Nos impresionan las imágenes de los osos polares que llegaron a un pueblo ruso en busca de comida. Sabemos que el cambio climático amenaza su existencia. Pero, ¿conocemos lo que ocurre en esos otros mundos más pequeños detrás de las hojas, la tierra húmeda y las flores? ¿Somos conscientes del daño que le estamos haciendo a hormigas, abejas, moscas o grillos? ¿Tenemos idea del impacto que su extinción puede significar para nuestra propia supervivencia?
Más del 40% de las especies de insectos está viendo reducido su número drásticamente, lo que podría llevar a su extinción en las próximas décadas. Así lo revela un informe publicado en la revista Biological Conservation. La consecuencia: colapso de los ecosistemas interconectados y la cadena alimentaria, pues los insectos representan el 70% de todas las especies animales.
Las causas: pérdida de hábitat por la expansión de la agricultura intensiva, contaminación por el uso de pesticidas y fertilizantes, crecimiento urbano, cambio climático. Las soluciones: equilibrar las poblaciones de insectos, reducir el uso de químicos, adoptar prácticas agrícolas sostenibles, conservar la biodiversidad.
Hace décadas, Jane Goodall observó cómo un chimpancé tomaba una rama y la utilizaba para alcanzar termitas en un tronco y alimentarse. Fue la primera vez que el ser humano comprendía que los primates confeccionaban herramientas para determinados usos. Y fue gracias a esa mujer que revolucionó la ciencia estudiando a esa especie en su hábitat natural. La naturaleza es así: perfecto equilibrio, composición armónica, diversidad y complemento.
En una charla que tuvimos hace tres años, me invitó a una reflexión que, ante este estudio y en vísperas de San Valentín, considero es fundamental: “Siendo el ser humano el primer ser en caminar sobre la Luna es, al mismo tiempo, el responsable de destruir el planeta. ¿Por qué? Porque perdimos algo que se llama sabiduría. Es la que nos debe llevar a que, cada vez que tomemos una decisión, pensemos cómo va a afectar a las próximas generaciones.
Hoy muchas de las decisiones se basan en cómo van a incidir en mí, en las acciones de determinada empresa o en la próxima campaña política. ¿No les parece que hay una especie de desconexión entre esa mente tan inteligente y nuestros corazones, que nos dictan el amor y la compasión? El ser humano nunca va a alcanzar su pleno potencial hasta que no exista una conexión profunda entre su mente y su corazón”.