Para la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la causa AMIA es “la más compleja en la historia judicial argentina”. Javier Sinay, periodista y escritor, la define como “un laberinto”. Y en su más reciente libro propone que, para encontrar el camino de salida, es necesario regresar al principio: el primer mes después del 18 de julio de 1994, explica, alumbra mucho de las siguientes tres décadas.
“Volver al inicio, a aquellos primeros 30 días, ahora, 30 años más tarde, es traer de regreso algunos episodios caídos en el olvido para observar la forma del laberinto”, dice en Después de las 9:53, una reconstrucción de ese primer mes.
En formato de crónica, el libro incluye numerosas entrevistas a “jueces y fiscales federales; jihadistas, clérigos y ayatollahs; ladrones bonaerenses; melancólicos guerrilleros marxistas; engañosos agentes de inteligencia (de la SIDE, del Mossad, de la CIA, de Irán); mecánicos oportunistas y policías fuera de control”.
Pero, más allá de las varias fuentes consultadas, Sinay no define el libro como uno estrictamente de investigación, sino como una obra que propone nuevas miradas para el caso.
—¿Por qué es clave ese primer mes para entender 30 años del caso?
—En el primer mes el juzgado del juez Galeano investiga intensamente. Y a los 23 días, es decir el 9 de agosto, Galeano presenta la resolución judicial en la que explica por qué pasó el atentado, quién lo cometió, cómo, y de alguna manera esa resolución de 67 páginas es una explicación que marcó en la causa un rumbo que hasta hoy continúa. Ya están expresadas la pista iraní, la pista siria y la conexión local. Aparecen otros personajes luego, como por ejemplo el comisario Ribelli y el fiscal Alberto Nisman. Y hasta Carlos Telleldín, después absuelto, pero hay un rumbo en esa primera resolución. Por otro lado, elegí enfocarme en ese primer mes porque era una forma de mirarlo desde un prisma distinto. Ver el caso en una versión miniaturizada de lo que viene después. A su vez, el libro también tiene una pregunta: si en el primer mes el enigma parecía resuelto, ¿cómo al día de hoy hay tamaña impunidad?.
—¿Por qué creés que el caso AMIA sigue sin resolverse?
—Hay muchos intereses, aunque no es que pude vislumbrarlos del todo. Muchas cosas están profundamente ocultas, no se ven, no se entienden. Otras están más en la superficie, como intereses políticos, la posición argentina en el plano internacional o rencillas entre Policía Federal, la Bonaerense y la SIDE. Para cada eslabón en la cadena del caso en estos 30 años hay una cara A y una cara B: habiendo hecho las mismas preguntas a distintas personas hay respuestas diametralmente opuestas.
—Galeano te contó sobre “miserias internas” en el Gobierno argentino, ¿Creés que es así? ¿Se avanzó en algo?
—No es que me la contó, él habló de las museras internas entre los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad, lo habló en el segundo juicio, por encubrimiento, del 2015. Creo que es así, porque en parte me quedó la idea de que la investigación fracasó por esas rencillas entre las distintas facciones de la policías y entre los servicios de seguridad. No sé si se avanzó en algo.
—¿Por qué creés que se tardó tanto en desestimar la “pista siria”, aquella que vinculaba con el atentado a la familia Kanoore Edul?
—Se desestimó recién después de 30 años porque era una explicación con bastante sentido. Por otro lado, tenía algo de lo que Miguel Wiñazki llama “la noticia deseada”: la gente quiere creer en eso. Esto si pensamos constructivamente; si pensamos de manea más escéptica es porque la taparon definitivamente. Pero la pista iraní, que prevaleció todos estos años, fue seguida por Galeano, el fiscal Nisman, los jueces de la cámara de apelacióin. En parte sí y en parte no por los tribunales de los tres juicios y por las querellas de la AMIA y la DAIA. Todas estas personas no son amigas entre sí, ni tienen acuerdos entre sí. La pista iraní se impone más que nada porque dice que hubo una traffic y la traffic habría dejado esquirlas en los cuerpos de 27 víctimas. A la vez creo que la pista siria no se puede descartar del todo. Hay segmentos que se tocan con la pista iraní. En el libro me dediqué a mirar lo que hay y tratar de ordenarlo un poco.
—¿Qué encontraste del capítulo Nisman?
—Es difícil opinar. Mi opinión no es para nada definitiva. Creo que el caso Nisman es un enigma casi tan grande como el del atentado. Escuché muchas cosas. Me quedo con algo que me dijo el fiscal Eamon Mullen, a quien Nisman llevó a trabajar en el caso: “Tenía tantas razones para que lo maten como para que se suicide”.
—¿Qué te dejó la escritura del libro?
—Creo que me dejó la sensación de haberme metido en un gran desafío. Hasta las historias más oscuras pueden contarse de una manera constructiva, literaria y con mucho interés por entender lo que pasó y generar nuevos sentidos con cosas que parecen agotadas. Este es un libro de miradas y no de investigación: traté de volver a mirar cosas que estaban olvidadas e invitar al lector a generar nuevas sinapsis y que encuentre nuevos sentidos.
—¿Qué sentimientos tuviste a lo largo de la escritura?
—Me sentí desafiado a nivel narrativo: era una historia tan larga, tan compleja… Esa sensación me acompañó por todo el libro. Me sentí no solo un autor luchando con su computadora, sino un ciudadano que se asoma a una herida abierta para la sociedad. Y terminé entendiendo que esa herida esconde una maraña de hilos y pistas que están demasiado entremezcladas. Esto hace muy difícil la resolución del caso.
—¿Qué te sorprendió?
—Lo que más me sorprendió es que paradójicamente se ha probado más de lo que la sociedad cree. Hay un cierto pesimismo en la sociedad, justificado, pero que impide ver que hubo una investigación esforzada y grande. Terminó muy manchada, pero alumbró por momentos algunas zonas de esta historia y creo que si no se logró más es porque los acusados extranjeros no declararon. Es importante que lo hagan para saber más.
—Dijiste que la verdad parece cada vez más lejana. ¿Tenés alguna esperanza de que se conozca?
—Tengo pocas esperanzas de que se conozca la verdad. Pero tengo algunas, porque hay mucho interés en que se conozca. El caso está abierto, la historia se mueve. No es algo petrificado. La verdad puede aparecer en un momento. Parece más bien lejano, pero puede aparecer.