principales obstáculos que determinadas instituciones o profesionales ponen a los y las adolescentes trans.
“En el caso de varones trans, tenés un 70% que evita asistir al sistema de salud, evita una consulta ginecológica, por ejemplo, que la tiene que hacer, sobre todo si está en edad reproductiva, si tiene una vida sexual activa. Pero no van porque: a quien no cambió el DNI se lo llama por el nombre que figura en el DNI; después, cuando se acercan, los miran y les dicen cosas como: ‘¿tu novia ya llegó?’. También cuando comienzan con los procedimientos de hormonización escuchan comentarios como: ‘Ay, ¿pero no será muy joven?’; ‘¿Esto no le generará dificultades?’; ‘Por ahí solo está explorando’. Incluso hay muchos colegas, psicólogos, que han intentado trabajar para revertir esta situación, y todas las organizaciones del mundo dicen que no es algo modificable, es la identidad de cada uno. Cada una de esas son trabas que los expulsan y los hacen no querer volver”, explica.
Las situaciones de discriminación, los comentarios sobre su aspecto, el que no se los reconozca por su identidad, genera un estigma social, según explica Aristegui, que los expone a una suerte de estrés crónico: “Ellos están constantemente anticipando que a donde vayan la van a pasar mal o algo les van a decir por el hecho de ser trans”.
Desde la Fundación Huésped, el equipo de profesionales trabaja para revertir esta situación y para que los y las adolescentes trans estén insertos en el sistema de salud. Principalmente porque se encuentran en una etapa de cambios e inicios de la actividad sexual y es esencial que se realicen los controles, que se informen sobre salud reproductiva, sobre enfermedades de transmisión sexual y cómo prevenirlas, cuáles son sus derechos y responsabilidades y los que tienen para con sus parejas.
Según Aristegui, muchos médicos que se niegan a atender a los y las adolescentes trans o tienen conflicto con ellos se escudan en que no están capacitados o especializados en perspectiva de género, pero lograr grandes cambios no exige demasiados esfuerzos. Se trata más bien de tratarlos con respeto, llamarlos por el nombre y la identidad que ellos indican y, en todo caso, si el o la paciente presenta una situación que el profesional desconoce, hacer una interconsulta o la derivación correcta.
“Y ante la duda preguntarles. Hay que aggiornar las historia clínicas y registrar los dos datos, el sexo asignado al nacer y la identidad de género de la persona, explicarles por qué se registran ambos, que si uno le pregunta si se hizo una intervención no es por curiosidad sino porque necesita saber cuáles son los controles que hay que hacer. Evitar las opiniones y entender que para muchas personas no poder tener un cuerpo que se alinee más con su identidad o con cómo desea expresar su identidad (porque no es esa la única forma de ser trans) a veces hace que sea más difícil vivir. Cuanto más se parece alguien a su identidad menos situaciones de discriminación o malos momentos vive. El acompañamiento profesional no es para corregir, sino que tiene que ver con entender que son personas que tienen un desafío más a todos los desafíos que todos tenemos en la vida y que además tiene que ver con algo fundamental que es la identidad”.
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Un sistema educativo que los reconozca y les brinde herramientas
Lourdes Arias, más conocida como Luly, trabaja hace cinco años en el Mocha Celis, la primera escuela para personas trans del mundo. Es técnica en Pedagogía y Educación Social, y también estudió Enfermería Universitaria en la UBA. Es, además, una mujer trans.
Aunque asegura que el sistema educativo se encuentra en una “deconstrucción y construcción constante” respecto a la inclusión de las personas trans y que aún falta la implementación real de la ESI (Educación Sexual Integral) y el cumplimiento pleno de la ley de identidad de género, tiene una mirada optimista.
Luly asegura que los cambios en cuanto a la integración de los y las personas trans en el sistema educativo son significativos. Recuerda que históricamente la comunidad trans fue completamente excluida “del sistema educativo, del sistema de salud, de todos” y que hoy hay una mayor apertura mental: “La sociedad nos hizo creer que solo servíamos para la prostitución y eso de a poco va cambiando, las alumnas del Mocha hoy ven que el día de mañana pueden ser docentes o enfermeras o lo que quieran, eso antes no lo veíamos. Muchas empiezan a pensarse en la universidad, antes ni siquiera se lo planteaban”.
El camino es largo. La docente enumera lo que todavía hace falta para llegar a ser una sociedad inclusiva y lo que los y las adolescentes trans necesitan de las instituciones: “Se tiene que capacitar con perspectiva de género a toda la planta de las escuelas porque por ejemplo, como dice la ley, no hace falta que la persona trans cambie su documento para que se le respete su nombre autopercibido y su identidad, pero muchos docentes no lo saben entonces todavía no hay una inclusión real en todas las escuelas. Pero el bachiller [Mocha Celis] está dando clases desde el 2011, ahora abrieron otro bachiller trans en Capital, abrieron uno en Chile, en Brasil y en otras partes del mundo, así que de a poquito vamos encaminados hacia la inclusión real”.
Aunque un mundo ideal sería aquel en el que no existieran escuelas exclusivas para personas trans o consultorios inclusivos sino que las personas trans pudieran sentirse cómodas en cualquier escuela y atenderse en cualquier centro de salud, Luly señala que por ahora son necesarios para seguir visibilizando la lucha y peleando por la ampliación de derechos. “En este momento es necesario, en el futuro esperemos que no”.
Un mercado laboral inclusivo con oportunidades reales
Aunque también han habido algunos avances, la docente del Mocha dice que la falta de implementación de la ley de cupo laboral trans y el acceso real al trabajo es uno de los principales problemas de la comunidad, junto con el acceso a la salud y a la vivienda, porque termina arrojando a muchas mujeres que no lo escogen a la prostitución y no les da la posibilidad de elegir otra ocupación. “Si no tienen un trabajo formal no tienen un recibo de sueldo, no pueden acceder a una vivienda digna, no pueden alquilar porque no tienen garantía”, agrega.
Sobre esto, Inés Aristegui coincide y también señala que la posibilidad que hoy tienen los más jóvenes cuando llega el momento de la inserción laboral es muy distinta a la que tuvieron las personas trans que hoy ya son adultas. “Hoy hay más de un 80% de mujeres adultas haciendo trabajo sexual, pero no porque todas lo elijan sino porque era una de las pocas opciones para ellas. Está más ligado a la supervivencia. Para muchas incluso es algo aprendido: aprendieron que si sos una mujer trans esa es tu salida laboral, o como mucho peluquera o costurera”. Eso, dice, en algunos centros urbanos como Buenos Aires y para las nuevas generaciones, que tienen más contención familiar, de a poco va cambiando.
“Hoy hay un montón de chicas y chicos que ya están accediendo a ámbitos universitarios, que tienen un proyecto de vida distinto. Pero antes esa opción no era tan clara. Y sigue siendo un desafío, de todos modos”.
Querés saber más sobre inclusión laboral para personas trans
Como en el caso de las escuelas para personas trans, la psicóloga afirma que quizás en un futuro no haga falta una ley de cupo laboral específica, pero hoy se torna necesaria. “Muchas veces estas estrategias son la forma de brindar acceso. Nosotras lo tenemos en la política, en el cupo que establece cuántas mujeres tiene que haber en la lista de un partido, hasta que no se exigió no se dio lugar a eso. La idea, obviamente, es que eso no tenga que estar, pero en el mientras tanto, ayuda”.
Que el Estado cubra las operaciones y la hormonación como lo establece la ley de identidad de género, que haya una ley de cupo laboral trans a nivel nacional, que los y las docentes y adultos los entiendan y acompañen, eso facilitaría la vida de los y las adolescentes trans.
Félix sintetiza: “No hace falta capacitarse un montón y entender cada concepto, lo que necesitamos es un apoyo, alguien que nos acompañe en todo ese proceso, que esté ahí para darnos la mano cuando lo necesitemos o cuando estemos en una situación de discriminación, que alguien que no seamos nosotros pueda agarrar y decir: 'Che, esto está mal', porque poner la cara todo el tiempo por vos mismo es difícil y a veces está bueno tener alguien más para que te ayude”.